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de Alcorcón
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otoño-invierno15/16
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creación
literaria
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la hoja azul en blancoAsociación Literaria Verbo Azul
EDITA:
Asociación Literaria Verbo Azul
Avda. de los Castillos s/n
Castillo Pequeño 28925 Alcorcón (Madrid)
DIRECCIÓN:
Ana Garrido
Juan José Alcolea
EVALUACIÓN Y COORDINACIÓN:
José Bárcena, Hortensia Higuero, Ángel Muñoz, Isidro
Sánchez Brun, Isabel Miguel, Ana Bella López Biedma,
Antonio del Arco, Fernando Fiestas, Cristina Cocca,
José Tomás Romero, Marisa González, Mary Santos
Caballero y Alejandro Cernuda.
PORTADA: Puerta I, Cati Lanza.
DIBUJOS: Fernando Fiestas, Jesús Contero, Mariana
Feride, Pilar del Campo, Manolo Oyonarte.
FOTOGRAFÍAS: Cristina F. Zambrano, Juan José
Alcolea
DISEÑO Y MAQUETACIÓN:
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COLABORA:
Concejalía de Cultura
Ayuntamiento de Alcorcón
Depósito Legal: M-01703-03
Imprime: Gráficas Pedraza S.L.
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verboazul@gmail.com
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La Hoja Azul en Blanco no se responsabiliza de las
ideas expresadas por los autores
Desde la playa de Las Horcas Coloradas. Acuarela sobre papel Fernando Fiestas
3
ANA GARRIDO
Presidenta de Verbo Azul
Desde la luz y el sueño
Cuando de nuevo el agua se pinta de oquedades, cuando el
aire se oscurece y se dilata al fondo de las cosas, esta Hoja azul
nuestra vuelve al tiempo en blanco de los versos, a la herida sin
ruido, al corazón del sauce.
“Estoy soñando la existencia y es un jardín torturado”
- escribió Antonio Gamoneda al límite de la transparencia. Y
es que no es fácil acumular distancias y orfandades al filo de los
labios, no es fácil escribirse al otro lado en sombra de los ecos.
Quizá por ello, cuando se cumplen cuatrocientos años de la pues-
ta en circulación de la segunda parte del Quijote, queremos hacer
aquí nuestro particular homenaje al triste caballero y su locura,
a ese temblor que ardía - y aún arde, lo sabemos - por dentro de
sus ojos. Homenaje y tributo en una doble vertiente, ya que, ade-
más de los textos especialmente dedicados a su recuerdo, hemos
ido un poco más allá reuniendo para la ocasión algunas de las
más importantes firmas castellano - manchegas de la literatura
actual.
Queremos expresar desde aquí nuestro agradecimiento
a todos los poetas, narradores, ilustradores y fotógrafos que han
querido compartir su trabajo con nosotros, a todos los que, una
vez más, nos han prestado su calor, su confianza, y señalar muy
especialmente la participación de Pilar del Campo Puerta,
que nos ha cedido alguno de los números de su serie “El Quijote
en naipes” para ilustrar las páginas dedicadas al de la triste
figura.
Baste ya de consejas y silencios, paremos mientes en
este bien decir de las palabras. Ya sabemos, buen Sancho, que
están los tiempos recios, rigurosos. Pues vivimos, vivamos, que
no es loco quien sabe de la duda y sale a batallar con los gigantes.
Bodegón. Juan José Alcolea
5
JORGE JUSTO PADRÓN
De no morir me iría conformando
con seguir mereciendo la alegría,
la música fraterna, la dicha de lo humilde.
Oír el cotidiano sonar de las cucharas.
Ver el rojo destello del vino en el mantel,
el pan en la panera, la ensoñación más tibia
durmiendo en el cajón de las especias,
el encanto discreto que el afecto a las cosas
va poniendo en las cálidas costumbres de la casa.
Sentir las claras voces, a madre en la cocina,
a Kleo, con la dulce sorpresa de sus labios,
el trasiego de padre en el jardín,
las hermanas, la risa en la merienda,
ese olor de la infancia que del biscocho asciende
cuando se abre de golpe la puertilla del horno.
Improvisadas charlas junto al rumor del fuego,
las confidencias últimas, los recuerdos de siempre
surgiendo en el chasquido que se funde en las brasas.
Fuera brillan los sauces, oscilan en el viento.
El sueño de la noche, el sueño de la vida
cubriéndonos, cantando desde su vieja rama.
Lar de lo cotidiano
6
MARÍA LUISA MORA
Era la plaza enorme
como el mundo. En ella
cabíamos todos los muchachos,
las antiguas canciones que nos cantaban
las abuelas, esa tierna esperanza
de las madres.
Cuánta ilusión, entonces.
Cuánto tiempo para hacerlo todo.
No sabíamos lo que era la tristeza
ni nos dolía nunca el blanco de los ojos.
Vivir era lo único que teníamos
que hacer, respirar
cada momento, medir la elevada luz
de la estatura,
ponernos las pestañas
que habíamos robado a nuestras madres
como niños que aún no habían abierto
la terrible caja de Pandora.
Era entonces:
cuando las rosas
perfumaban el cuerpo de diciembre
y la noche no había llegado,
todavía.
Caja de Pandora
7
Sólo un error cambió
un pedazo de vida:
sentir
la vejez al mirarme las manos
y el miedo a aprender el abecedario
del silencio.
Hoy escribí secretos de mi vida
bebiéndome, tal vez, la última copa
con claridad nocturna.
Puedo afirmar con qué temor estoy viviendo,
morir en la distancia,
soñar con mis paisajes
cuando mi humanidad
tiembla en un equilibrio que, despacio,
se hunde como una historia
carente de días.
Por detrás de las horas que ya han muerto
deja el pasado fechas que envejecen
de un amanecer
arañado de sueños mal vividos,
un mundo descreído
que no comprende el beso y el abrazo,
que no sabe sentir la intimidad
que nos deja un ayer,
para hablar con los ojos y llorar
con la mirada.
I
Existió un error
II
Morir en la distancia
JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ FEBLES
Verbo Azul
8
ANGELINA GATELL
Me miro en el espejo, me escudriño
en esa imagen confusa que ante mí comparece
solicitada aún por la memoria.
Pero ya nada en ella es como fue.
El tiempo
ha ido trabajando sobre su piel el frío,
la extinción de la luz, la afrenta
inopinada de los días.
Por sus manos gastadas cruzan
prominentes arroyos por donde va la sangre
en busca de la muerte.
En sus ojos
persisten las imágenes
que habitaron el llanto de dos siglos,
las guerras, el derrumbe de los sueños,
el nunca ya posible claror de lo olvidado.
Y sin embargo, cuánta vida
queda detrás, fluyendo hacia el mañana,
atestiguando que ella también estuvo aquí
y a fuerza de dolor fue construyendo
su pálida figura, todavía
laboriosamente absorta ante los vientos.
Imagen
...laboriosamente absorta ante los vientos…
León Felipe
A Luis Fernando Muñoz
9
CELIA BAUTISTA
De “Diario del Norte”
Verbo Azul
1
Señorita de compañía
He vivido mi vida
en tantas vidas
que no podría deciros cómo soy.
2
Se busca técnico en energía solar
Se me ha caído el sol sin darme cuenta
y aún recojo
los restos de sus rayos.
3
Se busca
Poema con la esencia
de una célula madre
capaz de dar de sí lo que requiera
el trauma que la vida nos inflige.
4
Se vende
Tengo un pozo profundo
de silencio.
Y qué clara es su agua.
5
Necrológica de una muerte paulatina
He muerto tantas veces sin saberlo,
que espero no enterarme
el día en que, por fin,
hasta la misma muerte se me muera.
Anuncios por palabras
Jesús Contero
11
FRANCISCO CARO
Verbo Azul
I
Guárdate de la herida que no sangre
y desconozca el grito:
es preciso sangrar, vivir no es sólo
contemplar cómo el tiempo palidece.
II
Nombrar es subvertir, sajar azules,
ser vándalo y sus armas:
nombrar es demoler, izar enigmas,
invadir lo que es otro, lacerarlo.
III
Qué voz no es el insomnio, largas noches
recorriendo los frisos:
tu voz es un aroma sinuoso,
lo que se cree canción, lo que perece.
IV
Te escribirá el poema cuando ignore
el perfil de tu rostro:
turbio reloj, fugacidad de rosa
que tallará a cincel un tiempo helado.
La vida no da más, seguramente
“Figuras imbricadas”, acuarela sobre papel. Manolo Oyonarte.
13
NIEVES ÁLVAREZ MARTÍN
Verbo Azul
Comienza a nacer el día,
una rendija de luz se cuela por la ventana.
Me siento a tomar café mientras el trabajo quema
y me rapta y me devora y me deja hipnotizada.
¿Dónde ha quedado la noche?
¿Dónde la sabiduría teme morir desangrada?
¿En qué reloj resucitan los poemas?
¿De qué muerte se muere al llegar el alba?
Inventario de difuntos,
interiores del engaño, que en el engaño se engarzan,
prácticas de economía, de inviernos perecederos,
estadísticas sumisas e infructuosas palabras.
¿Desde que silencio naces?
¿Desde qué duda te creces? ¿Desde qué verdad sagrada
te inviertes y te recreas, te inicias y te haces fuerte,
desesperas y degustas, te humillas y te levantas?
En los armarios del tiempo,
desde ese lugar desnudo en el que la vida me habla,
le imploro al Dios de los pobres -desde la fe de los ricos-
que deje pan en la mesa y fuerza en cada mirada.
¿Dónde se puede encontrar
las respuestas que nos buscan y las preguntas que callan?
¿En qué lugar de la casa los platos tienen razón
y en qué secreto del vino la verdad se vuelve agua?
Las moradas del otoño
siembran nuevas primaveras en los veranos del alma.
Están tocando arrebato los versos en la cocina
y entre mis manos que tiemblan se acurruca la esperanza.
Moradas de la luz
¡Pues pensar que se puede resistir!, no más que si,
metida en un fuego, quisiese hacer a la llama que no
tuviese calor para quemarle.
Santa Teresa de Jesús. (M6.11.8)
14
RAFAEL ESCOBAR
¿Qué pensarás, como reaccionarás, amor,
cuando, pasado el tiempo suficiente para confirmar nuestra
[derrota,
por efecto de esa intuición lúgubre que guía el error
y un rumbo de azar que no podemos calificar sino de
[fastidioso
tropieces con las líneas de amor que me dictó tu anhelo?
Si estoy vivo, ¿me agredirás,
prenderá tu odio legítimo contra mí o tu doble,
me vendrán pleitos,
querellas legales por apropiación de tu nombre
para el ejercicio de mis ocios siniestros?,
si he muerto, ¿los invertirás en crear algún tipo de mito,
los recitarás con una cadencia de gravedad solemne
que delate un rastro de nostalgia
y hasta cierta culpa por el agravio de la redención que no
[fuiste?.
Pero ante todo, ¿serás capaz de reconocerte,
te sabrás entre una visceralidad tan obvia que no precisa
[nombrarte?,
¿algún capricho de la letra como ser vivo
o traición de la sangre ciega en su euforia
nos revela el secreto importuno de que nos escriben?.
¿Qué instinto con hambre de verdad querrá decirnos
que nuestra ceguera prende en otra vida,
que incluso cuando sufrimos
y vivir nos es aplicada previsión de la muerte
estamos siendo el aliento de un manuscrito que crece en otro pecho
y rara vez tendremos la dignidad de merecer?
Ausencias después
15
RUBÉN MARTÍN DÍAZ
Del libro “Fracturas”.
El vuelo de un insecto,
desordenado y pertinaz, describe
la música invisible de la vida,
la frecuencia alterada que me induce a pensar
en todas esas cosas que ignoramos
pero que están presentes,
como una realidad que complementa
la pobre realidad de nuestros ojos.
De tal manera que amanece en mí
un mundo puro y nuevo
de olores y sonidos y objetos intangibles
que muestran
su no presencia
desde el envés floreado del jardín,
y que deslumbran todavía más
este momento de vital
y extraña y reservada inspiración
donde cuerpo y vacío comulgan de la mano
para formar un símbolo perfecto
del suceder profundo de esta niebla
donde, sin ser, estamos.
Insecto
16
TERESA DE JESÚS RODRÍGUEZ LARA
Verbo Azul
De “En nombre del Amor”. Finalista, Premio XXV Aniversario
Revista “Sala de Togas”. Colegio Provincial de Abogados de
Almería 2013.
Amamos sin saber
cuánto es el peso del amor,
sin captar el prodigio que nos salva
ni el remanso imprevisto de su anhelo
que enciende la sangre a borbotones.
Amamos sin saber
que amar es el peso del amor
que nos signa y nos une
en el túnel del tiempo,
y con mágica llama nos abrasa la vida.
Amamos y tal vez,
ignoramos que amar
es mucho más que abrazo
y mucho más que júbilo y beso…
Es alcanzar a tientas
el fervor de otros labios,
aspirarlo, sorberlo por entero
y sentirlo bullir en nuestra sangre
entre luces y sombras
hasta que amar no sea solo amar,
sino la misma entrega
convertida en amor.
Y nos basta su hallazgo
en el túnel del tiempo.
Amamos sin saber
17
ANTONIO RODRÍGUEZ
De “Las hojas imprevistas”.
Cuántas veces habrá muerto la rosa
para nacer de nuevo. Cuántas veces
habrá visto sus pétalos vencidos
por el peso del tiempo, y su perfume
entregarse otra vez al aire puro.
Prisionera, sin más, de su belleza
a los ojos del hombre, lamentamos
solo su brevedad, no su vacío
por la muerte constante, por la eterna
sucesión de sí misma y no ser única
presencia recordada, irrepetible
destello que perdimos para siempre.
Sin voz, sin gesto alguno,
¿qué será sino vida que no cesa,
y que no sabrá nunca que ha existido?
Única
triste de no morir aún más, la rosa
J.R.J.
18
CECILIA ORTEGA
Verbo Azul
Tarda uno en aprender el oficio de vivir
y cuando casi lo tienes asimilado
resulta que tu mundo es un recuerdo,
una eternidad desatenta
con una versión del tiempo ya caducada
y varias sobredosis de nostalgias.
Entonces viene la terapia de los sueños,
un marcapasos para encontrar las palabras elementales,
curso intensivo de realidad
y un posgrado de la muerte.
Jamás imaginé que nos vendiesen la
inmortalidad a plazos.
Curso intensivo de realidad
19
CASPER DE JONG
Spanje regent zachtjes op mijn letters. Rustig blijven zitten op mijn hoek van
de wereld. Ander woord zoeken voor verlangen, iets met water, iets dat klinkt als
fresco, zoals het klinkt als het er nog niet is.
De geur van paard is bijna uit Europa verdwenen. Een hommage schrijven
aan de ruiters van Cordoba. In galop langs de oevers van de Guadalquivir. Met een
roos tussen je tanden een zigeunerin ontvoeren en de rest van je leven wachten op
de messen van haar geestelijk gestoorde broers.
Tijdens reizen altijd welgemoed de dag beginnen en vertrouwen op de bus-
chauffeur, zijn vakmanschap en levensstijl. De bus rijdt als een camera door over-
belichte heuvels. Klaprozen en olijven. En achter deze dove ramen de stem van
Federico Garcia Lorca. Zoals iets klinkt als het er niet meer is. Ergens tussen deze
heuvels hebben ze hem doodgeschoten. Arme jongen met je huid van papier. Iede-
re man die ze doodmaken is toch eigenlijk nog maar een jongen?
Ik word een derde persoon, de man die is neergedaald op een terras. Hij heeft
mededogen met de dieren. Iemand moet toch toezien op de duiven, met hun lan-
dingsproblemen en slechte eetgewoonten?
Slapen en niet vergeten uit nachtmerries te ontwaken. Van een kat die over
het water liep om de ogen uit een eend te bijten. Ze waren even groot, de eend en
de kat, als broers die niet op elkaar lijken.
Het regent zachtjes op mijn letters. Ander woord zoeken voor afwezigheid,
voor niet meer weten hoe het was.
Ik ben de eerste mens op aarde. Ik leg de nieuwe wereld vast in soortenlijsten.
Overvloed en schaarste. Geluk en gebrek. De mensen die ik overal ontdek, zijn
onder te verdelen in twee soorten. De mensen die zullen sterven, dat is de grootste
groep, en de soort die dit alles zal overleven, omdat zij vertrouwen hadden. In een
boek, of in een buschauffeur.
Rustig blijven zitten op mijn hoek van de wereld. De stad beschrijven als de
verloofde van de rivier die naar haar opkijkt en zacht haar voeten streelt, met op
de achtergrond de eeuwige sneeuw van de Nevada en de gitaren van Spanje, die
eeuwige gitaren, en dit beeld dan met hulp van het onderbewustzijn, de rivier die
aan haar voeten likt, langzaam laten ontaarden.
Alles kan schaars worden. Alles kan gaan klinken als een woord dat we nog
niet kennen.
Het regent zachtjes op mijn letters. De wereld wordt inwisselbaar. Besluiten
om naar huis te gaan. Ander woord zoeken voor vliegtuig.
Diario andaluz (Lied voor Lorca)
20
CASPER DE JONG (Haffelt, Holanda)
España llueve suavemente sobre mis letras. Sentarme en mi esquina del
mundo. Buscar otra palabra para deseo, algo sonoro y fresco, como agua, algo que
suena sin existir aún.
El olor del caballo casi se fue de Europa. Escribir un homenaje a los jinetes
de Córdoba. A galope al lado del Guadalquivir. Con una rosa entre los dientes se-
cuestrar a una gitana y esperar después toda la vida los cuchillos de sus hermanos
perturbados.
Durante los viajes siempre empezar el día con buen humor y confiar en el
chófer del autobús, su habilidad y su estilo de vida. El autobús va como una cáma-
ra entre colinas quemadas por la luz. Amapolas y olivos. Y detrás de estas ventanas
mudas la voz de Federico García Lorca. Cómo suena algo que ya no existe. En estas
colinas lo mataron. Pobre niño con su piel de papel. Cada hombre que matan en el
fondo es un niño, ¿verdad?
Me convierto en una tercera persona. El hombre que descendió en una terra-
za. Tiene compasión por los animales. Alguien tiene que cuidar a las palomas, con
sus problemas de aterrizaje y sus malas costumbres de alimentación.
Dormir y no olvidar despertarse de las pesadillas. De un gato que anduvo
sobre el agua para morder los ojos de un pato. Eran tan grandes, el pato y el gato,
como hermanos nada semejantes.
Llueve suavemente sobre mis letras. Buscar otra palabra para ausencia, para
olvidar cómo fue.
Soy el primer hombre de la tierra. Estipulo el nuevo mundo en listas de es-
pecies. Abundancia y escasez. Felicidad y carencia. Las gentes que descubro en
todas partes se pueden dividir en dos clases. Los que van a morir, la mayor parte,
y un género que va a sobrevivir todo, porque tenían confianza, en un libro o en un
chófer.
Quedarme tranquilo en mi esquina del mundo. Describir la ciudad como la
novia del río, que mira hacia ella, acariciando sus pies, vestidos con la nieve eterna
de la Sierra Nevada y las guitarras de España, esas guitarras eternas, y dejar dege-
nerar poco a poco esa imagen con la ayuda de la subconsciencia, el río lamiendo
sus pies, como un perrito obsceno.
Todo puede hacerse escaso. Todo puede sonar como una palabra que no co-
nocemos.
Llueve suavemente sobre mis letras. El mundo se vuelve cambiable. Decidir
volver a casa. Buscar otra palabra para avión.
Diario andaluz (Canto a Federico)
21
FERNANDO FIESTAS
Verbo Azul
El silencio varado
Se suavizan las horas
durante las esperas;
más tiernos los minutos,
en plena redención de los relojes;
es el estigma de los troncos
recién mojados
por orden del ayuntamiento.
En tardes solitarias sin iglesia
de los tiempos de ahora
se desvisten las calles
del disfraz de domingo,
al encuentro
de un lunes
aún más interior.
La mirada viajera del impulso
de quien contempla
perfila las agujas del instante,
se ofrece al acto
irrepetible de esperar,
apenas disidentes del espacio
los signos, las distancias.
Y como de costumbre,
nuevas fugacidades duermen
por los torsos del parque.
“El Quijote en naipes”. Pilar del Campo Puerta
23
Hemos leído a menudo que nuestro genial escritor perdió en Lepanto la
mano izquierda para gloria de la derecha, ya que con ésta habría de escribir su
obra más inmortal, ésa de la que tanto se habla y que, sin embargo, continúa
leyéndose tan poco.
A estas alturas tal vez no sea necesario recordar que El Quijote de 1605,
el de la primera parte, contiene descuidos y torpezas que ya han sido minuciosa-
mente glosadas por los estudiosos. Hay en la novela, y justo es reconocerlo, mo-
mentos en los que decae excesivamente la tensión narrativa, y que, pese a haber
sido escritos también con la diestra, parecen escritos con la izquierda, que era (ya
lo era para sus coetáneos) la mano prescindible del Cervantes dramaturgo y poeta.
Me estoy refiriendo a aquellos capítulos que aún hoy, para cualquier lector no es-
pecializado del siglo XXI, resultan de lectura más bien enojosa, como ya lo fueron
también para los propios lectores del tiempo de Cervantes.
Se trata, por un lado, de algunos capítulos que, en un sentido estricto, son
verdaderos tratados de teoría literaria, ya sea sobre el género de caballerías (cap.
32 y 47) o sobre el teatro (cap. 48). Pero se trata, fundamentalmente, de los rela-
tos intercalados, prolijos en exceso, y que interrumpen el desarrollo de la acción
principal de la obra: la historia pastoril de Marcela y Grisóstomo (cap. 12, 13 y 14),
la novela sentimental de Cardenio y Dorotea, que se prolonga a lo largo de varios
capítulos entrecruzándose con episodios de la trama principal; o los largos relatos
de El curioso impertinente (cap. 33, 34 y 35) y del Cautivo (cap. 38, 39, 40 y 41).
En algunas de estas historias intercaladas, en un esfuerzo por integrarlas en la ac-
ción principal, Cervantes ingenia desenlaces retardados, con soluciones forzadas,
azarosas e inverosímiles, o con truculentas anagnórisis, todo ello muy propio del
género bizantino del que Cervantes fue tan devoto y del que su casi desconocido
Persiles da buena fe.
Esas tramas secundarias que se van entrecruzando, todos esos personajes
que casualmente van a confluir en la venta, crean una estructura laberíntica y se
superponen en una artificiosa construcción narrativa. No en vano El Quijote es la
novela por antonomasia, es la novela de novelas. Como en un borgiano “jardín de
senderos que se bifurcan”, hallamos relatos dentro de otros relatos, historias que
se entrelazan en una dispersión que el propio Cervantes criticaría en otra de sus
mayores creaciones laberínticas, El coloquio de los perros, donde, por boca
del perro Cipión, el autor satiriza la tendencia a las “impertinentes digresiones”
porque perjudican el desarrollo de la narración.
Pues bien, esa tendencia digresiva, tan propia de la primera parte de El
Quijote, distrae al lector del principal foco de atención de la novela, y condena a
sus dos protagonistas a un discreto segundo plano, de meros espectadores, para
el que no estaban en principio concebidos. Consciente de ello, Cervantes corrigió
este defecto diez años más tarde, en la segunda parte de su obra. Tal es la razón
por la que autores como Andrés Trapiello o Arturo Pérez Reverte se han atrevido
a publicar recientemente dos versiones de la novela, bien modernizando su len-
La mano izquierda de Cervantes
24
guaje, o bien aligerándola de todo ese material prescindible, siempre con la sana
intención de hacerla más digerible para los lectores de nuestro tiempo.
Hechas tales observaciones sobre este Quijote en el que a Cervantes se
le fue un poco la mano digresiva, es decir la izquierda, siempre quedará a salvo la
indiscutible genialidad del más universal de nuestros autores, y el tiempo y los crí-
ticos (e incluso los lectores) se han encargado de situar la novela en el lugar que se
merece. Poco o nada podríamos añadir al torrente bibliográfico que nuestra más
inmortal novela ha generado a lo largo de cuatro siglos, por eso sólo esbozaremos
ahora uno de los más interesantes aspectos de la obra, que está presente además
en buena parte de la producción cervantina: el conflicto entre el ser y el parecer, y,
en definitiva, el cuestionamiento de eso que llamamos “la realidad”, que Cervantes
aborda siempre desde la lúcida actitud de un amplio perspectivismo crítico.
En este sentido, la primera parte de El Quijote ofrece el mundo como una
“representación” de la fantasía del protagonista, por cuanto la realidad es contem-
plada desde la visión delirante de un loco que transforma el mundo a su antojo,
transmutándolo a impulsos de su fantasía aventurera. Arrieros y gañanes, criadas
y pastores, ovejas y molinos son el soporte sobre el que don Quijote construye, in-
fatigablemente, sus quimeras. En consecuencia, el héroe de esta primera parte es
un personaje ilusionado e ilusionante, activo y batallador, inventor de quimeras,
desfacedor de entuertos, aunque reflejado en el espejo cruel de la parodia resulte
continuamente humillado, injuriado, apedreado, apaleado, enjaulado y finalmen-
te derrotado.
La segunda parte, en cambio, presenta una visión de la realidad como “si-
mulacro”; el mundo no es ya una representación de la fantasía del protagonista,
sino una representación de la voluntad de los demás personajes que le rodean. La
realidad no se presenta como la proyección de unos delirios sino como la esceni-
ficación de una farsa. El mundo y sus potenciales enemigos, los de don Quijote,
no provienen ahora de la facultad fabuladora del héroe, sino de la intención, más
o menos aviesa, de otros personajes que despliegan a su alrededor un escenario
fingido y fabricado a la medida de la fantasía quijotesca.
Por eso el héroe se convierte en víctima y espectador de una farsa. Los dis-
fraces del Bachiller Sansón Carrasco o el montaje escenográfico desplegado por
los duques de Barcelona son dos ilustrativos ejemplos de esta mecánica singular,
que en la segunda parte revela la actitud cervantina de representar el mundo ca-
balleresco como una pantomima. De ahí que don Quijote, en el centro de ese es-
cenario bufo, pase a ser una criatura cada vez más desilusionada y desilusionante,
más aún por cuanto es incapaz de reconocer lo que esa realidad tiene de farsa y
fingimiento.
La ejemplarizante buena muerte de don Quijote, su “vivir loco y morir
cuerdo” supone, más que su derrota final a manos del Caballero de la Blanca Luna,
el verdadero fracaso del héroe. Cervantes triunfó matando a su criatura y, en un
impulso de piedad por ella, le hizo recuperar la razón y renegar de su extraña
y antigua locura; para mayor escarnio de los libros de caballerías, quiso que el
hidalgo manchego fuese consciente de su sinrazón. Pero el verdadero fracaso de
don Quijote, si es que fracasa de algún modo, es ése: apelar finalmente a la razón
y renegar de la locura que le había dado sentido a su existencia.
25
En cualquier caso, la condena de don Quijote y su razón misma de ser, más
allá del triunfo o del fracaso, consiste en esa permanente lucha contra una realidad
que aparece siempre como representación y quimera, ya sea porque don Quijote
se inventa el mundo o ya porque es el mundo quien le inventa a él. Recordemos
que la aventura de los leones, en la segunda parte, es la única en que el héroe está
a punto de entablar batalla con un enemigo real, no imaginado por él ni simulado
por otros; y recuérdese también que, ante esta clase de enemigos “reales” (como
ya observó Francisco Rico) don Quijote es incapaz de actuar. Por eso en la citada
aventura, la realidad - aquí simbolizada por el león - le vuelve sarcásticamente la
espalda al héroe, negándose a luchar contra él.
Cervantes, desde su sabiduría de narrador moderno, establece diferentes
planos desde los que abordar una realidad que es subjetiva y fluctuante, y muchas
veces engañosa: en primer lugar, el plano delirante de don Quijote, que es el más
fascinante de todos porque convierte el mundo en aventura y nos sitúa ante un
universo sólo regido por las leyes de la imaginación y el encantamiento. En segun-
do término, el plano de Sancho Panza, que es inestable y ecléctico, que ve molinos
y ventas donde su señor ve gigantes y castillos, pero que, por necedad o por con-
tagio, creerá también en los encantamientos, verá gigantes donde sólo hay cueros
de vino, o estará dispuesto a aceptar que es “baciyelmo” la famosa bacía robada al
barbero. Hay, en tercer lugar, otro plano que es el de la realidad contemplada por
los demás personajes de la novela, que obedece al punto de vista de la sensatez, del
pragmatismo, de la razón o del puro sentido común.
Pero en este juego de espejos laberínticos, aparece un punto de vista funda-
mental: el del lector, donde todos los anteriores confluyen y sobre el que proyecta
siempre Cervantes la responsabilidad crítica de discernir, con su buen juicio, cuál
es el concepto de realidad que debe prevalecer.
Y en ese acto de someter al lector a un esfuerzo de análisis y discernimiento,
proyectando sobre él todas las claves y toda la responsabilidad crítica, Cervantes
está inventando la literatura moderna.
Un concepto de literatura, nuevo y distinto, que ya formuló también Cer-
vantes en El coloquio de los perros cuando, ante la duda del Alférez Campu-
zano de “si hablaron los perros o no”, el Licenciado Peralta, figura que representa
al lector, responde muy sensata y significativamente: “No volvamos más a esa
disputa. Yo alcanzo el artificio del Coloquio y la invención, y basta”.
¿Qué importa si los perros hablaron o no? O lo que es lo mismo, trasladado
el problema al Quijote: ¿Qué importa si fueron gigantes o molinos, ventas o cas-
tillos, ejércitos o rebaños, y si se trataba de yelmo o de bacía; qué importa si voló
o no Clavileño? Lo que importa, para Cervantes, es que el lector atento enjuicie
críticamente el artificio narrativo, la invención novelesca, en definitiva, el valor
literario de la obra más allá de su anécdota, de su intención o su mensaje.
Y eso y no otra cosa es la Literatura con mayúsculas. Y Cervantes su inven-
tor. Y basta.
PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO
26
Rememoro, en el curso de la historia,
al heroico soldado en la Marquesa
que, galera en los mares de turquesa,
contra Uluch dirigiera Andrea Doria.
De arcabuz, importuna trayectoria,
un impacto su mano hiciera presa,
y al tullir la siniestra deja ilesa
e ingeniosa su diestra, ¡para gloria!
Era un siete de octubre y mil quinientos…
mil quinientos setenta y noble uno
cuando al Turco infligieron su quebranto.
De doscientos millares de irredentos,
treinta y tres fueran muertos de infortuno;
sólo un manco: Cervantes. Y un Lepanto.
Lepanto
TANO GARCÍA-PAGE
Verbo Azul
27
Guarda el Ebro lo azul de una quimera,
tan grande correría disparada
en el agua que llega tan sangrada,
queriendo ya la mar, la mar entera.
Estrenaba pasaje la madera
del barco aquel que supo de la nada
a cuenta de Quijote y su alocada
tropelía, que Sancho así la viera.
Confía el uno en lo que el otro incide
un disparate más, que tanto mide
cuanto más abre el párpado a lo cierto.
Y el tiempo que aún está, para más señas,
muele luz cervantina en las aceñas,
toda la luz de lo que no se ha muerto.
El poeta recuerda la aventura de Don
Quijote y Sancho en el barco encantado
(Capítulo XXIX, segunda parte de
“El Quijote”)
MANUEL CORTIJO RODRÍGUEZ
Verbo Azul
28
Qué gran caballero era,
jineteando la noche,
Don Quixote en un caballo
de madera.
Y qué soberbio escudero
un Sancho que gobernó
como Salomón su reino
marinero.
Barataria y Clavileño
más que escarnio fueron honra
para quien cambió su vida
por su sueño.
Si yo supiera, León
Felipe, dónde encontraros
a los tres,
también me haría pastor.
Espejismo cervantino
“Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura….
León Felipe
JOSÉ LUÍS MORALES
29
ENCARNA MARTÍNEZ OLIVERAS
Verbo Azul
Estuvo toda la noche cavilando. Al llegar el alba se durmió abrazada a su
propio cuerpo. Soñó. Fueron sueños turbios colmados de interrogantes, de fechas
perdidas entre amores quemados, de calendarios sin más estaciones que el frío
invierno en el que pegatinas de hastío ocultaban antiguas ilusiones, de agendas
cuyas citas -efusivamente subrayadas en su día- aparecían tachadas, de años
enterrados bajo la tortura implacable del dolor.
Cuando despertó se sentía muy fatigada; sin embargo, por más que hurgaba
en la noche, no conseguía recordar la pesadilla que la abrumaba. Apenas lograba
asir una sombra, el sueño se esfumaba dejando en su lugar el peso de una pérdida
intangible: “Otra más…” se decía, con el gesto contraído por el sufrimiento crónico
que la habitaba. Entonces, su memoria traicionó la conspiración de silencio ins-
taurada tácitamente tiempo atrás por su inconsciente y representó las imágenes
de una larga lista de ilusiones frustradas y de proyectos demolidos en cuya cons-
trucción había empleado años de anhelo y esfuerzo cementados con un profundo
amor. Cayó en la tentación y las repasó una a una abandonándose a su suerte:
era demasiado tarde para lamerse aquellas heridas. Resignada, se levantó y, tras
asearse, se dirigió a la cocina, como cada día.
Sus hijos llegaron a mediodía y saludaron desde la entrada con un desgastado
“hola” que meses atrás había ido poco a poco sustituyendo a ese beso que ella es-
peraba ansiosa cuando la hora se acercaba; pero ya ni siquiera se asomaban don-
de ella estuviera y, seguramente, tampoco les importaba la respuesta. Así pues,
como de costumbre, se dirigió cada uno a su habitación para conducir media hora
más tarde sus hambrientos estómagos hacia la cocina en busca de su madre con el
único fin de interesarse -ahora sí- por la comida del día y zamparse lo que aquella
hubiera guisado, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo.
Cuando llegó el médico, le indicaron el camino a esa cocina en la que ella ha-
bía desgastado, uno a uno, todos los sueños de su vida: Allí estaba, rendida -como
siempre- por el peso de su propio cuerpo; pero en esta ocasión éste se hallaba su-
jeto por una soga que se descolgaba desde los tubos del techo para abrazar, tensa,
su cuello. La piel de la mujer, cerúlea y fría, contrastaba con la plácida sonrisa de
sus labios.
Lo que queda de los sueños
“… ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño.”
Enfermedad y muerte de Don Quijote.
Don Quijote de la Mancha.
30
HORTENSIA HIGUERO
Verbo Azul
Desde ti hasta mí,
hay un impertinente invierno
escrito en nuestros ojos
que no teme a la estepa de la Mancha,
pues va incendiando hogueras
por todos los caminos.
Hoy toca repasar tristezas y dolores
con un puñado
de palabras de amor que viven en mi pecho.
Míralas, que ellas llevan
a tus manos sus letras y debes hilvanarlas
con tus primeras sílabas.
No temas y sólo procura al escribirlas,
colocarlas correctamente en su lugar en el libro.
No quisiera,
que en el aprendizaje de escribiente
me arrojases de sus páginas
antes de levantar mi espada de justicia
contra la iniquidad de la memoria
que hace que olvidemos cómo fuimos.
De tus primeras sílabas
31
MISIVA POR LA QUE DON QUIJOTE URGE A
SANCHO PANZA PARA HACERSE DE NUEVO
A LA AVENTURA.
TE escribo, amigo Sancho, con premura
desde el mismo lugar donde te espero.
El mundo, bien parece un avispero
y urge retomar nuestra andadura.
Hay tanto por hacer en la llanura:
trocar odio en amor -acto primero-,
allanar los escollos del sendero,
desfacer los entuertos con cordura,
romper por Dulcinea escudo y lanza,
devolver a la gente la esperanza,…
tantas cosas al pie de los caminos.
Ya ves, amigo Sancho, que aún me afano
en caminar contigo, de la mano,
y luchar contra vientos y molinos.
1.
Epistolario quijotesco
Conozco tu andadura paso a paso
y me sé tus caminos de memoria…
Ismael Belmonte
FRANCISCO JIMÉNEZ CARRETERO
32
ISIDRO SÁNCHEZ BRUN
Verbo Azul
Volver hasta sí mismo
para encontrar la luz en la sorpresa
como si todo fuera azul, azul converso,
y hallarse de una vez.
Pudiera ser que todo se iniciara
al comienzo de la única locura,
en los dedos de un vértice, en las aves
que rayan el silencio
para no sumergirse en su vacío.
Recurrir al lugar de las memorias,
destruirse del todo y hacia afuera,
y hallar dónde la muerte nos enseña a vivir.
Amigo Sancho, no sé cómo consigues
creer lo que yo creo de esta vida,
sentado en ese rucio cabezón y torpe.
Gente de pueblo, su Merced; de pueblo.
Que no leemos libros ni ceñimos espada.
Gente inculta de aldea que no quiere
rendirse a la tragedia de un olvido.
Las dos manos del dios
33
MARY-SANTOS CABALLERO MURILLO
Verbo Azul
Tu voz es tan antigua como el hombre
que sabe de la inhóspita llanura,
que sufre del camino la andadura
sin árbol que le acoja y que le asombre.
Lleva tu adarga el sol de cada nombre
y tu yelmo espejismos y locura.
No cabe más valor en tu armadura
ni sueño que tu afán no desescombre.
Renueva tus impulsos caminantes
ya caballo del tiempo aquí llegado
implanta tu justicia, exacta cota,
y arrostra con arrojo a estos gigantes
que en la extensa planicie se han alzado
y nadie apuesta ya por su derrota.
Quijote
34
Este es el título con el que apareció en Madrid en el año 1615 una segunda
parte del Quijote y de cuya publicación se cumplen ahora nada menos que 400
años. Se conmemora pues a lo largo de este año la aparición de una de las obras
cumbres de la literatura española. Según palabras de uno de sus protagonistas,
el bachiller Sansón Carrasco, “nunca segundas partes fueron buenas”. Pero este
no es el caso. Esta segunda parte es hermosísima, plena de aventuras y andanzas
y según algunos críticos muy superior a la primera, que se había editado 10 años
antes.
En esta segunda parte la narración es más rectilínea, no hay interrupcio-
nes literarias con la intercalación de novelas cortas (pastoriles, realistas, autobio-
gráficas) como sí ocurría en la otra. Cervantes ha cambiado ahora el estilo literario
ganando en expresividad y seriedad narrativas.
Las diferencias más notables entre ambas pueden resumirse así: Los tí-
tulos son diferentes, en la primera Cervantes titula “El ingenioso hidalgo”, en la
segunda lo varía por “El ingenioso caballero” puesto que el protagonista ya ha-
bía sido armado caballero en el capítulo III de la parte primera. A diferencia de
esta Cervantes no incluye en la segunda ningún poema inicial o final. Se suprimen
además los episodios literarios (pequeñas novelas) que habían sido muy critica-
das por otros autores. En la primera parte predomina como entorno geográfico
lo rural, en la segunda lo urbano. En cuanto a las aventuras de los protagonistas
la primera son todo desdichas y derrotas, en la segunda ya hay alguna victoria
y abundan los episodios burlescos. La segunda parte es más reposada, con más
diálogos Quijote y Sancho y sus aventuras son menos numerosas. Si en la primera
parte es Don Quijote quien confunde y trasforma la realidad, en la segunda son
otros los personajes quienes le confunden y engañan a él.
Pese a estas grandes diferencias literarias conviene destacar que ambas
partes, por ser obra del mismo autor, contienen importantes semejanzas. Así la
segunda parte se deriva incuestionablemente de la primera en cuanto que se abor-
dan los mismos temas y artificios y tienen ambas un carácter itinerante en su ar-
gumento (Don Quijote y Sancho están permanentemente de camino).
Pero un hecho importante acaeció en 1614: la aparición de una segunda
parte apócrifa de un Quijote falso firmada por un tal Alonso Fernández de Ave-
llaneda, nombre supuesto del autor y que precipitó sin duda la aparición un año
después la de Cervantes.
Ante este hecho podemos hacernos algunas preguntas: ¿Fue clave este
Quijote de Avellaneda en el de Cervantes? ¿Cervantes escribió su segunda parte
en desagravio a aquel falso Quijote? ¿Cuándo conoció Cervantes la aparición del
Quijote de Avellaneda que le suplantaba a él y a sus protagonistas? y por último
¿Cómo trató Avellaneda a los protagonistas y al propio Cervantes?
400 años de venturosas andanzas
“Segunda parte del ingenioso cavallero Don Quixote de la Mancha”
35
Para responder a estas cuestiones basta sólo con acudir a la segunda parte
del Quijote en la que el propio autor nos aclara bastantes dudas. Ya en el capítulo
LIX y en el prólogo Cervantes nos avisa a través de los propios protagonistas de
la aparición de otro Quijote falso y también en el prólogo habló sin miramientos y
sin rodeos sobre el ficticio autor de aquella segunda parte apócrifa y de los insultos
que le había proferido su falso autor. Cervantes se defiende de todo ello diciendo
que él había sido un valeroso soldado y que sus personajes no eran tan estúpidos
como Avellaneda los había presentado.
Constatamos, pues, que Cervantes conoció inmediatamente, ya en el mis-
mo 1614, la existencia de esta segunda parte falsa, que por supuesto él no había
escrito y que además llevaba ya escritos en este mismo año 58 capítulos de los 74
totales de los que consta su segunda parte y que este hecho le impulsó a terminar
de escribir y dar por terminada su obra mucho más rápidamente, quizá precipita-
damente.
La aparición de ese otro falso Quijote produjo importantes cambios de ar-
gumento en el del mismo Cervantes, siendo así que, tal y como lo tenía planificado,
porque lo había anunciado previamente, llevaría a su protagonista a unas Justas
(premios) a Zaragoza, sin embargo como Avellaneda llevó el suyo a esta ciudad,
Cervantes cambió el itinerario a Don Quijote y lo desvió a Barcelona (ciudad en la
que finalmente fue derrotado y devuelto ya vencido a su pueblo manchego) y aquí
introduce Cervantes otro cambio más haciendo que su personaje muera para que
nunca más pudiera ser imitado ni hubiera ya terceras partes con él
Podemos concluir que la lectura detallada del capítulo LIX y del prólogo
de este Quijote de 1615 así como las disputas literarias entre los autores Cervantes-
Avellaneda significaron profundos cambios en una obra cumbre de la literatura
española de todos los tiempos y que a veces la aparición de obras apócrifas ayuda a
engrandecer al original. Es una reflexión que debemos hacer en esta conmemora-
ción del IV centenario de “la segunda parte del ingenioso cavallero Don Quixote de
la Mancha” por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su primera parte, como así
consta en la portada de la edición hecha en Madrid en 1615 por el impresor Juan
de la Cuesta y que se vendía en “casa de Francisco de Robles, librero del Rey N.S”
ANTONIO DEL ARCO MARTÍNEZ
36
Todo era luz en su andadura,
preciada luz con que la mente sueña
el desencantamiento de la amada
y la esencia impoluta de los seres.
Porque de la verdad la luz persigue,
al ser tal el deseo que tenía
de sacar mentiroso
a aquel que, en Aragón, Avellaneda,
apócrifo, una segunda parte
de otro falso Quijote le naciera,
no quiso el Caballero
pasar por Zaragoza.
Era una luz mayor la que buscaba
por el amor, su esencia y la ternura.
Ramilletes de mar para el encanto
que desde su cerebro pretendía.
Entregado al poder de su nobleza
camina, y el encuentro
casual con el que más es para “frade”
que para bandolero,
Roque Guinart, le sobrestima;
el humanismo emprende alas
en la acción solidaria del hallazgo.
Se hace más luz la entrega.
Estaba convencido que el remedio
se hallaba junto al mar,
mar que hasta entonces nunca conocieran.
Pasan, desde los llanos y las cumbres,
a la playa tan larga y espaciosa,
que parecióle harto más grande
que las lagunas de Ruidera
que allá en La Mancha habían visto.
Parábola del viaje de Don Quijote a
Barcelona
37
El mar alegre y la jocunda tierra,
el aire claro y omnímoda la playa,
le agigantan su fe.
Ya no le importa
si la brisa quebranta primaveras
o se acerca un invierno por su sangre.
Don Antonio Moreno advierte
la locura genial de Don Quijote.
El encanto,
por desencanto, irrazonado:
zahorí, la cabeza, vaticina
empresas no del todo luminosas.
La luz estaba en Barcelona.
Pero también la sombra.
Aquí se crea
el fin de la utopía. Sobre esta playa,
el falso Caballero de la Blanca
Luna destruye con su lanza
las dunas de los sueños.
La palabra empeñada y el Hidalgo
vencido, cumplirá su promesa:
será su casa el claustro y espera su sentido;
dolor será la senda, ya mordida
por punzantes y tórridas aulagas.
“Dios perdone el agravio que habéis hecho,
señor Sansón Carrasco
-sentencia el anfitrión- , aunque fuérades,
como decís, del lugar mesmo
del loco más genial que dio la historia.
Y si no fuese contra caridad,
ojalá nunca sane Don Quijote,
porque con su salud
no solamente perderemos
sus gracias sino las de Sancho,
su escudero, y cualquiera dellas
puede volver a alegrar hasta
el mismo desconsuelo”.
Que Dios perdone su victoria.
Vale.
NICOLÁS DEL HIERRO
“El Quijote en naipes”. Pilar del Campo Puerta
39
JAVIER LOSTALÉ
Qué bello amanecer sin disputa
el de quien nombra el mundo
velado en su propia sabiduría
para así toda música escuchar
con su oído siempre nuevo,
pues posee la inocencia
del total encendimiento.
Como alba acude siempre
a levantar lo desposeído
hasta que crezca un sueño
que en alguien se multiplique.
Callado se apaga a la puerta de su jardín
para que brille intacta la rosa de todos,
y canta luego la dicha plena
de ser en lo que no le pertenece.
En sombra despierta cuanto ama,
y cuanto recibe lo convierte en pulso.
Claridad se le torna siempre
la lenta compañía de unos pasos.
Qué bello amanecer de sumas
para arder en un corazón solo.
Humildad
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Escucha este lamento de lobo malherido,
esta dormida lluvia
encima de los bosques,
la abreviación del aire en tu garganta.
Así podrás sentir
el principio del miedo
al final de las ruinas.
Habla con esa voz que sabe a humo
y a la bruma tangible
que emerge cada tarde en que te quedas
a solas con tu nombre.
Ya verás que la voz
se crece ante la nada
cuando se expande y templa entre los dientes
el árido temblor de cada grito.
Descubre cómo lloran los caimanes,
cómo la luna incendia la quietud de sus ojos
y la noche te deja
una huella de sangre en los pantanos.
Mira cómo se vuelven tus palabras
de golpe hacia el abismo
y desde abajo surge
el último estertor de los cuadernos.
Encadena a tus sílabas
la tinta más oscura de las lágrimas,
deja que tu cabeza
encuentre ese lugar
propicio entre los brazos: alguien dirá que es hora
de escribirle epitafios a los sueños.
Escucha atentamente los ruidos de la calle,
ese sordo rumor de la intemperie
y del viento que huye tras las ramas.
Así podrás notar
el otoño absoluto
que amarillea el cielo de tu árbol,
aquel que ha resistido tantas veces
la tala de su tronco.
Consejos para sobrellevar tristezas
41
Sabes que aún hay tiempo para hacer de tu piel
origen de la piedra,
para dejar monedas oxidadas
a cambio del café que estaba helado
y coserle al bolsillo
la manera que tienes de esconder tus pañuelos.
Quizás como Penélope
deshagas tus telares,
pero los nuevos hilos tejerán otra vez
el funeral dolor de la memoria.
Observa cómo el frío
desmorona la luz en la tormenta,
cómo convoca el lodo en tus zapatos
y arrebata el azufre quemado de tu antorcha.
Y no temas mirar
al hermoso cadáver de la infancia.
Será mejor que pienses
que no has perdido el fuego en tus rescoldos,
que no habitas del todo la tristeza.
No la dejes de lado, no la ignores:
por ella encontrarás
el camino más breve para explicar la vida.
CRISTINA COCCA
Verbo Azul
Premio Círculo de Bellas Artes 2014
42
JUAN DE MOLINA
Te miro, río Grande, espejo de los días,
y me llega el amigo de los años primeros:
la barca encadenada al fresno de la orilla,
la tentadora barca sin remos ni barquero.
Dos jóvenes ardientes, émulos de Caronte,
que convierten en remos el temblor de sus manos,
sueñan con las muchachas, las prematuras novias
que, anhelando el verano, en el pueblo quedaron.
Entre la fronda umbría por la vencida tarde,
bajaba de Alcolea un murmullo cansado
de pretérito tiempo, de lejanas revueltas,
de ideas liberales, de sables oxidados.
Por restos de la oliva, sus aguas eran tintas
y, a la vez, transparentes, ¡qué misterioso arcano!
Fue inevitable, entonces, evocar la victoria
–las aguas ya bermejas- del general Serrano.
Era en la primavera, ya próximo el estío,
atados a la orilla por barca sin remero,
ganados por el río, en lírico silencio,
sueñan, adolescentes, dos muchachos inquietos.
El agua los acuna con su cadencia blanda;
de la ciudad omeya apenas llega el eco
de un patio de naranjos y un templo de oraciones,
de suras y casidas el rumor de unos versos.
Presagiando el saludo de la dorada torre,
fluye el río sin prisas, lejos de sus comienzos,
buscando va el abrazo de la ciudad costera
donde madura el vino y el mar es ancho sueño.
Guadalquivir eterno, ¡qué tarde en la memoria!:
el discurrir del río con su caudal sereno,
dos jóvenes amigos y una barca cautiva,
¡qué gozo ya indeleble prendido del recuerdo!
Córdoba adolescente
43
GRACIELA ZÁRATE CARRIÓ
Como si se tratase de la daga
más filosa de óxido,
se me inserta el país que elegí estando ciega.
Se ensaña con la fuerza que arrebata
en cada poro y fécula de pueblo.
No les es suficiente con quitárnoslo todo,
ahora quieren que enferme y me tumbe rendida,
que los niños no coman, los jóvenes no estudien.
Yo sé que valgo flor y valgo espuma
y hasta el mar les reclama que se haga justicia
y sé que somos muchos, que no ardo solitaria
de rencor y temblores mal nacidos.
No saben lo que hacen cuando avanzan
cargándose a la masa que acuartela
al único tesoro, nuestro pueblo.
Quedará sólo tierra:
un páramo desértico de audacia que abortaron,
mientras se hicieron ricos.
Capital
Caminos perdidos. Mariana Feride
45
JOSÉ MARÍA HERRANZ CONTRERAS
Premio Certamen de Poesía Círculo de Bellas Artes de Madrid, 2012
Somos los eternos olvidados de las cunetas,
un disparo triste recuerda nuestro origen.
Los espectadores aplauden con desgana,
no tuvieron suficiente sangre ni tortura.
El espectro de Lorca amordazado se levanta,
Luis Cernuda intenta inútilmente fundir deseo y realidad
mientras Aleixandre languidece sin poder besar el pecho
[desnudo de su amor.
Los espectadores tapan sus oídos con cera
para no escuchar el dolor de los poetas.
Nadie se interesa por nosotros,
nuestros asesinos nos gobiernan y bendicen.
Aburridos los espectadores quieren una revolución,
pero una revolución bancaria.
Sin palabras para describirnos, no interesamos a nadie.
El vicio burgués decolora nuestras manos,
nuestra anomalía no es revolucionaria, sólo queremos amar
y nos dicen que ya tenemos prostíbulos y cines clandestinos.
La sociedad no está preparada para reconocernos,
ni siquiera las bombas explotan por nosotros.
Nadie reconoce el cadáver semidesnudo
hallado en el parque, no saldrá en los periódicos.
Nadie quiere hablar porque no existimos,
sin víctimas no hay violencia.
Me avergüenza este país de muertos, crucifijos y silencio.
La amnesia nos hermana con los eternos olvidados de las
[cunetas.
Eufóricos espectadores celebran su libertad de expresión
borrando el pasado, mirando con esperanza su futuro,
pero mi expresión se reduce al anonimato y al silencio
porque nuestro amor y nuestros cuerpos son invisibles.
Somos los protagonistas invisibles,
los eternos olvidados de las tapias de los cementerios.
Y ahora comprendo que nunca podré amar,
nadie soñará nunca con mi cuerpo.
El dolor de los poetas
(1936-1977)
Sin título. Cristina F. Zambrano
47
LOLA FRANCO
Enero 2011
La soledad de
aquellos versos que no escribo
me arañan sin piedad
el alma y la memoria
En la quietud del aire
me hiere el susurro
del pétalo dormido
que lentamente
ofrece al sol la piel
inmaculada de una rosa
La luz de los recuerdos
me hunde en el olvido
del beso que palpita, insurgente
en los labios
que buscan otra boca
En la noche,
el oscuro clamor del cielo
me reclama
algún jirón de plata
que acune entre sus brazos
el fulgor palpitante de la aurora
Y el corazón
ungido en lágrimas
de un mar abierto
en mil caminos
le otorga al viento
-caprichoso y fugaz-
las más bellas palabras
del verso que no escribo…
48
MARIANA FERIDE
Verbo Azul
Cosas efímeras me rodean.
Las aparto con bondad y firmeza,
con un gesto limpio y asumido.
La gloria pertenece al héroe.
La fama, a las estrellas.
Las madrugadas me encuentran buscando
tierras para sembrar amor:
la semilla de dios.
Ser esponja, almacén temporal,
no me interesa.
Tierra fértil
es lo que pretendo de mi mente.
La pira me espera,
feliz y preparada para este tormento.
Arder
49
ANA BELLA LÓPEZ BIEDMA
Verbo Azul
Amanecí sin credo y sin espinas.
Los lunes no son días para escribir poemas
aunque suene la música
al otro lado de las puertas rotas
y siga siendo sábado.
Sobrevivo en los charcos
como un reflejo huraño que ya no se parece
al rumor de las hojas, al estío,
que ya no se parece al pan o al hambre.
Se me ha roto París tan mansamente
que debo de haber muerto antes de ahora.
Llevo la noche de Madrid adentro,
con ese olor a vómitos y orines
y tantos vasos solos.
Ya ves, amor, alguna vez me tumbo
en la chaise longue de tu melancolía
y entono la canción de los borrachos
al borde de tu copa.
Soy el último hielo de tus labios.
Y sé que tú me ves.
Se está rompiendo el sol entre mis ojos.
Pretérito aperfecto
Sin título. Cristina F. Zambrano
51
ANA GARRIDO PADILLA
Verbo Azul
Una lámpara inmóvil, su costumbre,
la semilla de un árbol,
una sombra cualquiera en las inmediaciones
del cielo de la tarde.
Y luego esta tristeza que se queda,
como un fuego extinguido,
dibujada en las cosas,
visible todavía contra su transparencia.
Sobre la mesa, a oscuras,
el vino de la ofrenda y esta luz sosegada.
Ya lo sabemos todo de la sed.
52
JUAN JOSÉ ALCOLEA JIMÉNEZ
Verbo Azul
Eran las cuatro.
El sol acuchillaba cada sombra
con terca precisión de cirujano
y el aire, como un muerto transparente,
gemía en el tizón del pavimento.
La vi llegar.
Iba despacio.
Con ese deambular con que se mueven
aquellos que no buscan techo alguno
o tienen ya sus muertes ocupadas.
El lacio pelo
tapaba las heridas de su rostro
y un viejo traje
colgaba del armario de sus huesos.
Hay siempre un signo
que indica en qué parada nos quedamos,
o el hambre en qué llegar a donde nunca.
No me miró.
Barría lentamente con los ojos
los huecos que dejaban en la acera
las caras aburridas de los coches.
Como si hubiera
perdido el testimonio de la vida
en ese arcén que muerden los bordillos
o el lienzo capicúa de las losas.
De pronto se inclinó;
fueron sus dedos
voraces comisuras que buscaban
los restos de un cigarro muerdecido.
Pude ofrecerle
limosna de guardar,
o cien paquetes
que fueran acabándola a diario.
Pero no quise.
Hubiera herido
la vieja dignidad que aún le quedaba.
Encuesta para un cobarde
53
El día del fin del mundo
La segunda rutina de la jornada era mirar por la ventana. Se quedaba en el
salón hasta que su vecina salía a recoger el periódico. El repartidor de la prensa,
un chico en bicicleta, sonaba el timbre al embocar la calle San Carlos y la vecina
salía. Antes de desaparecer ella se demoraba en algún titular, ahí, entre la verja
y la puerta entreabierta. Luego no la veía más hasta la mañana siguiente. No se
puede decir que la extrañara o algo por el estilo. No recordaba haber conocido una
chica tan bella, aunque desde la altura que la contemplaba no podría dar el fiel de
sus rasgos. Su observación solo era una rutina y la belleza que suponía era más en
la sutileza de sus movimientos que en la certeza de conocer su rostro.
Nuestro hombre, con un vaso de agua entre las manos, miraba por esa mis-
ma ventana la noche en que vio caer un meteorito. Algo sucedió en casa de la chica,
un chasquido, una luz encendida de repente, y él, al pasar la vista del meteorito a
la casa de su vecina, se le antojó un deseo estúpido. Fue solo un pensamiento sua-
ve y dulzón; y en fin, un deseo cualquiera porque estaba cansado y no tenía ganas
de levantarse temprano al otro día para verla de nuevo salir a recoger el periódico
y ese gesto de saludar al chico que a él se le antojaba para sí. Fue un deseo, casi un
segundo y luego lo olvidó.
Es probable que su aspiración haya sido malinterpretada, ya sea por la rapi-
dez con que lo expuso o por no estar él plenamente decidido. Lo primero a la ma-
ñana siguiente fue sentirse un poco mareado, y aunque nunca lo supo, fue a causa
de la ausencia de testosteronas. Él se había convertido en su vecina. Al principio
vio que había ciertas ventajas estéticas, pero después sintió nostalgia de la forma
de orinar, lo cual era su primera y más vieja rutina; o la dificultad para arreglarse
el copioso cabello que ahora tenía. Así, por las nostalgias, se preguntó qué había
sido de él. Es la duda esperada cuando se recuerdan los cuerpos desaparecidos. Y
como en todos estos pensamientos se le hizo un poco tarde, tuvo que correr para
llegar a la ventana cuando sonó el timbre de la bicicleta del chico que repartía el
periódico. Al asomarse vio que era el jardinero de su edificio quien pedaleaba por
San Carlos y nada certero distribuía la prensa. En lugar de ella, el chico de los pe-
riódicos salió en paños menores de la casona y en el jardinero que esperaba tras la
verja de su edificio se reconocía la calvicie que antes había sido suya.
Vaya embrollo en el que me he metido, pensó momentos después, mientras
leía el periódico. Según las noticias había enfriamiento global. Luego de la escena
de la chica y el periódico, rara vez volvía a mirar por la ventana si no era de noche
y estaba aburrido, pero aquella mañana lo hizo a eso de las diez. Vio entonces que
las colegialas de San Lorenzo piropeaban las deformidades de su cuerpo, ahora
vertidas en el jardinero. Por cosas como esta muere la gente y se acaba el mundo,
se le ocurrió pensar, aunque con algo de alegría, pues siempre le gustaron estas
consideraciones filosóficas. A las diez y veintiuno de ese día ya estaba muerto. Al
principio se subió despacio al alfeizar, casi con solemnidad, se podría decir. Se sui-
cidó, igual que todos los que se creían tan culpables como él. Se lanzó desnuda por
la misma ventana desde donde por algunos meses había observado a esa chica, y
tres galaxias arriba el dios que lanza las piedras para ver cómo se encienden contra
la atmósfera, al verlo caer, pidió un deseo estúpido.
ALEJANDRO CERNUDA
Verbo Azul
54
PILAR DEL CAMPO PUERTA
Cuando Lucía salió del despacho del Director de Gestión tenía el rostro muy
tenso.
- ¿Qué te pasa? – pregunté.
- Acabo de hacer lo que jamás hubiera pensado.
Me asusté. Lucía era mi compañera. Mi amiga. Podría decir que hasta mi amor
secreto, pero eso es tan secreto que casi ni me atrevo a mencionarlo.
- ¿No habrá sido una locura? –volví a preguntar.
- No lo sé. He defendido mi igualdad y punto.
- ¿Quieres que hablemos? –me ofrecí
- Ahora no –contestó Lucía dejando perder la vista en la pantalla del ordenador.
Estuve esperando sus palabras, o mejor dicho las consecuencias. Pasaban los
minutos, mudo el teléfono, los únicos sonidos eran alguna tos inquieta y el golpear
de los dedos en los teclados, y por movimiento, solo el aire de la respiración conteni-
da de las cinco personas que ocupábamos nuestros puestos y que dependíamos del
Departamento de Gestión con su Director al frente.
Por fin éste salió de su guarida, se dirigió a Lucía y al parecer dijo: “Lo siento”.
Pero fue un arrepentimiento tan sordo, que solo ella lo percibió. Sin embargo, los
demás quedamos más en suspenso todavía cuando oímos la contestación de ella:
“Desnuditos todos somos iguales”.
Después supimos que en un arrebato de superioridad, en vez de dar en la mano
una documentación a Lucía se la tiró a la cara y al suelo; ella muy digna salió del
despacho dejando todo donde había caído.
La frase y la decisión de Lucía hicieron que la apreciara más porque había sabi-
do cómo poner fin a la superioridad desorbitada del tirano, había dado luz verde a la
igualdad de manera justa, sencilla y digna.
No ha hecho falta mucho más para que el superior se dé cuenta que la desigual-
dad no conduce a nada, porque como bien dijo Lucía, salvo las diferencias lógicas
y evidentes, todo el que se crea superior por “el disfraz” tal vez esconda grandes
complejos de inferioridad en: inteligencia, humanidad, capacidad creativa, amabili-
dad, belleza interna o externa, resolución, decisión, bondad… y quiera hacerse notar
“dando la nota”.
Desnuditos todos somos iguales, menos Lucía que es única; además tiene una
hermosa historia de superación de la que puede estar muy orgullosa, aunque no
alardea de ella porque es prudente y sencilla. Me tiene encandilado. A ver si tengo
valor y le digo cuánto me gusta.
Desnuditos todos somos iguales
55
JOSETO ROMERO, 2015
Verbo Azul
Abrazo en Múnich
Nos conocimos mucho antes del abrazo, en la Universidad. Terminamos los
estudios y Roberto se fue a Alemania. Le tenía entre mis contactos pero con el
tiempo ya sólo nos felicitábamos cumpleaños y Navidades.
Fue una sorpresa encontrarnos en el hackathon de Múnich. Competíamos
por un premio en aquel maratón de programación, pero igualmente corrimos a
abrazarnos nada más vernos. Antes de separarnos de nuevo, nuestros teléfonos
comenzaron a vibrar.
Ambos llevábamos Open T-shirts, las camisetas inteligentes con infinidad de
funcionalidades. Entonces no eran tan comunes.
“#OpenT-shirts - @AnaCR y @RobertoAC se han abrazado en Múnich”
Y, a continuación, un nuevo mensaje:
“@AnaCR y @RobertoAC - ABRAZO UN MILLÓN de #OpenT-shirts,
¡enhorabuena!”
Salimos de Múnich con un premio. No precisamente el del hackathon, sino
un fabuloso viaje. Visitamos veinte ciudades con el compromiso de abrazarnos
en cada una de ellas con nuestras camisetas inteligentes. Gracias a un palo selfie
dejamos constancia de todos los abrazos viajeros en la red, siempre con algún
monumento emblemático de fondo.
Por eso en la boda no nos dimos el típico beso.
56
ÁNGEL MUÑOZ
Verbo Azul
Mientras la cigarra disfrutaba de la plácida tarde estival cantando soleares y
fandanguillos, la hormiga se afanaba en almacenar todo lo que podía, y odiaba la
alegría de su vecina. Fingiendo naturalidad le dijo:
– Ya podrías trabajar un poco más y ahorrar para el día de mañana, me pare-
ces un poco irresponsable.
– No hay problema, si tú y otros como tú no acabáis expoliando a la naturale-
za, ella es mi despensa. No me creo necesidades superfluas y lo que necesito para
vivir el campo me lo da con generosidad cada día.
–Tendrías tu propio granero bien lleno y solo para ti, eso te daría seguridad.
Entonces la cigarra le contestó:
–¿Y para que quiero tener más de lo que necesito? Poner mi seguridad en
manos de lo que poseo me haría depender de ello y me generaría ansiedad y miedo
a perderlo.
–Yo guardo mis ahorros en paraísos bien defendidos y que nadie tenía acceso
a ellos.
– Cuanto más tienes, más energía gastas para mantenerlo –respondió la ci-
garra desde su rama – cuando no tienes nada, cuando no estás apegado a nada, la
tranquilidad y la libertad corre por tus venas. Yo soy feliz con lo que soy y tú con lo
que tienes, esa es la diferencia.
– Pero mientras tenga riqueza, tendré poder y seré importante; a mí me te-
men y me admiran, en cambio tú apenas cuentas para la sociedad.
– Como no me tienen en cuenta, nadie me odia, ni me utiliza, ni me persigue.
No sentirse importante es lo primero para poder encontrar la paz.
La hormiga, a la que habían educado para trabajar y acumular riqueza, no
entendió a la cigarra y pensó que no dejaba de ponerle pegas a todo, posiblemente
para justificar su vagancia. Contrariada, se fue a cuidar a los pulgones, con los
únicos que era solidaria porque sacaba de ellos un jugoso néctar del que se ali-
mentaba.
Aparte de a los pulgones, a nadie más ayudaba.
La cigarra y la hormiga
57
Ella no tenía ninguna fe en el futuro, había pasado las suficientes decepciones
como para no confiar en ningún hombre, pero él se había portado tan amablemen-
te que podría ser una excepción, aunque Évin sabía que estas cosas no pasaban a
menudo.
Cuando él la cedió el paso y la rogó que pasara delante, en la caja del super-
mercado, fue de una cortesía extrema.
Aunque él tendría como diez años menos que Évin, y no sabía que su verdade-
ro nombre era Evarista, a ella no le importó a la hora de hacerse ilusiones, porque
contaba con su buena apariencia, y ésta, según la opinión de muchos y muchas,
era excelente. Él era un hombre de un atractivo espectacular.
El día que se vieron en el gimnasio fue como una confirmación del destino o
así le pareció a Évin. Desde aquel momento se saludaban amigablemente, tanto
que Evin le invitó a tomar un café en su casa, al domingo siguiente de su encuen-
tro. A partir de ahí comenzaron a verse con cierta asiduidad. Las amistades de
Évin la increpaban con curiosidad, sobre todo su amiga más íntima, ya que las
dos se contaban casi todo lo que les ocurría. Évin, le esbozó a Lola lo acontecido y
cómo él y ella habían llegado a intimar tanto.
Lola se mostraba recelosa sobre las intenciones de él, hasta que Évin les pre-
sentó en una ocasión y desde aquél momento Lola animaba a Évin a que continua-
ra con la relación, basándose en la máxima de que “lo que dure ha durado”.Évin,
a veces, llamaba a Lola para que se reuniera con ellos a tomar una copa y poder
charlar, al mismo tiempo que la satisfacción y enamoramiento de ambos quedara
bien latente. Évin notó que Lola empezaba a rechazar las proposiciones de salir los
tres, hasta que él un día propuso a Évin traer a un amigo para que hiciera pareja
con Lola. A Évin le pareció una idea genial. Hubo varios encuentros los cuatro
juntos, hasta que un día Évin tuvo una llamada del amigo de él, hablándola de su
preferencia total por ella, no podía remediar la atracción que sentía y quería tener
una conversación. Évin no pudo contener su sorpresa, pues le había visto muy
entusiasmado con Lola, en las diferentes tardes y noches que coincidieron, y así
se lo manifestó.
A raíz de esta conversación las citas con él se fueron distanciando, no porque
Évin lo pretendiera, sino porque él tenía un nuevo trabajo y viajaba con frecuen-
cia. En ocasiones Évin le acompañaba según el lugar al que se desplazara. Él tenía
que ausentarse, según Évin le dijo a Lola, una semana o quizás diez días. El amigo
de él llamo a Évin pidiéndola salir, ya que estaba fuera su enamorado. A Évin no le
pareció mala idea, ella estaba segura de su postura acerca del amigo de él. Queda-
ron en ir a cenar y después a una discoteca en las afueras, para tomar algo.
No tan triste, pero sí un “figura”
58
La noche transcurrió sin incidentes ni malos rollos sino todo lo contrario, él
se mostró amable y muy educado. Al salir de la discoteca y sentados ya en el coche,
el amigo de él fue a encender un cigarrillo y comprobó que no tenía el mechero,
valioso por lo que representaba según él, de oro y con sus iniciales grabadas, por
tanto, tenía que volver a ver si lo encontraba.
Mientras Évin esperaba en el coche sentada, vio salir a una pareja muy aca-
ramelados, se dirigían hacia un vehículo descapotable aparcado a unos metros
de distancia de donde se encontraba Évin. En la oscuridad no se podía distinguir
absolutamente nada, solamente lo abrazados que caminaban besándose. Estaba
ensimismada contemplando la escena, cuando se abrió la puerta del coche y en-
tró el amigo de él, venía contento, había encontrado el encendedor. Introdujo la
llave de contacto y arrancó el coche, al encenderse las luces fueron a parar hacia
la pareja de amantes, en aquél momento apoyados en el lateral del coche, en posi-
ción delicada, las caras de ambos podían distinguirse con dificultad, pero cuando
conoces bien a alguien esto facilita reconocerle. Se trataba de dos hombres y uno
de ellos muy familiar y querido de Évin y de su acompañante. Ella se llevó la mano
a la boca para que su grito no demostrara el estupor que sintió, notó que el coche
se ponía en marcha a toda velocidad dirigiéndose directamente hacia la pareja.
Évin miró al amigo de él y comprobó cómo sus dientes apretados componían una
mueca mortal en su cara.
MARISA GONZÁLEZ
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CONCHA GARCÍA DE LOS ARCOS
Verbo azul
No creo que esto me pase sólo a mí, pero me estoy empezando a cansar. La
paciencia tiene un límite y la mía, que creo es mucha, pues también.
Yo sé que ellos están aquí, que viven entre nosotros y que tienen derecho,
como todos, a sus ideas y costumbres, pero en mi opinión, o al menos en lo que a
mí me afecta, se están pasando. A lo mejor no todos, pero sí el que me ha tocado
en suerte.
Es que me esconde las cosas. He hecho ensayos, hasta mapas de donde guar-
do los objetos, pero no hay manera, se los lleva y luego aparecen en cualquier
parte, si es que aparecen: desde hace años busco unos pendientes, que le debieron
de gustar, y que, a lo mejor, todavía lleva colgados de las orejas.
Se come los calcetines: cuando lleno la lavadora tengo buen cuidado en in-
troducirlos bien emparejados, bueno pues no hay forma, siempre falta alguno.
Desde niña sé que los mengues, los duendes andaluces descendientes de los
yiins que trajeron los árabes, viven en nuestras casas y que solo hacen pequeñas
travesuras como: agriar la leche, apagar el fuego, cortar el agua caliente cuando te
duchas, y eso: esconder cosas. Y también sé que es peor enfrentarse a ellos y que
no conviene enfurecerlos.
Pero es que ahora al mío le ha dado por quitar la señal de la tele, justo
cuando mejor está la serie, y además mi marido dice que no está seguro de que no
hayan tenido algo que ver con los resultados de los últimos partidos entre El Barsa
y El Real Madrid…
Y claro, yo me pregunto: ¿No se les podría aplicar la ley de extranjería alegan-
do que sus antepasados vinieron de África?
Lo consulté a un amigo policía y me miró como si estuviera mal de la cabeza.
Pero, de verdad, ¿a ustedes no les pasa lo mismo?
Es que si nos juntáramos y pudiéramos crear una asociación de damnifica-
dos, quizá aprovechando la xenofobia imperante…
¡Ya está bien!
60
EVA BARRO GARCÍA
Verbo Azul
– ¿Cómo puedes aceptar a ese chico, sin oficio ni beneficio?
La abuela preguntaba, entre enojada y sorprendida. Dijo la niña, entonces,
entre dolida y desafiante:
– ¿Fuiste feliz tú, con el abuelo?
Se quedaron mudas ambas. La joven recordaba las atrevidas caricias del gua-
po y atlético novio, tras la sutil conversación con la que se habían entendido:
– ¡Uff!
– ¡Qué fuerte! –– había contestado ella; las mujeres, ya se sabe, tienen más
capacidad lingüística.
La anciana rememoraba cómo se había dejado engañar muchos años atrás:
– Mira que es feo. Si por lo menos fuera alto…
– Pues ahí donde le ves, va a ser ingeniero. Su familia tiene minas.
La señora desvió su atención hacia el lujo que la rodeaba, y sonrió recordando
los esfuerzos del abuelo, capaz de aprenderse a Rubén Darío, a Gustavo Adolfo y a
Neruda para conquistarla, que también habían influido, no todo fueron las minas
de carbón. La muchacha consultó en su móvil la llegada de un críptico mensaje.
– ¡Ayyyy! Por lo menos dominaba el castellano… y era todo más bonito.
Rugió una moto en la acera. La nieta echó una ojeada a través del visillo y
soltó un “uaaaaauuuuu” antes de lanzarse a la puerta. La abuela atisbó también
tras el encaje y reconoció que el motorista tenía planta, pero se expresaba a fuerza
de impacientes acelerones.
– Eh, abuela, que en el Caribe también hablan español.
– Ya, como aquí. Pero entre él y tú os estáis cargando el idioma.
– Y el abuelo de su padre, o algo así, era de Asturias, como el tuyo.
– Sí, pero entonces la gente… las palabras…
Las dos comprendieron que la felicidad es tan sólo una idea. La anciana se
preguntaba si aquel cuerpazo mulato provendría de un verso en boca del histórico
emígrate asturiano; la niña empezó a valorar, mientras se acomodaba a la cintura
del novio, la posibilidad de que él hilvanara algo más que un ok.
Generaciones
61
Antes era abogado. Tenía un buen trabajo en una firma prestigiosa con dele-
gación en Málaga y se barajaba mi nombre para ser nuevo socio. Mi último asunto
era de mucho dinero, una demanda millonaria contra una firma de automóviles en
la que nuestro cliente reclamaba la titularidad de una patente.
Sería por abril, un sábado por la mañana después de una semana de mucho
trabajo, cuando decidí darme una vuelta por un mercadillo de libros que habían
puesto en la Plaza de la Merced. Me gustan los libros y las sorpresas que a veces
puedes encontrarte en los mercadillos y las librerías de libros antiguos o descata-
logados. No era un mercadillo especializado, había lo típico de estos puestos: co-
lecciones incompletas de las que han anunciado por televisión, clásicos en formato
barato, revistas de pasatiempos y poco más.
Algo apartado, haciendo esquina, separado de los demás, había una caseta
peculiar, pequeña y de madera barnizada. Una joven delgada, bajita, elegante, de
media melena rubia perfectamente recortada y alisada, se alejaba del puesto des-
pués de cruzar algunas palabras con el librero. “Es de las que confundirías con
un playmobil en una noche gamberra” pensé mientras me acercaba a echar un
vistazo. Eran libros antiguos, muchos de encuadernación holandesa, otros de piel
decorada en oro, alguno con estampado en tela, había varias Biblias, una edición
de Los miserables de 1890 en cinco volúmenes grabados, cosas así. El dueño es-
taba agachado, calentándose las manos en una estufa de gas, no tenía muy buen
aspecto.
– ¿Puedo? – Dije señalando un pequeño libro de cuero negro que me había
llamado la atención.
– Sí, todo se puede tocar, teniendo cuidado todo se puede tocar.- Dijo incor-
porándose.
Era un tomo en cuarto menor, encuadernado en plena piel, con el lomo liso y
unos extraños símbolos en la tapa estampados en seco.
– Es cabra.- Dijo el vendedor.
– ¿Cómo?
– Es piel de cabra.
– Ah -dije- No pone el título.
– No es necesario, es el libro de su futuro- Dijo, mirando al suelo fijamente.
– ¿En serio?- Dije sonriendo mientras lo ojeaba. Faltaban, como arrancadas
al azar, algunas hojas- pues está en blanco.
– Claro, no es suyo aún.
– ¿Quiere decir que si adquiero el libro se escribirá sólo? – Bromeé.
– No lo sé, es su futuro.
– ¿Cuánto vale? – La broma empezaba a gustarme.
– Bueno, en un primer trato le cobraré un euro, el precio vendrá después.
– ¿Después? ¿En un segundo trato?
– Sí, lo que diga el libro.
– ¿Intenta decirme que el libro va decir cuánto vale?
Libro antiguo
62
– Puede.
– ¿Y si no lo dice? ¿Y si no dice absolutamente nada?
– Pues entonces tendrá un bonito libro por un euro. ¿No es un buen negocio?
– Tenga – Saqué una moneda y se la di.
El vendedor me dio una bolsa de papel marrón para guardarlo.
– Trato hecho, señor – Me dijo.
– Gracias, que le vayan bien el día- Le respondí.
– Hasta la vista- Escuché que me decía cuando ya estaba vuelto de espaldas.
Las semanas siguientes fueron intensas, viajes, reuniones, comidas de tra-
bajo. El libro descansaba olvidado en una de las estanterías del salón. En el ama-
necer del 20 de mayo comenzó todo. Un ruido seco me sacó de la cama, venía del
salón. La luz estaba encendida. En el suelo estaba el libro, abierto por la mitad. En
la página derecha una sola palabra:
Pregúntame
Justo en ese momento me desperté. Fui directo a la estantería del salón, todo
estaba en orden. Cogí el libro y volví a ojearlo. Hacia el final, en una de las páginas
había unos extraños símbolos, alguna escritura antigua, algo que no aprecié el día
del mercadillo. Se me fue toda la mañana buscando por Internet. Parecía un juego
de palabras con una especie de escritura abjad de origen fenicio, una escritura ca-
rente de vocales donde a cada símbolo le corresponde una consonante. Hacia las
cinco de la tarde, aún en pijama y sin haber comido, saqué esto:
prdrs l trbj mntrs dscfrs st crtj
Decidí descansar un rato, fui al baño, luego entré en el dormitorio. Allí estaba
mi móvil con varias llamadas perdidas y un montón de mensajes. Corrí al ordena-
dor y abrí el correo, varios mails entraron, todos del trabajo. Había estado ausen-
te, aislado de todo, obsesionado en aquellos símbolos. No había ido a trabajar, ni
a la vista del juicio de la patente que justo ese día se celebraba. Habían tenido que
mandar a un compañero a sustituirme de urgencia. El asunto había ido mal y el
cliente pedía mi cabeza. Entonces entendí la frase.
Perderás el trabajo mientras descifras este acertijo
No podía ser cierto lo que me estaba ocurriendo. Me quedé mirando el libro.
Después de un buen rato lo cogí y me lo puse en las rodillas. Decidí examinarlo a
fondo e intentar encontrar una explicación. Pasé varias páginas de aquel fino pa-
pel. Una gota de sangre reventó contra la página en blanco, después otra. Estaba
sangrando por la nariz. Me pareció ver unas letras debajo del rojo y extendí con el
dedo la sangre sobre el papel. Allí estaba la frase, no hacía falta descifrarla:
Perderás la salud
El maldito libro no predecía mi futuro, lo dictaba. Me llevé las manos a la
cabeza y dejé caer el libro al suelo mientras la sangre seguía saliendo y su goteo
golpeaba el pantalón de mi pijama.
– Dime, como puedo librarme de ti – Le estaba hablando al libro, era algo
que no podía creer. Me sentí ridículo. Puede que esa no fuera la forma apropiada.
Busque un lápiz, en la cocina encontré el que uso para anotar las compras. Me tiré
al suelo y escribí en la misma hoja manchada de sangre:
¿Qué puedo hacer para cambiar mi futuro?
Tiré el lápiz y me tapé la nariz con un pañuelo de papel, tumbado en el suelo
63
JOSÉ LUÍS HINOJOSA
Verbo Azul
mirando los libros y los discos de mis estanterías. Entonces me vino a la cabeza el
librero, él ya sabía todo esto y sabía que volveríamos a vernos. No tenía que pre-
guntar nada, la respuesta siempre había estado en el libro. Lo cogí y busqué. Allí
estaba, en la guarda de la contracubierta, escrito a lápiz con letra muy pequeña:
Cuesta de Moyano
Alguien dijo que el futuro no es lo que va a pasar sino lo que vamos a hacer.
Lo que yo hice fue coger el libro, subirme al coche e irme a Madrid.
No me fue difícil encontrarlo en la cuesta de los libreros, volvía a ser el último
puesto.
– Es complicado hacerse un hueco aquí.- Le dije.
– Tengo mis contactos- Respondió- Llevo tiempo esperándole.
– He estado ocupado- Dije, conteniéndome las ganas de partirle la cara.
– ¿Trae el libro? Tenemos que hacer el segundo trato.
– Sí, dígame cómo puedo acabar con esto.
– Tendrás que hacer lo mismo que he hecho yo, lo mismo que otros muchos
han hecho antes que nosotros durante muchos años. Tienes que comprarme la
caseta y vender el libro.
– Dime cuánto quieres.
Me dijo una cifra muy elevada, pero no imposible.
– Es mucho dinero, tendré que vender mi casa, puede que el coche también.
– Nada que los demás no hayamos hecho antes. Elige bien a quien se lo pasas,
yo me fijé en tus zapatos, eran zapatos de rico.
Malvendí mis propiedades, a la semana tenía el dinero, se lo entregué metido
en un sobre.
– No lo ofrezcas, tienen que elegirlo. Arranca las páginas que has usado y
borra lo que yo escribí a lápiz, el próximo lugar debes escogerlo tú- Me dijo des-
pués de unos cuantos consejos- ¡Suerte con tu nuevo trabajo!- Me gritó de lejos
mientras se iba.
Ahora soy vendedor de libros antiguos, tengo uno muy especial esperando
comprador.
64
ELENA NAVARRO
Verbo Azul
Te miraba mientras mantenías tus ojos frente a los míos. Me acercaba mien-
tras caminabas hacia mí. Te observaba como repetías mis gestos. Pero al intentar
acariciarte, la frialdad de un espejo abofeteó mi presente.
Relato corto
Rincón de Ámsterdam. Juan José Alcolea
65
Aquella a la que amo es tímida y silenciosa, pero me observa con una mirada
profunda e interminable en la que me he sentido varias veces atrapado con la mis-
ma grata impotencia que experimentaría quien culmina con éxito un ambicioso
proyecto y está obligado a explicarlo una y otra vez o quien adquiere un cuadro
fascinante y se queda encerrado con él durante días. El sentimiento que predomi-
na en mí cuando estoy a su lado o cada vez que pienso en ella es el de haber conse-
guido algo grande. Antes de conocerla, me sentía a menudo como una carga para
mí mismo y, aún con más frecuencia, un obstáculo para mis propias necesidades
y deseos. Lo que me definía principalmente era mi capacidad para un hundimien-
to contenido, no excesivo, pero hundimiento al fin y al cabo, y lamentablemente
cuando uno está cayendo se pierde la capacidad para otras tareas mejores y, sobre
todo, para una experiencia como la que estoy relatando. De ahí mi sorpresa y mi
fascinación ante la situación que surgió después de conocerla: de pronto, dejé de
caer sin que afortunadamente eso significara que hubiera dejado de vivir. Sigo
desde luego sufriendo a causa de mi complejidad, pero mi mirada se mezcla a dia-
rio con una tendencia distinta que me separa del suelo y del vértigo para hacerme
considerar otras cosas, como la existencia misma de mis sentimientos de amor y
las preguntas llenas de fascinación que me hago acerca de lo que, en la mujer que
amo, causa en mí un impacto tan grande.
Cuando me sonríe, tiemblo suavemente dentro de mí sin dejar de son-
reírla yo también y en el momento en que la deseo, se me pasa por la cabeza la loca
idea de que la intensidad de ese deseo tiene un auténtico poder de transformación.
Hace unos días, al ver que ella se quedaba dormida a mi lado, no tardé en caer yo
también en el sueño, algo completamente natural y que ocurre tantas veces en
tantas parejas, pero en mi caso esa experiencia tan simple devino algo imprevisi-
ble ya que durante el sueño me llegaban uno a uno todos los gestos y movimientos
de su cuerpo y el sonido de su respiración y todo sucedía prácticamente como si
yo la estuviera mirando despierto. Tumbado de lado y con la cabeza incorporada
para apoyarla sobre mi mano, la observaba al igual que lo haría en la vigilia y por
tanto como si tuviera los ojos abiertos. Creo que la conciencia de estar viviendo
una circunstancia tan especial y el desdoblamiento que sugería hacía que perci-
biera su cuerpo con un interés aún mayor del habitual y que la originalidad que mi
sentimiento amoroso había aportado ya a mi vida se incrementara hasta devenir
una transformación radical de toda mi experiencia, incluido el sueño, la vigilia, su
cuerpo, mi capacidad de percepción.
Fue ella quien se despertó primero y yo lo hice momentos después, aun-
que no fue eso lo que ella me dijo. Abrí los ojos y me encontré con los suyos y de
nuevo quedé embrujado por su mirada. Fue una gran sorpresa oírla decir: «¿por
qué me miras así?» «Te miro como siempre, le dije. Ya sabes que hay algo en tu
mirada que me llega muy hondo. Es solo eso». «¿Por qué entonces te has pasado
mirándome toda la noche?», me preguntó. Me quedé tan sorprendido que enmu-
decí durante unos momentos. Su expresión reflejaba la extrañeza que habían ex-
Amor en la complejidad del sueño
66
RAMÓN DE LA VEGA
Verbo Azul
Bélgica
presado sus palabras. Finalmente dije: «pero ¿cómo lo sabes si tú estabas dormi-
da?». «Yo no dormía, te estaba espiando a ti». Con perplejidad le dije. «¿Y no has
visto que yo estaba dormido?». Esperó unos momentos y dijo: «no he visto nada,
tenía los ojos cerrados, pero me basta con oírte. Cuando dormimos o estamos
despiertos, nuestros movimientos y los ruidos que hacemos son completamente
distintos y yo sé que no estabas dormido». Ante esas palabras, no sé bien por qué,
empecé a sentir una inquietud profunda. Todo era sumamente extraño empezan-
do por el hecho de que, como ella decía, hubiera estado toda la noche espiándome
aunque con los ojos cerrados mientras que yo supuestamente estaba despierto y la
observaba, a pesar de que yo estaba seguro de haber estado dormido. Reconozco
sin embargo que en el sueño imaginaba que la observaba.
Me sorprendió comprobar que una simple noche como aquella hubie-
se dado lugar a algo tan complejo entre dos personas. Traté de explicarle que lo
que yo le decía era verdad, pero se mostraba desconfiada cuando en realidad era
yo quien debía estarlo. Al fin y al cabo, ¿qué certeza podía tener yo de que había
estado toda la noche despierta y pendiente de mí? Y si era tal como ella afirmaba,
¿por qué lo había hecho? Creo que si alguna definición es necesaria para el amor,
debe ser esta: el sentimiento que engrandece lo que habitualmente se estima pe-
queño y, al mismo tiempo, resta, reduce o empequeñece el impacto de hechos que
la vanidad o el orgullo hacen concebir como demasiado grandes. Cuando uno está
enamorado, tiende a agrandar cada instante compartido con la persona que ama
y sin embargo empequeñece las contrariedades que pueda implicar su carácter.
Desde aquel día me esfuerzo en disimular los momentos en que la ob-
servo, que son muchos, e intento que ella no note nada, así que tiendo mucho más
a recrearla en mis pensamientos y retomo una y otra vez mis recuerdos de ella y
les doy muchas vueltas esforzándome por detenerme sobre todo en los pequeños
detalles.
Siento que es una manera de estar presente a través de la imaginación
de lo que vivo y sólo me queda la duda de si eso pudiera perjudicarme, pero si yo
amo la realidad es por ella, así que también aprenderé a amar la imaginación a
través de ella.
67
Camina lento por el tiempo catalán. Entre los callejones del barrio Gótico el
clarinete del músico callejero sopla con la nostalgia del hambre un aire antiguo.
Del muro de catedral, justo en la Plaza San Iu, surge un asiento para dar descanso
a su alma desesperada por la extrema velocidad cibernética.
Se pone a contemplar la pesada puerta y las gárgolas del edificio frontero. La
música, el aire, el sol que desciende resbalando por entre las piedras pardas de un
lado del callejón, para entregarle el rostro blanco como el corazón de la almendra
de una bella mujer, imagen de la Virgen descendida en el monte Carmelo, de mi-
rada evocadora con el color de la miel.
Ya no hay ruido de motores, el humo de los vehículos se ha desvanecido, todo
permanece en santa paz, sabiéndose acompañado por ese mirar castaño virginal.
El empedrado lo lleva por entre los callejones, empujado por el viento del clari-
nete que se va desvaneciendo para dar paso al Romance Anónimo surgido de las
maderas de una guitarra, en su rasgueo cadencioso frente al Palacio de los Virre-
yes, mientras el reloj campanea la una, en medio de la locura de amor que vive de
espaldas al mundo real.
Pero ¿qué es lo real sino aquello que anida en el corazón?
El corazón, la vida, el amor.
No hay nada de mayor realidad como eso que la amada inspira, el casto mirar
del fruto del castaño, bajo dos arcos de azabache perfectamente delineados en un
vitral que deja pasar la luz para fijar la imagen venerada en el fondo del recinto
sagrado, a pesar del paso del tiempo, eterno como el ser y la esencia de la vida,
donde ambos se unen en un baile perpetuo que los eleva a Dios.
El Romance Anónimo surge del conocimiento entre los dos, pues de otra
forma es imposible vivirlo con el ritmo que une las almas.
Camina con el tiempo, el viento le lleva dentro del espíritu de la reconquista
al cristalino correr de la fontana de Aranjuez el cual, lejos de aquí, los moros se
encargaron de embellecer para el futuro goce de los cristianos.
Atrás han quedado el acueducto y el muro romano por el callejón del Obis-
po; las tapias del jardín de la catedral. Allá arriba, en el puente sostenido por los
ángeles entre esbeltas columnas y claros ojivales, soportan su presencia amada,
engalanado con una rosa purpúrea su oscuro y austero peinado catalán, entre el
cielo y la tierra.
Concierto renaciente
A Carmen, mi querida Princesita.
68
PHILLIP BRUBECK GAMBOA
Verbo Azul
Méjico
Se detiene, no quiere seguir adelante, sabe que si avanza por allá, a la Rambla,
todo se desvanece, no hay opción, debe guardarlo detrás, con celo, donde nadie se
percate, ahí, en su interior permanecen las notas del clarinete y la guitarra en un
concierto renaciente que lo une con Dios y con su amada.
Debe seguir con el ritmo del ruido global, sus pasos lo llevan al hotel, atrás
deja el Mediterráneo y a Colón señalando hacia su tierra natal; pero el hechizo de
Barcelona permanece en su corazón, y allá en la otra dirección, al otro lado del
Atlántico, se mantiene perfectamente unido al de su amada en aquella tierra la
cual el genovés vislumbró y el extremeño conquistó para la gloria de Dios, para el
amor de ambos, al rasgueo de la guitarra de sones moriscos, sonidos mestizos de
los hispanos, mestizos como el alma de su raza de bronce y, en fin, de los nuevos
tiempos donde las sangres se mezclan y desaparecen las naciones en el orbe uni-
ficado, que es uno conforme a la voluntad divina, en un renacimiento del amor, en
un renacimiento de la humanidad, la fe, acompañado eternamente por la divina,
etérea y siempre real presencia de su querida princesita.
Barcelona, 28 de noviembre de 2006.
69
Como salido de “Las mil y una noches”, el poe-
ta palestino-¬español Mahmud Sohb, escribe
poesía inspirada por las musas de las dunas
de arena, por lo que acabó por convertirse en
jardinero poético del desierto, con sus poemas
sinfonías, de palabras escritas en los penta-
gramas de la arena del desierto, dibujadas en
la propia arena. Mahmud Sohb ajardina los co-
razones desérticos con semillas de plantas y
flores poéticas.
Cuando el jardinero poético del desierto re-
cita, el eco de su voz atraviesa los mares de
arena, entonces los genios liberados de las
lámparas maravillosas, acuden a los desiertos
para regocijarse escuchando los poemas en el
eco que transporta la voz de Mahmud Sohb.
Mahmud Sohb catedrático emérito de Cul-
tura Árabe en la Universidad Complutense
de Madrid, sin haber ido a la escuela... es su
mayor mérito, llegar a lo máximo sin pasar por
ninguna escuela. Todos los estudios los hizo
de modo autodidacta. Nació en Nazaret en
1936, por lo que es más nazareno que Jesús,
ya que Jesús nació en Belén. Su nacimiento lo
cuenta así: “Nací en Galilea, en Safad, el pue-
blo más alto de toda Palestina. Mi padre era
árabe beduino, un gran jinete, tenía caballos
y ganado. Mi madre era Kurda, descendiente
de Saladino (...) de niño, me quedé ciego por
mucho tiempo, y, en el desierto, me convertí
en poeta escuchando los cantos de los pas-
tores...”.
Está claro que hasta su prosa es poética.
Su familia se tuvo que trasladar de Palestina
a Damasco, Siria, en 1948, cuando se creó
en el territorio palestino el Estado de Israel.
Dotado para la poesía, es uno de los poetas
más admirado en su lengua. En el año 1965
vino a Madrid, tras haber pasado como pro-
fesor por distintas Universidades Árabes. En
Madrid logró el doctorado con la calificación
de Sobresaliente, nada mal para un estudiante
autodidacta. En el año 1976 fue homenajeado
en el Palacio de Congresos y Exposiciones
de Madrid, por los Embajadores de Naciones
Árabes acreditadas en España. Ya entonces
“Jardinero poético del desierto”
Jardineros del lenguaje.
Mahmud Sohb
70
proclamaba: “La lengua árabe es como la no-
che, la castellana como la amada. Con ésta
me atrevo a cometer amorosas locuras...”.
Mahmud Sohb, pertenece a esa casta casi
extinguida de humanos que viven a golpes de
sensibilidad, valorando más el color de las flo-
res que el de los billetes. El espiritual Palespa-
ñol acariciando las cuentas de uno de sus
masbaha con los que nombra los 99 nombres
de Alá, hace ejercicios con los dedos que le
mueven su sangre de poeta. Lo que le mantie-
ne siempre con aspecto saludable y de artista.
En las tertulias literarias a veces hablan to-
dos a la vez menos Mahmud Sohb. Gerardo
Diego le preguntó una vez:
–¿Usted por qué no habla como los demás?
–Yo, como soy musulmán, allí me enseñaron
a escuchar.
Gerardo Diego le dijo, que fuera a su casa a
escuchar y le dio, en su domicilio, un concierto
de piano.
Mahmud Sohb, fue a la presentación de un li-
bro de Carlos Bousoño al Pub Oliver. Cuando
llegó Mahmud, el acto estaba empezado y se
encontró con todos los presentes identificán-
dose sexualmente, unos diciendo que eran ho-
mosexuales, otros bisexuales, los que asegu-
raban ser heteros. A Mahmud le preguntaron,
y él contestó:
– Yo soy moral.
Pero, no le creyeron, argumentando que sien-
do poeta árabe, eso no era posible. Entonces
Mahmud argumentó:
– Bueno, soy bisexual, pero sólo con mi mujer.
Luego le preguntaron a Claudio Rodríguez
que contestó:
– Yo soy impotente.
En la recepción que le dio Franco Sadan Hu-
seín, el traductor fue Mahmud. Teniendo al
Generalísimo enfrente, se le acercó y le dijo
al oído:
Generalísimo, yo soy palestino.
Franco entonces le dio un abrazo.
Una vez terminada la recepción, la entrevista
con el Caudillo, Sadan le preguntó al poeta:
– Mahmud, ¿por qué Franco te ha abrazado a
ti y a mi no?...
Éste árabe, ya madrileño, es el hipócrita más
reclamado en los foros culturales. Sería capaz
de hacerle la pelota a su verdugo en el cadal-
so. Eso sí, la sensibilidad le caracteriza en
cada acto, en cada poema, en cada manifies-
to. Sentenciando, por ejemplo: “Parece una
simpleza decirlo como principio, pero es así; el
hombre está ante las cosas y las mira, y puede
mirarlas de una manera pasiva o negativa; de
la primera forma puede surgir el amor, de la
segunda el odio. Y el amor se sublima cuando
el objetivo del amor es el hombre mismo”...
Invito a cualquiera, para que disfrute, que
cuando vaya a un desierto, como hacen los
genios liberados de las lámparas maravillosas,
se deleite escuchando a través del eco, los
poemas ajardinados de belleza, del jardinero
poético del desierto Mahmud Sohb.
JOSÉ BÁRCENA
Verbo Azul
71
Libros recibidos
Casi como un favor, un amigo hace llegar a mis manos este
libro de poemas, versos de agua y candiles limpios, entrañables y se-
renos a golpes de corazón, con el que Hortensia inicia sus caminos
oficiales en los que unas y otros se confirman como poetas. Nada más
cierto, en poesía, que poder sorprenderte con facilidad cuando menos
lo esperas. Y este es el caso. No podía ser de otra forma viniendo de
mi amigo.
Evidente es para mí que éstos no son los primeros poemas
VERSÍCULOS DEL AGUA.
Hortensia Higuero Peinado.
Premio Pedro Marcelino Quintana.
de Hortensia. Con este libro, y desde la intimidad de sus silencios, la poeta transita los mares del
alma con un detenimiento inteligente, alumbrados por los viejos candiles que llenan de luz sus
días y noches. Magnífica su confesión vital en el primer poema (He aquí los versos negros...) que
descifra todo el devenir poético que acontece a partir de él.
Apoyada generalmente en poemas breves y ágiles, hundiendo hasta el fondo de
sus dioses las manos y desmenuzándolos con los dedos, la palabra vivifica momentos de gloria
y anocheceres sin lunas. No busca desordenar la intimidad en sus dos ciudades básicas, la
urbana, tan reconocible y lugareña, y la íntima, insinuada e insinuante. Y no son duendes de
jardín los que mueven los hilos tejedores de su versión lírica. Aguas, soledad y amor son sus
dioses, compañeros que conforman el tiempo y las horas de Hortensia junto a los espejos de
la palabra para encontrarse frente al amor y junto a él. Yo estoy convencido de que son versos
de amor, amor enamorado y enamorador, a pesar de los disfraces técnicos con los que lo viste
para resguardar el secreto de su privacidad. Solo en su nombre va enumerando todas las ramas
del bosque de la vida. Y se disfraza agua. Agua que se sabe y agua que se entrega. Toda de
agua para el mar de sus poemas.”Tomame con ese noventa por ciento de agua que soy” es una
declaración de amor que surge desde el más profundo y verdadero de los manantiales hasta los
labios mismos de a quien van dirigidos. Y no tengo muy claro si la razón primigenia es el agua o
el candil. Pueden ser coincidentes.
Pero si uno presta atención, no podrá sustraerse al encanto de los aciertos poéticos
que la poeta desmiga entre los versos. Se asiste, sin esfuerzo, a una plácida lectura, no exenta
de sorpresas líricas. Las dos páginas finales, “Morir no es suficiente” y “He dejado escrito” son
un ejemplo perfecto y generoso de cómo redondear y cerrar un libro de poemas. Me encanta,
Hortensia.
El libro está escrito en versos libres, de métrica dispar, pero mantiene un ritmo sonoro
y musical muy agradable. La desigualdad de su medida no desdice y tienen la comodidad de una
elaboración pensada en los lectores.
Un magnífico libro. Uniforme y abierto. Las opciones para una correcta interpretación,
sin perder el argumento central, son abundantes. Con su lectura yo he recordado la dulzura poé-
tica, el sabor de los pájaros y esa chispa inicial que incendia el recorrido de los libros de poemas.
Gracias, poeta, por hacérmelo así y por este regalo gratificante y delicioso.
Isidro Sánchez Brun
72
“La luz como esperanza”
Para su autor el pasado es lo que nutre la vida, “... palabras
donde solo va quedando/la ceniza que canta lo que ha ardido”… Hay
palabra, hay fuego, hay rescoldos. Entonces nos habla de esperanza.
Y nos ofrece un futuro con la certeza de que siempre vivirá la luz. Esta
LOS DONES DE LA LUZ.
Manuel Cortijo.
Prólogo de Rocío Alarcón. Colección Alcalima. Edita
Lastura.
luz como sonido, como tacto, como el sabor ácido y dulce del sentimiento, toda la luz también
como ceguera aunque los ojos estén muy abiertos para recibir el don. Y me pregunto si ese don
tiene carácter espiritual, religioso o mental, pero yo creo que nos habla de ese don que es la vida.
“Si se hiere la luz, si se abandona,/si llegara a apagarse,/ya no será posible/volver a respirarla.”.Y
si no se puede respirar la luz, no existiría la vida.
Este libro te atrapa como si fuera una sutil tela de araña, sutiles y sin embargo, fuertes
sus hilos, porque habla del ser humano, del mismo poeta creador de la palabra, de nosotros mis-
mos, de todos. Nos salva pero a la vez nos encadena. Nos cierra alguna puerta pero abre de par
en par las ventanas. Susurra y otras veces grita para aclarar que existimos. Habla de pérdidas y
hallazgos y de ese corazón que se instala en la punta de los dedos para escribir lo que vivimos.
En la primera parte, “INSTANTE DE LA LUZ”, hay una poesía liberadora pero que a la
vez esclaviza porque, a través de ella o por sus medios, el poeta intenta buscarse a sí mismo
y quizás busca a la vez negarse como si no quisiera enfrentarse a una realidad que no desea,
porque tampoco desea modificar su identidad y quiere hablar, hablar hasta que la palabra tenga
razón de ser, ser la única palabra que signifique algo tangible, algo que forme parte corporal
del pensamiento. Y así llegamos a la segunda parte que se llama “PALABRAS PARA SER” y
utiliza al lector como cómplice para que le ayude a sujetar el tiempo, para evitar que pase, para
lograr detenerlo. Y quiere que el lector comprenda que pueda ser este poeta el mismo o alguien
diferente, que lo vea tanto por fuera como por dentro. ¿O quizás le pide que interiorice la luz o la
haga inmensa? ¿Quizás le aconseja creer que está inacabada o que solo manifiesta su resplan-
dor o le asegura por fin que la luz está ya hecha para siempre?
El poeta habla en una rotunda primera persona, esa rotundidad del “yo” para afirmar que
existe la persona como también existe la luz sin tener que dar explicaciones de su existencia, sin
dilemas, sin interrogantes. Simplemente encontrarla, fusionarla con el poema, hacerla viva y car-
nal, escrita y pronunciada. Que sea solo una carne, una voz, una mirada. Un solo pensamiento y
dos manos que la escriben: esa mano corporal del mecanismo que coge la pluma y la mano que
ilumina la poesía que la alienta.
Poesía hecha con el alma, con una técnica que raya en la perfección y que le otorga esa
cualidad de hacerla nuestra, de identificarnos, de iniciar también nuestras propias búsquedas,
nuestros encuentros. Y entonces comprobar que, por este libro, el poeta, Manuel Cortijo, nos ha
enseñado a comprender que la palabra, el hombre y la luz son la misma cosa.
Cristina Cocca
73
La joven y emergente editorial Lastura nos ofrece una cuida-
dísima selección de la obra poética de Elvira Daudet. Antología poé-
tica (1959-2012) (Lastura, 2014) es el título del volumen que abarca,
como decimos, poemas de los libros El primer mensaje, Crónicas de
una tristeza, El don desapacible, Terrenal y marina, Laberinto carnal
y Cuaderno del delirio. Contra lo que pudiera pensarse, este carácter
compilatorio no resta un ápice de unidad al libro. A pesar de no haber
sido revisitada - los poemas no han sufrido oficio de reescritura - y de
la evidente evolución cronológica, se trata de una obra coherente, certera, unívoca; la voz de
Elvira Daudet llega alta, poderosa, absolutamente cercana y reconocible.
Precedido por unas palabras previas, de acompañamiento, en las que la propia autora
nos sitúa en el tiempo y en la intención de cada obra, el poemario (permítaseme la licencia, ya
he hablado de la impresión unitaria del conjunto) crece, camina por sí mismo en un ejercicio
cuasi heroico de suicida sinceridad. Y es que Elvira Daudet no sabe escribir de otra manera, no
quiere escribir de otra manera; todo en su manera de enfrentarse a la palabra respira honestidad
y certeza. A través de sus ojos, de su mano, asistimos a una realidad íntima y convulsa - la suya
- que se nos muestra tal y como es, desnuda, sin artificios, con todo lo que de suyo tiene el ser
humano. “Si me vais a juzgar, tened en cuenta / que mi vida nunca fue cosa mía” - escribe, y es
nuestro el privilegio de su sombra, la herida de la luz que descompone su luz como del rayo.
Esta antología poética es casi un viaje iniciático, un itinerario vital desde el desgarro
en el que somos, de alguna forma, a un tiempo espectadores y protagonistas. Es el dolor del
hombre el que nos grita desde todos los versos, el dolor hecho espejo, cauterio, vida, pero tam-
bién esa misma vida que sigue latiendo y celebrándose en cada soledad y en cada sueño, en
cada abandono y cada permanencia. “Y al grito de libertad me hice mujer, a golpes / siguiendo la
costumbre de mi casta”.
Poesía desgarrada y en arraigo, en pie contra el temblor y la injusticia; poesía, al cabo,
de la desolación y la inocencia, de la sed y las esperas. Heredera de su vocación periodística,
es la de Elvira Daudet una voz testimonial, combativa, de denuncia. Sus poemas, a menudo “un
arma cargada de futuro”, se formulan a modo de revulsivo, de acicate. “El tiempo que vivimos no
es fácil de entender ni se parece / al futuro soñado; es un caos que avanza a la hecatombe / con
las velas al viento desplegadas”.
Es este, pues, un libro imprescindible, una apuesta por una poética cabal y compro-
metida que nos busca “con el aire limpísimo a la espalda”, que crece así, como el silencio, “hasta
ocuparlo todo”.
Ana Garrido
ANTOLOGÍA POÉTICA (1959-2012)
74
Cristina Cocca obtuvo con Claroscuro para escribir un cuadro
(Huerga y Fierro, 2014) el XII Premio Nacional de Poesía “Ciega de
Manzanares”. Libro de absoluto recogimiento, el poemario viene a ra-
tificar a su autora entre lo más granado de la poesía contemporánea.
Dividido en tres partes, con un poema prólogo y otro final a
modo de corolario, Claroscuro para escribir un cuadro es fundamen-
talmente un canto al amor. El amor, entendido como motor y desen-
cadenante de la palabra poética, como supremo hacedor de todas las
cosas, es fermento y deseo, consumación y esperanza, “ingobernable pájaro de otoño” al fondo
de la lluvia. Y es que nada escapa al vuelo de sus hojas, a la sombra cautiva de su desesperan-
za.
Imágenes brillantes, poderosas, junto a un lenguaje intencionadamente próximo, cer-
cano, delimitan un conjunto de desbordante lirismo, un prisma poliédrico en verso blanco en el
que de nuevo la luz, esa luz tan cara a la poética de la autora, pone voz y sentidos en las cosas.
“Y se derrumbará / la luz sobre tu cuerpo, calladamente oscura / la noche entre mis lámparas”.
Pero no nos engañemos, Claroscuro para escribir un cuadro parte de una revelación, de un des-
cubrimiento íntimo del color, de sus matices, de la última certeza de la noche. Pintura y poesía se
dan la mano en una amalgama cuasi mística alrededor de la memoria, detrás de las esperas, al
otro lado de todos los espejos. “Pero un día llegó / la luz a mi pintura / sentí su olor candente entre
mis manos / dejé que me abrazara por dentro de los ojos / y logró despoblar todas las sombras”.
Garante del silencio, la palabra de Cristina Cocca participa, en un riesgo meditado, de
una suerte de desbordamiento que se da y se precipita en sí mismo, que acaricia y desgarra en
recreación constante, absoluta. La palabra como unidad, como asidero, como medida última de
todos los abrazos; palabra río, caudal, transparencia, indagación y escorzo. Pese a todo, pese a
su reiterada propensión al exceso, este Claroscuro para escribir un cuadro es también, de alguna
manera, un ejercicio de contención, un juego de atisbos y sugerencias en metáforas vibrantes,
sutilísimas. “Hay crespones de luna / al fondo de los lagos”.
Estamos, pues, ante un universo de contrarios, un vértigo de luces y de sombras que
se quiebra en su manera de darse, de ofrecerse. Deslumbramiento, sí, pero también oscuridad y
mansedumbre. “Es esta luz tangible y rumorosa / que agavilla los sueños en un haz de violetas /
y deshoja el otoño”, este dolor dulcísimo de acantos que por momentos recuerda a Juan de Ye-
pes o a Degas en la mejor tradición poética del 27. Luego vendrá el asombro con su abismo, con
sus ojos cerrados, “el trazo ingobernable de la espuma” “y aquel deshielo azul de cada lágrima”.
Ana Garrido
CLAROSCURO PARA ESCRIBIR UN
CUADRO.
75
En Zaguán de paso, Antología poética 1980 - 1990 y uno (Las-
tura, 2014) Isidro Sánchez Brun recoge una amplia selección de su
obra poética publicada. Junto a un último bloque de inéditos, Los tiem-
pos náufragos, el volumen reúne poemas de los títulos De siempre la
esperanza, Ese cercano tacto tan distante, Mujer de otoño en rojo y
Toda mi posesión del alba.
La palabra de Isidro Sánchez llega con vocación de ama-
necida, con una clara intención de permanencia. Nada sobra ni falta;
los poemas son siempre edificios perfectos que arrastran de principio a fin con una musicalidad
absoluta fruto del minucioso trabajo de construcción métrica y de la aparente facilidad de sus
metáforas. Desde una primerísima poesía social - inolvidable el poema Soñando a Gladis - su
poética llega a la soledad y al abandono, al amor como materia perdurable pero también efímera,
a la luminosidad de los cuartos cerrados. Y es que nada escapa a su mirada de poeta, todo es,
en él, susceptible de convertirse en poema, en belleza. “Te encontrarás cansado, pero el verso /
nos llevará en sus brazos / hasta el rincón remoto / donde dibuja el humo sus azules” - escribe - y
el mar se pone en pie para mirarlo. Y es que el verso es en él cauce y caudal, donación y perte-
nencia, palabra salvífica que derriba el silencio con toda la infinitud de su paisaje.
El poeta parte de una tradición clásica, que conoce de primera mano, para revisitarla,
para recrearla con mimbres nuevos en un hermosísimo ejercicio de transparencia. Verso blanco,
cadencioso, elegante junto a arriesgados giros lingüísticos; “la desnudez gramatical de la espe-
ranza” para una poesía cincelada con precisión de orfebre en la esquiva quietud de los espejos.
Mención aparte merece la última sección del libro, donde Sánchez Brun nos ofrece
una visión particularísima de la poesía en la que actualmente se ocupa. Los poemas participan
de nuevo de la misma perfección formal que nunca han abandonado, de la misma coherencia
estética y formal, pero advertimos en ellos, si cabe, una mayor preocupación por la cadencia y
la metáfora desnuda, absoluta. El yo poético se trasciende, se descifra para universalizarse - e
pluribus unum - en todos los senderos de la sangre.
Libro esencial, pues, aunque también difícil en lo que tiene de muestrario de un corpus
mucho más amplio, este Zaguán de paso para devolvernos la voz, no suficientemente reconoci-
da, de un poeta “rabiosamente humano”, necesario, de un hombre veraz que no se esconde para
herirse de vida y de palabra. Luego vendrá la noche con sus lluvias y sus diez mandamientos,
“esa ruta hacia el norte” al fondo del rescate. “Y el último poema nuestro abrazo”.
Ana Garrido
ZAGUÁN DE PASO.
76
Con el subtítulo de Suite para dos llega a las librerías el último
libro de Francisco Caro, Plural de sed (Lastura, 2015). Ya desde el
título encontramos una intencionada búsqueda de complicidad con el
lector, un juego metapoético que ilumina y deslumbra, que acaricia y
desgarra a partes iguales.
Algo alejado de la desnudez y la esencialidad a las que nos
tiene acostumbrados, Plural de sed es una obra atípica dentro de la
producción de su autor; heredera directa y coetánea en sus primeras pinceladas de Salvo de ti,
recupera una poética mucho más intimista, mucho más cercana al tacto de las cosas, a su que-
hacer, a su riesgo. Una poética, empero, universal e inmanente. El poeta se entrega, se escribe,
se desangra de frente hacia la luz o hacia el olvido. Y es que este es, sobre todo, un viaje alrede-
dor del amor, un tránsito vibrante a través de su misterio. Amor y deseo, personificados ambos,
caminan juntos hacia su consumación, hacia su absoluto. Estructurado en cinco partes, cinco
estancias musicales, habitables, precedidas por un poema prólogo, toda una declaración de
intenciones, el poemario se abre paso, certifica una historia de encuentros y desencuentros, una
piel manuscrita al otro lado de todos las hogueras. “Quise arena la noche / huella, lecho, / que de
nosotros hable / la hermosura”.
Versos ágiles, breves, metáforas arriesgadas, físicamente reconocibles, cierto tono
sutil recorrido por una fértil sensualidad; todo en este libro sobrecoge por lo que tiene de cierto,
de tangible. No importa si lo que describe es veraz o imaginado, si hay en él más de realidad o
de fingimiento. Sea como fuere, lo cierto es que es, que crece y arrastra como una letanía, que
sacude de golpe todos nuestros cimientos.
Con todo, pese a todas esas diferencias de las que hemos hablado y que le confieren
su identidad última, se advierte también en este Plural de sed, como no podía ser de otra ma-
nera, un exquisito cuidado del lenguaje, seña de identidad del poeta. La palabra encuentra en
él su mayor valedor, su lugar exacto e insustituible en el poema. Nada falta, nada estorba a la
emoción, al significado. Música, cadencia e imagen se dan la mano para lograr un corpus poético
gozosamente humano, vital, necesario.
Consecuencia perfecta de su mismo regreso, este Plural de sed se perfila como una
de las obras más lúcidas de Francisco Caro dentro de su sobradamente reconocida carrera, uno
de sus títulos más sugestivos y sugerentes que por sí mismo podría asegurarle - si no lo tuviese
per se - un lugar preeminente en la poesía contemporánea. Desde Verbo Azul saludamos con
gozo esta nueva entrega poética de nuestro compañero Francisco Caro, este nuevo temblor de
la memoria al fondo del paisaje. Fuera queda la noche y su epitafio, la herida de las horas, el sol
en su equilibrio. “Nadie sabe que estamos / aquí, salvo la vida”.
Ana Garrido
PLURAL DE SED.
Francisco Caro.
77
A estas alturas no se puede poner en duda la Poesía de Eladio
Cabañero, como tampoco se puede pasar por alto la importancia de la
misma a nivel nacional ni regional. Lo que sí era necesario y a todas
luces urgente era rescatarla del olvido en que por diversas circunstan-
cias –muy bien explicadas en la presentación– se encontraba en la actualidad. A esta labor se
han aplicado tanto la B.A.M. en una rigurosa edición en su Colección General, como la minu-
ciosa e impagable labor de investigación y selección de Pedro A. González Moreno, manchego
también de pro y que estuvo ungido por la amistad del antologado poeta.
En su labor de selección de poemas ha seguido la secuencia temporal de la primitiva
aparición de los pocos pero acendrados libros que nos dejó Eladio; en este aspecto creemos que
su acierto ha sido total. Pero donde queda reflejado de manera evidente la finura y encaje de su
trabajo de acercamiento al poeta es en el método elegido para adentrarse en la personalidad
humana y poética a través de su completa geografía vital.
Empieza Pedro por adentrarnos en la voz del poeta como primera instancia en este
primer acercamiento haciendo hincapié sobre todo en tres facetas: Su autenticidad, su enorme
cálida humanidad y su compromiso de trascender el yo y vincularlo a una salvadora solidaridad
salvadora.
Más tarde hace un estudio pormenorizado sobre la ubicación de Eladio en una posible
generación poética a través de un pormenorizado estudio de las opiniones y ensayos antológicos
en los que está incluido, y en los que por otro lados, extrañamente, no lo está; incide en su estu-
dio en que, en gran medida, “el lugar en donde” nació y sobre el que mucho escribió el poeta, La
Mancha, es la muy posible causa del desapego de algunas de la antologías al uso.
En un tercer paso, se acerca el introductor al poeta a través de un repaso de todas y
cada una de sus obras, en donde la nostalgia del niño que no pudo ser y la experiencia de la
soledad son dos de los motivos sobre los que gira este capítulo.
De la importancia del paisaje en su manera de intuir lo poético es el siguiente paso. En
esta parte nos apunta Pedro que en la poética de Eladio más que utilizar él al paisaje, el paisaje
se sirve de él para mostrar su esplendor. También la importancia del otoño como manera de
manejar el tiempo y la vivencia.
Por último habla del hombre, aquel que conoció en su infancia por un libro antes de
conocerlo personalmente que eso suele pasar muy a menudo entre los poetas. Por resaltar una
frase de entre todas las posibles dice Pedro que “hay hombres tan grandes que no caben dentro
de su propio pellejo”. Ese es el caso y con esto acabamos.
Nuestra enhorabuena a la B.A.M. por su enorme labor de rescate y al antólogo por su
enorme dedicación y acierto.
Juan José Alcolea.
PALABRA COMPARTIDA.
(Antología Poética de Eladio Cabañero).
Biblioteca de autores manchegos. Diputación provin-
cial. Introducción y selección Pedro Antonio González
Moreno.
78
La Universidad de La Laguna ha editado en una edición unifi-
cada los premios literarios de 2014. Entre dichos premios el obtenido
por nuestra compañera de Verbo Azul, Ana Garrido Padilla. Es una
pena que por el ya endémico problema de la crisis, la citada entidad no
haya podido hacer, como hasta ahora se ha venido haciendo, en una
específica edición el poemario que tratamos. Digo esto por el agravio
comparativo para nuestra autora con los anteriores premiados, y por-
que “De la consumación y otros itinerarios” es sin lugar a dudas uno de los títulos de ese certa-
men que más calidad y elucidación poética ha aportado a su ya apretada historia.
En mi anterior acercamiento a la obra de Ana Garrido, yo me había permitido la libertad
de poner en duda la posibilidad de que está poeta pudiera superar el listón marcado por el libro
que entonces reseñaba, “Noticia del asombro”. Craso error por mi parte para deleite de los que
esta singularidad literaria amamos. En esta nueva entrega poética, la palabra, que antes era casi
el motivo en sí misma en un ejercicio metapoético de altísimo vuelo, aquí, sin perder un ápice
de su transmutadora capacidad lírica, se abaja más a los límites de lo puramente humano, de lo
dentramente sentido en su terrenal clausura.
El libro está, en un principio, secuenciado en dos motivos diferentes, que, aunque a
veces se pueden intercambiar, rigen dos lecturas y casi dos formas de manejo formal distintos.
La primera parte es un homenaje al tantas veces denostado poeta granadino Luis Rosales, y
los poemas están elaborados en casi todos los casos a partir de una cita del mismo y tratan
de recuperar su sombra “Aquí, mientras la noche recupera de pronto/el tacto de los días,/…Me
parece distinta esta ternura/que se instala en las cosas,/esta dulce erosión que se detiene/al
fondo del paisaje.” También la fragilidad del tiempo y del azar “Porque todo es azar/y nadie sabe
el día exacto de la siega,/y, tal vez, nunca más serán imprescindibles/las voces /que describan
nuestros nombres/ni el tacto /en nuestros charcos de la lluvia.” pero sobre todo es la búsqueda
de la razón del poema, su pulsación íntima ”Y es en esa búsqueda, /en ese magisterio/de su in-
capacidad de razón última,/de infidelidad a su propio lenguaje, /en donde el poeta encuentra las
claves/de su unívoca forma/de enfrentarse al misterio.” y la esperanza siempre como alternativa
“Y siempre arder de sed/porque aunque el tiempo /es siempre realidad y lo sabemos,/hay ecos
de esperanza en los escombros/y restos de algún Dios en las encinas//furtivo /a las denuncias
de la noche”.
La segunda parte, intitulada “Del animal que huye” elabora, tomando como símbolo el
dolor de Penélope –en tantas mujeres irredento–, ante la inasistencia, inexistencia de su amado,
su destino y la soledad “NUNCA SUPE a qué huelen los mares clandestinos,/ni el sabor de la
luz en las tormentas./Nunca tuve noticia de la sombra,/ni memoria del agua/más allá de sus lími-
tes” o “ESTA CIUDAD es parte de su propia tristeza,…/Por más que la miremos,/el agua queda
siempre al otro lado/como un balcón tendido/al norte de las islas.” o también en “(Por encima del
agua,/el dolor se ha acostado sobre un muro)”.
Y todo el poemario transitado de imágenes y personificaciones: ”LA TARDE DUELE a
veces como un /hombre, /como un amanecer vuelto de espaldas/…Duele a solas, despacio/en
los rincones,/con esa esclavitud con que los niños/aprenden de memoria las mentiras”, enume-
raciones “Era noviembre / y el grito de los cisnes/y la casa./Era la piel/y la palabra sola” y todo
un lujo de recursos poéticos susceptibles de ser utilizados como paradigma en un manual de
lenguaje poético.
Para terminar, nuestro agradecimiento a la autora por este nuevo acercamiento a nues-
tra terrenal hechura, y nuestro deseo de que “ De la consumación y otros itinerarios” pueda ser
recogido en un futuro libro unitario que pueda facilitar su lectura y delectación entre los amantes
de la poesía.
Juan José Alcolea
DE LA CONSUMACIÓN Y OTROS
ITINERARIOS.
Ana Garrido Padilla.
XVI Premio internacional de poesía “Luís Feria”.
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(junto a la Puerta del Sol)
Indice de autores y textos publicados
JORGE JUSTO PADRÓN. Lar de lo cotidiano ..................................................5
MARÍA LUISA MORA. Caja de Pandora .......................................................... 6
JOSE MANUEL FERNÁNDEZ FEBLES ...........................................................7
ANGELINA GATELL. Imagen .......................................................................... 8
CELIA BAUTISTA. Anuncios por palabras....................................................... 9
FRANCISCO CARO. La vida no da más, seguramente ................................... 11
NIEVES ÁLVAREZ MARTÍN. Moradas de luz ................................................13
RAFAEL ESCOBAR. Ausencias después .........................................................14
RUBÉN MARTÍN DÍAZ. Insecto .....................................................................15
TERESA DE JESÚS RODRÍGUEZ LARA. Amamos sin saber........................16
ANTONIO RODRÍGUEZ. Única ......................................................................17
CECILIA ORTEGA. Curso intensivo de realidad.............................................18
CASPER DE JONG. Diario andaluz (Lied voor Lorca) ...................................19
CASPER DE JONG. Diario andaluz (Canto a Federico) ................................ 20
FERNANDO FIESTAS. El silencio varado.......................................................21
PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO. La mano izquierda de Cervantes ........... 23
TANO GARCÍA-PAGE. Lepanto...................................................................... 26
MANUEL CORTIJO. El poeta recuerda la aventura de Don Quijote..............27
JOSÉ LUÍS MORALES. Espejismo cervantino............................................... 28
ENCARNA MARTÍNEZ OLIVERAS. Lo que queda de los sueños................. 29
HORTENSIA HIGUERO. De tus primeras sílabas......................................... 30
FRANCISCO JIMÉNEZ CARRETERO. Epistolario quijotesco ......................31
ISIDRO SÁNCHEZ BRUN. Las dos manos del dios....................................... 32
MARY-SANTOS CABALLERO MURILLO. Quijote ....................................... 33
ANTONIO DEL ARCO MARTÍNEZ. 400 años de venturosas andanzas....... 34
NICOLÁS DEL HIERRO. Parábola del viaje de Don Quijote a Barcelona..... 36
JAVIER LOSTALÉ. Humildad ........................................................................ 39
CRISTINA COCCA. Consejos para sobrellevar tristezas ................................40
JUAN DE MOLINA. Córdoba adolescente ..................................................... 42
GRACIELA ZÁRATE CARRIÓ. Capital........................................................... 43
JOSÉ MARÍA HERRAMZ CONTRERAS. El dolor de los poetas................... 45
LOLA FRANCO. La soledad .............................................................................47
MARIANA FERIDE. Arder ............................................................................. 48
ANA BELLA LÓPEZ BIEDMA. Pretérito aperfecto........................................ 49
ANA GARRIDO PADILLA. Una lámpara inmóvil...........................................51
JUAN JOSÉ ALCOLEA JIMÉNEZ. Encuesta para un cobarde...................... 52
ALEJANDRO CERNUDA. El día del fin del mundo ...................................... 53
PILAR DEL CAMPO PUERTA. Desnuditos todos somos iguales.................. 54
JOSETO ROMERO. Abrazo en Múnich...........................................................55
ÁNGEL MUÑÓZ. La cigarra y la hormiga ..................................................... 56
MARISA GONZÁLEZ. No tan triste, pero sí una “figura” .............................. 56
CONCHA GARCÍA DE LOS ARCOS. ¡Ya está bien! ....................................... 59
EVA BARRO GARCÍA. Generaciones .............................................................60
JOSÉ LUÍS HINOJOSA. Libro antiguo ...........................................................61
ELENA NAVARRO. Relato corto ................................................................... 64
RAMÓN DE LA VEGA. Amor en la complejidad del sueño .......................... 65
PHILLIP BRUBECK GAMBOA. Concierto renaciente....................................67
JOSÉ BÁRCENA. Jardineros del lenguaje...................................................... 69
Libros recibidos ................................................................................................71

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Número 20 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2015)

  • 1. Ayuntamiento de Alcorcón Concejalía de Cultura otoño-invierno15/16 revista de creación literaria n20 lahoja enblanc azul Asociación Literaria Verbo Azul otoño-invierno15/16revistadecreaciónliteraria n20 lahojaazulenblanco
  • 2. la hoja azul en blancoAsociación Literaria Verbo Azul EDITA: Asociación Literaria Verbo Azul Avda. de los Castillos s/n Castillo Pequeño 28925 Alcorcón (Madrid) DIRECCIÓN: Ana Garrido Juan José Alcolea EVALUACIÓN Y COORDINACIÓN: José Bárcena, Hortensia Higuero, Ángel Muñoz, Isidro Sánchez Brun, Isabel Miguel, Ana Bella López Biedma, Antonio del Arco, Fernando Fiestas, Cristina Cocca, José Tomás Romero, Marisa González, Mary Santos Caballero y Alejandro Cernuda. PORTADA: Puerta I, Cati Lanza. DIBUJOS: Fernando Fiestas, Jesús Contero, Mariana Feride, Pilar del Campo, Manolo Oyonarte. FOTOGRAFÍAS: Cristina F. Zambrano, Juan José Alcolea DISEÑO Y MAQUETACIÓN: HabitacionDesdoblada.com COLABORA: Concejalía de Cultura Ayuntamiento de Alcorcón Depósito Legal: M-01703-03 Imprime: Gráficas Pedraza S.L. otoño-invierno15/16 revista de creación literaria n20 [email protected] [email protected] [email protected] www.verboazul.bogspot.com La Hoja Azul en Blanco no se responsabiliza de las ideas expresadas por los autores
  • 3. Desde la playa de Las Horcas Coloradas. Acuarela sobre papel Fernando Fiestas
  • 4. 3 ANA GARRIDO Presidenta de Verbo Azul Desde la luz y el sueño Cuando de nuevo el agua se pinta de oquedades, cuando el aire se oscurece y se dilata al fondo de las cosas, esta Hoja azul nuestra vuelve al tiempo en blanco de los versos, a la herida sin ruido, al corazón del sauce. “Estoy soñando la existencia y es un jardín torturado” - escribió Antonio Gamoneda al límite de la transparencia. Y es que no es fácil acumular distancias y orfandades al filo de los labios, no es fácil escribirse al otro lado en sombra de los ecos. Quizá por ello, cuando se cumplen cuatrocientos años de la pues- ta en circulación de la segunda parte del Quijote, queremos hacer aquí nuestro particular homenaje al triste caballero y su locura, a ese temblor que ardía - y aún arde, lo sabemos - por dentro de sus ojos. Homenaje y tributo en una doble vertiente, ya que, ade- más de los textos especialmente dedicados a su recuerdo, hemos ido un poco más allá reuniendo para la ocasión algunas de las más importantes firmas castellano - manchegas de la literatura actual. Queremos expresar desde aquí nuestro agradecimiento a todos los poetas, narradores, ilustradores y fotógrafos que han querido compartir su trabajo con nosotros, a todos los que, una vez más, nos han prestado su calor, su confianza, y señalar muy especialmente la participación de Pilar del Campo Puerta, que nos ha cedido alguno de los números de su serie “El Quijote en naipes” para ilustrar las páginas dedicadas al de la triste figura. Baste ya de consejas y silencios, paremos mientes en este bien decir de las palabras. Ya sabemos, buen Sancho, que están los tiempos recios, rigurosos. Pues vivimos, vivamos, que no es loco quien sabe de la duda y sale a batallar con los gigantes.
  • 6. 5 JORGE JUSTO PADRÓN De no morir me iría conformando con seguir mereciendo la alegría, la música fraterna, la dicha de lo humilde. Oír el cotidiano sonar de las cucharas. Ver el rojo destello del vino en el mantel, el pan en la panera, la ensoñación más tibia durmiendo en el cajón de las especias, el encanto discreto que el afecto a las cosas va poniendo en las cálidas costumbres de la casa. Sentir las claras voces, a madre en la cocina, a Kleo, con la dulce sorpresa de sus labios, el trasiego de padre en el jardín, las hermanas, la risa en la merienda, ese olor de la infancia que del biscocho asciende cuando se abre de golpe la puertilla del horno. Improvisadas charlas junto al rumor del fuego, las confidencias últimas, los recuerdos de siempre surgiendo en el chasquido que se funde en las brasas. Fuera brillan los sauces, oscilan en el viento. El sueño de la noche, el sueño de la vida cubriéndonos, cantando desde su vieja rama. Lar de lo cotidiano
  • 7. 6 MARÍA LUISA MORA Era la plaza enorme como el mundo. En ella cabíamos todos los muchachos, las antiguas canciones que nos cantaban las abuelas, esa tierna esperanza de las madres. Cuánta ilusión, entonces. Cuánto tiempo para hacerlo todo. No sabíamos lo que era la tristeza ni nos dolía nunca el blanco de los ojos. Vivir era lo único que teníamos que hacer, respirar cada momento, medir la elevada luz de la estatura, ponernos las pestañas que habíamos robado a nuestras madres como niños que aún no habían abierto la terrible caja de Pandora. Era entonces: cuando las rosas perfumaban el cuerpo de diciembre y la noche no había llegado, todavía. Caja de Pandora
  • 8. 7 Sólo un error cambió un pedazo de vida: sentir la vejez al mirarme las manos y el miedo a aprender el abecedario del silencio. Hoy escribí secretos de mi vida bebiéndome, tal vez, la última copa con claridad nocturna. Puedo afirmar con qué temor estoy viviendo, morir en la distancia, soñar con mis paisajes cuando mi humanidad tiembla en un equilibrio que, despacio, se hunde como una historia carente de días. Por detrás de las horas que ya han muerto deja el pasado fechas que envejecen de un amanecer arañado de sueños mal vividos, un mundo descreído que no comprende el beso y el abrazo, que no sabe sentir la intimidad que nos deja un ayer, para hablar con los ojos y llorar con la mirada. I Existió un error II Morir en la distancia JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ FEBLES Verbo Azul
  • 9. 8 ANGELINA GATELL Me miro en el espejo, me escudriño en esa imagen confusa que ante mí comparece solicitada aún por la memoria. Pero ya nada en ella es como fue. El tiempo ha ido trabajando sobre su piel el frío, la extinción de la luz, la afrenta inopinada de los días. Por sus manos gastadas cruzan prominentes arroyos por donde va la sangre en busca de la muerte. En sus ojos persisten las imágenes que habitaron el llanto de dos siglos, las guerras, el derrumbe de los sueños, el nunca ya posible claror de lo olvidado. Y sin embargo, cuánta vida queda detrás, fluyendo hacia el mañana, atestiguando que ella también estuvo aquí y a fuerza de dolor fue construyendo su pálida figura, todavía laboriosamente absorta ante los vientos. Imagen ...laboriosamente absorta ante los vientos… León Felipe A Luis Fernando Muñoz
  • 10. 9 CELIA BAUTISTA De “Diario del Norte” Verbo Azul 1 Señorita de compañía He vivido mi vida en tantas vidas que no podría deciros cómo soy. 2 Se busca técnico en energía solar Se me ha caído el sol sin darme cuenta y aún recojo los restos de sus rayos. 3 Se busca Poema con la esencia de una célula madre capaz de dar de sí lo que requiera el trauma que la vida nos inflige. 4 Se vende Tengo un pozo profundo de silencio. Y qué clara es su agua. 5 Necrológica de una muerte paulatina He muerto tantas veces sin saberlo, que espero no enterarme el día en que, por fin, hasta la misma muerte se me muera. Anuncios por palabras
  • 12. 11 FRANCISCO CARO Verbo Azul I Guárdate de la herida que no sangre y desconozca el grito: es preciso sangrar, vivir no es sólo contemplar cómo el tiempo palidece. II Nombrar es subvertir, sajar azules, ser vándalo y sus armas: nombrar es demoler, izar enigmas, invadir lo que es otro, lacerarlo. III Qué voz no es el insomnio, largas noches recorriendo los frisos: tu voz es un aroma sinuoso, lo que se cree canción, lo que perece. IV Te escribirá el poema cuando ignore el perfil de tu rostro: turbio reloj, fugacidad de rosa que tallará a cincel un tiempo helado. La vida no da más, seguramente
  • 13. “Figuras imbricadas”, acuarela sobre papel. Manolo Oyonarte.
  • 14. 13 NIEVES ÁLVAREZ MARTÍN Verbo Azul Comienza a nacer el día, una rendija de luz se cuela por la ventana. Me siento a tomar café mientras el trabajo quema y me rapta y me devora y me deja hipnotizada. ¿Dónde ha quedado la noche? ¿Dónde la sabiduría teme morir desangrada? ¿En qué reloj resucitan los poemas? ¿De qué muerte se muere al llegar el alba? Inventario de difuntos, interiores del engaño, que en el engaño se engarzan, prácticas de economía, de inviernos perecederos, estadísticas sumisas e infructuosas palabras. ¿Desde que silencio naces? ¿Desde qué duda te creces? ¿Desde qué verdad sagrada te inviertes y te recreas, te inicias y te haces fuerte, desesperas y degustas, te humillas y te levantas? En los armarios del tiempo, desde ese lugar desnudo en el que la vida me habla, le imploro al Dios de los pobres -desde la fe de los ricos- que deje pan en la mesa y fuerza en cada mirada. ¿Dónde se puede encontrar las respuestas que nos buscan y las preguntas que callan? ¿En qué lugar de la casa los platos tienen razón y en qué secreto del vino la verdad se vuelve agua? Las moradas del otoño siembran nuevas primaveras en los veranos del alma. Están tocando arrebato los versos en la cocina y entre mis manos que tiemblan se acurruca la esperanza. Moradas de la luz ¡Pues pensar que se puede resistir!, no más que si, metida en un fuego, quisiese hacer a la llama que no tuviese calor para quemarle. Santa Teresa de Jesús. (M6.11.8)
  • 15. 14 RAFAEL ESCOBAR ¿Qué pensarás, como reaccionarás, amor, cuando, pasado el tiempo suficiente para confirmar nuestra [derrota, por efecto de esa intuición lúgubre que guía el error y un rumbo de azar que no podemos calificar sino de [fastidioso tropieces con las líneas de amor que me dictó tu anhelo? Si estoy vivo, ¿me agredirás, prenderá tu odio legítimo contra mí o tu doble, me vendrán pleitos, querellas legales por apropiación de tu nombre para el ejercicio de mis ocios siniestros?, si he muerto, ¿los invertirás en crear algún tipo de mito, los recitarás con una cadencia de gravedad solemne que delate un rastro de nostalgia y hasta cierta culpa por el agravio de la redención que no [fuiste?. Pero ante todo, ¿serás capaz de reconocerte, te sabrás entre una visceralidad tan obvia que no precisa [nombrarte?, ¿algún capricho de la letra como ser vivo o traición de la sangre ciega en su euforia nos revela el secreto importuno de que nos escriben?. ¿Qué instinto con hambre de verdad querrá decirnos que nuestra ceguera prende en otra vida, que incluso cuando sufrimos y vivir nos es aplicada previsión de la muerte estamos siendo el aliento de un manuscrito que crece en otro pecho y rara vez tendremos la dignidad de merecer? Ausencias después
  • 16. 15 RUBÉN MARTÍN DÍAZ Del libro “Fracturas”. El vuelo de un insecto, desordenado y pertinaz, describe la música invisible de la vida, la frecuencia alterada que me induce a pensar en todas esas cosas que ignoramos pero que están presentes, como una realidad que complementa la pobre realidad de nuestros ojos. De tal manera que amanece en mí un mundo puro y nuevo de olores y sonidos y objetos intangibles que muestran su no presencia desde el envés floreado del jardín, y que deslumbran todavía más este momento de vital y extraña y reservada inspiración donde cuerpo y vacío comulgan de la mano para formar un símbolo perfecto del suceder profundo de esta niebla donde, sin ser, estamos. Insecto
  • 17. 16 TERESA DE JESÚS RODRÍGUEZ LARA Verbo Azul De “En nombre del Amor”. Finalista, Premio XXV Aniversario Revista “Sala de Togas”. Colegio Provincial de Abogados de Almería 2013. Amamos sin saber cuánto es el peso del amor, sin captar el prodigio que nos salva ni el remanso imprevisto de su anhelo que enciende la sangre a borbotones. Amamos sin saber que amar es el peso del amor que nos signa y nos une en el túnel del tiempo, y con mágica llama nos abrasa la vida. Amamos y tal vez, ignoramos que amar es mucho más que abrazo y mucho más que júbilo y beso… Es alcanzar a tientas el fervor de otros labios, aspirarlo, sorberlo por entero y sentirlo bullir en nuestra sangre entre luces y sombras hasta que amar no sea solo amar, sino la misma entrega convertida en amor. Y nos basta su hallazgo en el túnel del tiempo. Amamos sin saber
  • 18. 17 ANTONIO RODRÍGUEZ De “Las hojas imprevistas”. Cuántas veces habrá muerto la rosa para nacer de nuevo. Cuántas veces habrá visto sus pétalos vencidos por el peso del tiempo, y su perfume entregarse otra vez al aire puro. Prisionera, sin más, de su belleza a los ojos del hombre, lamentamos solo su brevedad, no su vacío por la muerte constante, por la eterna sucesión de sí misma y no ser única presencia recordada, irrepetible destello que perdimos para siempre. Sin voz, sin gesto alguno, ¿qué será sino vida que no cesa, y que no sabrá nunca que ha existido? Única triste de no morir aún más, la rosa J.R.J.
  • 19. 18 CECILIA ORTEGA Verbo Azul Tarda uno en aprender el oficio de vivir y cuando casi lo tienes asimilado resulta que tu mundo es un recuerdo, una eternidad desatenta con una versión del tiempo ya caducada y varias sobredosis de nostalgias. Entonces viene la terapia de los sueños, un marcapasos para encontrar las palabras elementales, curso intensivo de realidad y un posgrado de la muerte. Jamás imaginé que nos vendiesen la inmortalidad a plazos. Curso intensivo de realidad
  • 20. 19 CASPER DE JONG Spanje regent zachtjes op mijn letters. Rustig blijven zitten op mijn hoek van de wereld. Ander woord zoeken voor verlangen, iets met water, iets dat klinkt als fresco, zoals het klinkt als het er nog niet is. De geur van paard is bijna uit Europa verdwenen. Een hommage schrijven aan de ruiters van Cordoba. In galop langs de oevers van de Guadalquivir. Met een roos tussen je tanden een zigeunerin ontvoeren en de rest van je leven wachten op de messen van haar geestelijk gestoorde broers. Tijdens reizen altijd welgemoed de dag beginnen en vertrouwen op de bus- chauffeur, zijn vakmanschap en levensstijl. De bus rijdt als een camera door over- belichte heuvels. Klaprozen en olijven. En achter deze dove ramen de stem van Federico Garcia Lorca. Zoals iets klinkt als het er niet meer is. Ergens tussen deze heuvels hebben ze hem doodgeschoten. Arme jongen met je huid van papier. Iede- re man die ze doodmaken is toch eigenlijk nog maar een jongen? Ik word een derde persoon, de man die is neergedaald op een terras. Hij heeft mededogen met de dieren. Iemand moet toch toezien op de duiven, met hun lan- dingsproblemen en slechte eetgewoonten? Slapen en niet vergeten uit nachtmerries te ontwaken. Van een kat die over het water liep om de ogen uit een eend te bijten. Ze waren even groot, de eend en de kat, als broers die niet op elkaar lijken. Het regent zachtjes op mijn letters. Ander woord zoeken voor afwezigheid, voor niet meer weten hoe het was. Ik ben de eerste mens op aarde. Ik leg de nieuwe wereld vast in soortenlijsten. Overvloed en schaarste. Geluk en gebrek. De mensen die ik overal ontdek, zijn onder te verdelen in twee soorten. De mensen die zullen sterven, dat is de grootste groep, en de soort die dit alles zal overleven, omdat zij vertrouwen hadden. In een boek, of in een buschauffeur. Rustig blijven zitten op mijn hoek van de wereld. De stad beschrijven als de verloofde van de rivier die naar haar opkijkt en zacht haar voeten streelt, met op de achtergrond de eeuwige sneeuw van de Nevada en de gitaren van Spanje, die eeuwige gitaren, en dit beeld dan met hulp van het onderbewustzijn, de rivier die aan haar voeten likt, langzaam laten ontaarden. Alles kan schaars worden. Alles kan gaan klinken als een woord dat we nog niet kennen. Het regent zachtjes op mijn letters. De wereld wordt inwisselbaar. Besluiten om naar huis te gaan. Ander woord zoeken voor vliegtuig. Diario andaluz (Lied voor Lorca)
  • 21. 20 CASPER DE JONG (Haffelt, Holanda) España llueve suavemente sobre mis letras. Sentarme en mi esquina del mundo. Buscar otra palabra para deseo, algo sonoro y fresco, como agua, algo que suena sin existir aún. El olor del caballo casi se fue de Europa. Escribir un homenaje a los jinetes de Córdoba. A galope al lado del Guadalquivir. Con una rosa entre los dientes se- cuestrar a una gitana y esperar después toda la vida los cuchillos de sus hermanos perturbados. Durante los viajes siempre empezar el día con buen humor y confiar en el chófer del autobús, su habilidad y su estilo de vida. El autobús va como una cáma- ra entre colinas quemadas por la luz. Amapolas y olivos. Y detrás de estas ventanas mudas la voz de Federico García Lorca. Cómo suena algo que ya no existe. En estas colinas lo mataron. Pobre niño con su piel de papel. Cada hombre que matan en el fondo es un niño, ¿verdad? Me convierto en una tercera persona. El hombre que descendió en una terra- za. Tiene compasión por los animales. Alguien tiene que cuidar a las palomas, con sus problemas de aterrizaje y sus malas costumbres de alimentación. Dormir y no olvidar despertarse de las pesadillas. De un gato que anduvo sobre el agua para morder los ojos de un pato. Eran tan grandes, el pato y el gato, como hermanos nada semejantes. Llueve suavemente sobre mis letras. Buscar otra palabra para ausencia, para olvidar cómo fue. Soy el primer hombre de la tierra. Estipulo el nuevo mundo en listas de es- pecies. Abundancia y escasez. Felicidad y carencia. Las gentes que descubro en todas partes se pueden dividir en dos clases. Los que van a morir, la mayor parte, y un género que va a sobrevivir todo, porque tenían confianza, en un libro o en un chófer. Quedarme tranquilo en mi esquina del mundo. Describir la ciudad como la novia del río, que mira hacia ella, acariciando sus pies, vestidos con la nieve eterna de la Sierra Nevada y las guitarras de España, esas guitarras eternas, y dejar dege- nerar poco a poco esa imagen con la ayuda de la subconsciencia, el río lamiendo sus pies, como un perrito obsceno. Todo puede hacerse escaso. Todo puede sonar como una palabra que no co- nocemos. Llueve suavemente sobre mis letras. El mundo se vuelve cambiable. Decidir volver a casa. Buscar otra palabra para avión. Diario andaluz (Canto a Federico)
  • 22. 21 FERNANDO FIESTAS Verbo Azul El silencio varado Se suavizan las horas durante las esperas; más tiernos los minutos, en plena redención de los relojes; es el estigma de los troncos recién mojados por orden del ayuntamiento. En tardes solitarias sin iglesia de los tiempos de ahora se desvisten las calles del disfraz de domingo, al encuentro de un lunes aún más interior. La mirada viajera del impulso de quien contempla perfila las agujas del instante, se ofrece al acto irrepetible de esperar, apenas disidentes del espacio los signos, las distancias. Y como de costumbre, nuevas fugacidades duermen por los torsos del parque.
  • 23. “El Quijote en naipes”. Pilar del Campo Puerta
  • 24. 23 Hemos leído a menudo que nuestro genial escritor perdió en Lepanto la mano izquierda para gloria de la derecha, ya que con ésta habría de escribir su obra más inmortal, ésa de la que tanto se habla y que, sin embargo, continúa leyéndose tan poco. A estas alturas tal vez no sea necesario recordar que El Quijote de 1605, el de la primera parte, contiene descuidos y torpezas que ya han sido minuciosa- mente glosadas por los estudiosos. Hay en la novela, y justo es reconocerlo, mo- mentos en los que decae excesivamente la tensión narrativa, y que, pese a haber sido escritos también con la diestra, parecen escritos con la izquierda, que era (ya lo era para sus coetáneos) la mano prescindible del Cervantes dramaturgo y poeta. Me estoy refiriendo a aquellos capítulos que aún hoy, para cualquier lector no es- pecializado del siglo XXI, resultan de lectura más bien enojosa, como ya lo fueron también para los propios lectores del tiempo de Cervantes. Se trata, por un lado, de algunos capítulos que, en un sentido estricto, son verdaderos tratados de teoría literaria, ya sea sobre el género de caballerías (cap. 32 y 47) o sobre el teatro (cap. 48). Pero se trata, fundamentalmente, de los rela- tos intercalados, prolijos en exceso, y que interrumpen el desarrollo de la acción principal de la obra: la historia pastoril de Marcela y Grisóstomo (cap. 12, 13 y 14), la novela sentimental de Cardenio y Dorotea, que se prolonga a lo largo de varios capítulos entrecruzándose con episodios de la trama principal; o los largos relatos de El curioso impertinente (cap. 33, 34 y 35) y del Cautivo (cap. 38, 39, 40 y 41). En algunas de estas historias intercaladas, en un esfuerzo por integrarlas en la ac- ción principal, Cervantes ingenia desenlaces retardados, con soluciones forzadas, azarosas e inverosímiles, o con truculentas anagnórisis, todo ello muy propio del género bizantino del que Cervantes fue tan devoto y del que su casi desconocido Persiles da buena fe. Esas tramas secundarias que se van entrecruzando, todos esos personajes que casualmente van a confluir en la venta, crean una estructura laberíntica y se superponen en una artificiosa construcción narrativa. No en vano El Quijote es la novela por antonomasia, es la novela de novelas. Como en un borgiano “jardín de senderos que se bifurcan”, hallamos relatos dentro de otros relatos, historias que se entrelazan en una dispersión que el propio Cervantes criticaría en otra de sus mayores creaciones laberínticas, El coloquio de los perros, donde, por boca del perro Cipión, el autor satiriza la tendencia a las “impertinentes digresiones” porque perjudican el desarrollo de la narración. Pues bien, esa tendencia digresiva, tan propia de la primera parte de El Quijote, distrae al lector del principal foco de atención de la novela, y condena a sus dos protagonistas a un discreto segundo plano, de meros espectadores, para el que no estaban en principio concebidos. Consciente de ello, Cervantes corrigió este defecto diez años más tarde, en la segunda parte de su obra. Tal es la razón por la que autores como Andrés Trapiello o Arturo Pérez Reverte se han atrevido a publicar recientemente dos versiones de la novela, bien modernizando su len- La mano izquierda de Cervantes
  • 25. 24 guaje, o bien aligerándola de todo ese material prescindible, siempre con la sana intención de hacerla más digerible para los lectores de nuestro tiempo. Hechas tales observaciones sobre este Quijote en el que a Cervantes se le fue un poco la mano digresiva, es decir la izquierda, siempre quedará a salvo la indiscutible genialidad del más universal de nuestros autores, y el tiempo y los crí- ticos (e incluso los lectores) se han encargado de situar la novela en el lugar que se merece. Poco o nada podríamos añadir al torrente bibliográfico que nuestra más inmortal novela ha generado a lo largo de cuatro siglos, por eso sólo esbozaremos ahora uno de los más interesantes aspectos de la obra, que está presente además en buena parte de la producción cervantina: el conflicto entre el ser y el parecer, y, en definitiva, el cuestionamiento de eso que llamamos “la realidad”, que Cervantes aborda siempre desde la lúcida actitud de un amplio perspectivismo crítico. En este sentido, la primera parte de El Quijote ofrece el mundo como una “representación” de la fantasía del protagonista, por cuanto la realidad es contem- plada desde la visión delirante de un loco que transforma el mundo a su antojo, transmutándolo a impulsos de su fantasía aventurera. Arrieros y gañanes, criadas y pastores, ovejas y molinos son el soporte sobre el que don Quijote construye, in- fatigablemente, sus quimeras. En consecuencia, el héroe de esta primera parte es un personaje ilusionado e ilusionante, activo y batallador, inventor de quimeras, desfacedor de entuertos, aunque reflejado en el espejo cruel de la parodia resulte continuamente humillado, injuriado, apedreado, apaleado, enjaulado y finalmen- te derrotado. La segunda parte, en cambio, presenta una visión de la realidad como “si- mulacro”; el mundo no es ya una representación de la fantasía del protagonista, sino una representación de la voluntad de los demás personajes que le rodean. La realidad no se presenta como la proyección de unos delirios sino como la esceni- ficación de una farsa. El mundo y sus potenciales enemigos, los de don Quijote, no provienen ahora de la facultad fabuladora del héroe, sino de la intención, más o menos aviesa, de otros personajes que despliegan a su alrededor un escenario fingido y fabricado a la medida de la fantasía quijotesca. Por eso el héroe se convierte en víctima y espectador de una farsa. Los dis- fraces del Bachiller Sansón Carrasco o el montaje escenográfico desplegado por los duques de Barcelona son dos ilustrativos ejemplos de esta mecánica singular, que en la segunda parte revela la actitud cervantina de representar el mundo ca- balleresco como una pantomima. De ahí que don Quijote, en el centro de ese es- cenario bufo, pase a ser una criatura cada vez más desilusionada y desilusionante, más aún por cuanto es incapaz de reconocer lo que esa realidad tiene de farsa y fingimiento. La ejemplarizante buena muerte de don Quijote, su “vivir loco y morir cuerdo” supone, más que su derrota final a manos del Caballero de la Blanca Luna, el verdadero fracaso del héroe. Cervantes triunfó matando a su criatura y, en un impulso de piedad por ella, le hizo recuperar la razón y renegar de su extraña y antigua locura; para mayor escarnio de los libros de caballerías, quiso que el hidalgo manchego fuese consciente de su sinrazón. Pero el verdadero fracaso de don Quijote, si es que fracasa de algún modo, es ése: apelar finalmente a la razón y renegar de la locura que le había dado sentido a su existencia.
  • 26. 25 En cualquier caso, la condena de don Quijote y su razón misma de ser, más allá del triunfo o del fracaso, consiste en esa permanente lucha contra una realidad que aparece siempre como representación y quimera, ya sea porque don Quijote se inventa el mundo o ya porque es el mundo quien le inventa a él. Recordemos que la aventura de los leones, en la segunda parte, es la única en que el héroe está a punto de entablar batalla con un enemigo real, no imaginado por él ni simulado por otros; y recuérdese también que, ante esta clase de enemigos “reales” (como ya observó Francisco Rico) don Quijote es incapaz de actuar. Por eso en la citada aventura, la realidad - aquí simbolizada por el león - le vuelve sarcásticamente la espalda al héroe, negándose a luchar contra él. Cervantes, desde su sabiduría de narrador moderno, establece diferentes planos desde los que abordar una realidad que es subjetiva y fluctuante, y muchas veces engañosa: en primer lugar, el plano delirante de don Quijote, que es el más fascinante de todos porque convierte el mundo en aventura y nos sitúa ante un universo sólo regido por las leyes de la imaginación y el encantamiento. En segun- do término, el plano de Sancho Panza, que es inestable y ecléctico, que ve molinos y ventas donde su señor ve gigantes y castillos, pero que, por necedad o por con- tagio, creerá también en los encantamientos, verá gigantes donde sólo hay cueros de vino, o estará dispuesto a aceptar que es “baciyelmo” la famosa bacía robada al barbero. Hay, en tercer lugar, otro plano que es el de la realidad contemplada por los demás personajes de la novela, que obedece al punto de vista de la sensatez, del pragmatismo, de la razón o del puro sentido común. Pero en este juego de espejos laberínticos, aparece un punto de vista funda- mental: el del lector, donde todos los anteriores confluyen y sobre el que proyecta siempre Cervantes la responsabilidad crítica de discernir, con su buen juicio, cuál es el concepto de realidad que debe prevalecer. Y en ese acto de someter al lector a un esfuerzo de análisis y discernimiento, proyectando sobre él todas las claves y toda la responsabilidad crítica, Cervantes está inventando la literatura moderna. Un concepto de literatura, nuevo y distinto, que ya formuló también Cer- vantes en El coloquio de los perros cuando, ante la duda del Alférez Campu- zano de “si hablaron los perros o no”, el Licenciado Peralta, figura que representa al lector, responde muy sensata y significativamente: “No volvamos más a esa disputa. Yo alcanzo el artificio del Coloquio y la invención, y basta”. ¿Qué importa si los perros hablaron o no? O lo que es lo mismo, trasladado el problema al Quijote: ¿Qué importa si fueron gigantes o molinos, ventas o cas- tillos, ejércitos o rebaños, y si se trataba de yelmo o de bacía; qué importa si voló o no Clavileño? Lo que importa, para Cervantes, es que el lector atento enjuicie críticamente el artificio narrativo, la invención novelesca, en definitiva, el valor literario de la obra más allá de su anécdota, de su intención o su mensaje. Y eso y no otra cosa es la Literatura con mayúsculas. Y Cervantes su inven- tor. Y basta. PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO
  • 27. 26 Rememoro, en el curso de la historia, al heroico soldado en la Marquesa que, galera en los mares de turquesa, contra Uluch dirigiera Andrea Doria. De arcabuz, importuna trayectoria, un impacto su mano hiciera presa, y al tullir la siniestra deja ilesa e ingeniosa su diestra, ¡para gloria! Era un siete de octubre y mil quinientos… mil quinientos setenta y noble uno cuando al Turco infligieron su quebranto. De doscientos millares de irredentos, treinta y tres fueran muertos de infortuno; sólo un manco: Cervantes. Y un Lepanto. Lepanto TANO GARCÍA-PAGE Verbo Azul
  • 28. 27 Guarda el Ebro lo azul de una quimera, tan grande correría disparada en el agua que llega tan sangrada, queriendo ya la mar, la mar entera. Estrenaba pasaje la madera del barco aquel que supo de la nada a cuenta de Quijote y su alocada tropelía, que Sancho así la viera. Confía el uno en lo que el otro incide un disparate más, que tanto mide cuanto más abre el párpado a lo cierto. Y el tiempo que aún está, para más señas, muele luz cervantina en las aceñas, toda la luz de lo que no se ha muerto. El poeta recuerda la aventura de Don Quijote y Sancho en el barco encantado (Capítulo XXIX, segunda parte de “El Quijote”) MANUEL CORTIJO RODRÍGUEZ Verbo Azul
  • 29. 28 Qué gran caballero era, jineteando la noche, Don Quixote en un caballo de madera. Y qué soberbio escudero un Sancho que gobernó como Salomón su reino marinero. Barataria y Clavileño más que escarnio fueron honra para quien cambió su vida por su sueño. Si yo supiera, León Felipe, dónde encontraros a los tres, también me haría pastor. Espejismo cervantino “Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura…. León Felipe JOSÉ LUÍS MORALES
  • 30. 29 ENCARNA MARTÍNEZ OLIVERAS Verbo Azul Estuvo toda la noche cavilando. Al llegar el alba se durmió abrazada a su propio cuerpo. Soñó. Fueron sueños turbios colmados de interrogantes, de fechas perdidas entre amores quemados, de calendarios sin más estaciones que el frío invierno en el que pegatinas de hastío ocultaban antiguas ilusiones, de agendas cuyas citas -efusivamente subrayadas en su día- aparecían tachadas, de años enterrados bajo la tortura implacable del dolor. Cuando despertó se sentía muy fatigada; sin embargo, por más que hurgaba en la noche, no conseguía recordar la pesadilla que la abrumaba. Apenas lograba asir una sombra, el sueño se esfumaba dejando en su lugar el peso de una pérdida intangible: “Otra más…” se decía, con el gesto contraído por el sufrimiento crónico que la habitaba. Entonces, su memoria traicionó la conspiración de silencio ins- taurada tácitamente tiempo atrás por su inconsciente y representó las imágenes de una larga lista de ilusiones frustradas y de proyectos demolidos en cuya cons- trucción había empleado años de anhelo y esfuerzo cementados con un profundo amor. Cayó en la tentación y las repasó una a una abandonándose a su suerte: era demasiado tarde para lamerse aquellas heridas. Resignada, se levantó y, tras asearse, se dirigió a la cocina, como cada día. Sus hijos llegaron a mediodía y saludaron desde la entrada con un desgastado “hola” que meses atrás había ido poco a poco sustituyendo a ese beso que ella es- peraba ansiosa cuando la hora se acercaba; pero ya ni siquiera se asomaban don- de ella estuviera y, seguramente, tampoco les importaba la respuesta. Así pues, como de costumbre, se dirigió cada uno a su habitación para conducir media hora más tarde sus hambrientos estómagos hacia la cocina en busca de su madre con el único fin de interesarse -ahora sí- por la comida del día y zamparse lo que aquella hubiera guisado, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Cuando llegó el médico, le indicaron el camino a esa cocina en la que ella ha- bía desgastado, uno a uno, todos los sueños de su vida: Allí estaba, rendida -como siempre- por el peso de su propio cuerpo; pero en esta ocasión éste se hallaba su- jeto por una soga que se descolgaba desde los tubos del techo para abrazar, tensa, su cuello. La piel de la mujer, cerúlea y fría, contrastaba con la plácida sonrisa de sus labios. Lo que queda de los sueños “… ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño.” Enfermedad y muerte de Don Quijote. Don Quijote de la Mancha.
  • 31. 30 HORTENSIA HIGUERO Verbo Azul Desde ti hasta mí, hay un impertinente invierno escrito en nuestros ojos que no teme a la estepa de la Mancha, pues va incendiando hogueras por todos los caminos. Hoy toca repasar tristezas y dolores con un puñado de palabras de amor que viven en mi pecho. Míralas, que ellas llevan a tus manos sus letras y debes hilvanarlas con tus primeras sílabas. No temas y sólo procura al escribirlas, colocarlas correctamente en su lugar en el libro. No quisiera, que en el aprendizaje de escribiente me arrojases de sus páginas antes de levantar mi espada de justicia contra la iniquidad de la memoria que hace que olvidemos cómo fuimos. De tus primeras sílabas
  • 32. 31 MISIVA POR LA QUE DON QUIJOTE URGE A SANCHO PANZA PARA HACERSE DE NUEVO A LA AVENTURA. TE escribo, amigo Sancho, con premura desde el mismo lugar donde te espero. El mundo, bien parece un avispero y urge retomar nuestra andadura. Hay tanto por hacer en la llanura: trocar odio en amor -acto primero-, allanar los escollos del sendero, desfacer los entuertos con cordura, romper por Dulcinea escudo y lanza, devolver a la gente la esperanza,… tantas cosas al pie de los caminos. Ya ves, amigo Sancho, que aún me afano en caminar contigo, de la mano, y luchar contra vientos y molinos. 1. Epistolario quijotesco Conozco tu andadura paso a paso y me sé tus caminos de memoria… Ismael Belmonte FRANCISCO JIMÉNEZ CARRETERO
  • 33. 32 ISIDRO SÁNCHEZ BRUN Verbo Azul Volver hasta sí mismo para encontrar la luz en la sorpresa como si todo fuera azul, azul converso, y hallarse de una vez. Pudiera ser que todo se iniciara al comienzo de la única locura, en los dedos de un vértice, en las aves que rayan el silencio para no sumergirse en su vacío. Recurrir al lugar de las memorias, destruirse del todo y hacia afuera, y hallar dónde la muerte nos enseña a vivir. Amigo Sancho, no sé cómo consigues creer lo que yo creo de esta vida, sentado en ese rucio cabezón y torpe. Gente de pueblo, su Merced; de pueblo. Que no leemos libros ni ceñimos espada. Gente inculta de aldea que no quiere rendirse a la tragedia de un olvido. Las dos manos del dios
  • 34. 33 MARY-SANTOS CABALLERO MURILLO Verbo Azul Tu voz es tan antigua como el hombre que sabe de la inhóspita llanura, que sufre del camino la andadura sin árbol que le acoja y que le asombre. Lleva tu adarga el sol de cada nombre y tu yelmo espejismos y locura. No cabe más valor en tu armadura ni sueño que tu afán no desescombre. Renueva tus impulsos caminantes ya caballo del tiempo aquí llegado implanta tu justicia, exacta cota, y arrostra con arrojo a estos gigantes que en la extensa planicie se han alzado y nadie apuesta ya por su derrota. Quijote
  • 35. 34 Este es el título con el que apareció en Madrid en el año 1615 una segunda parte del Quijote y de cuya publicación se cumplen ahora nada menos que 400 años. Se conmemora pues a lo largo de este año la aparición de una de las obras cumbres de la literatura española. Según palabras de uno de sus protagonistas, el bachiller Sansón Carrasco, “nunca segundas partes fueron buenas”. Pero este no es el caso. Esta segunda parte es hermosísima, plena de aventuras y andanzas y según algunos críticos muy superior a la primera, que se había editado 10 años antes. En esta segunda parte la narración es más rectilínea, no hay interrupcio- nes literarias con la intercalación de novelas cortas (pastoriles, realistas, autobio- gráficas) como sí ocurría en la otra. Cervantes ha cambiado ahora el estilo literario ganando en expresividad y seriedad narrativas. Las diferencias más notables entre ambas pueden resumirse así: Los tí- tulos son diferentes, en la primera Cervantes titula “El ingenioso hidalgo”, en la segunda lo varía por “El ingenioso caballero” puesto que el protagonista ya ha- bía sido armado caballero en el capítulo III de la parte primera. A diferencia de esta Cervantes no incluye en la segunda ningún poema inicial o final. Se suprimen además los episodios literarios (pequeñas novelas) que habían sido muy critica- das por otros autores. En la primera parte predomina como entorno geográfico lo rural, en la segunda lo urbano. En cuanto a las aventuras de los protagonistas la primera son todo desdichas y derrotas, en la segunda ya hay alguna victoria y abundan los episodios burlescos. La segunda parte es más reposada, con más diálogos Quijote y Sancho y sus aventuras son menos numerosas. Si en la primera parte es Don Quijote quien confunde y trasforma la realidad, en la segunda son otros los personajes quienes le confunden y engañan a él. Pese a estas grandes diferencias literarias conviene destacar que ambas partes, por ser obra del mismo autor, contienen importantes semejanzas. Así la segunda parte se deriva incuestionablemente de la primera en cuanto que se abor- dan los mismos temas y artificios y tienen ambas un carácter itinerante en su ar- gumento (Don Quijote y Sancho están permanentemente de camino). Pero un hecho importante acaeció en 1614: la aparición de una segunda parte apócrifa de un Quijote falso firmada por un tal Alonso Fernández de Ave- llaneda, nombre supuesto del autor y que precipitó sin duda la aparición un año después la de Cervantes. Ante este hecho podemos hacernos algunas preguntas: ¿Fue clave este Quijote de Avellaneda en el de Cervantes? ¿Cervantes escribió su segunda parte en desagravio a aquel falso Quijote? ¿Cuándo conoció Cervantes la aparición del Quijote de Avellaneda que le suplantaba a él y a sus protagonistas? y por último ¿Cómo trató Avellaneda a los protagonistas y al propio Cervantes? 400 años de venturosas andanzas “Segunda parte del ingenioso cavallero Don Quixote de la Mancha”
  • 36. 35 Para responder a estas cuestiones basta sólo con acudir a la segunda parte del Quijote en la que el propio autor nos aclara bastantes dudas. Ya en el capítulo LIX y en el prólogo Cervantes nos avisa a través de los propios protagonistas de la aparición de otro Quijote falso y también en el prólogo habló sin miramientos y sin rodeos sobre el ficticio autor de aquella segunda parte apócrifa y de los insultos que le había proferido su falso autor. Cervantes se defiende de todo ello diciendo que él había sido un valeroso soldado y que sus personajes no eran tan estúpidos como Avellaneda los había presentado. Constatamos, pues, que Cervantes conoció inmediatamente, ya en el mis- mo 1614, la existencia de esta segunda parte falsa, que por supuesto él no había escrito y que además llevaba ya escritos en este mismo año 58 capítulos de los 74 totales de los que consta su segunda parte y que este hecho le impulsó a terminar de escribir y dar por terminada su obra mucho más rápidamente, quizá precipita- damente. La aparición de ese otro falso Quijote produjo importantes cambios de ar- gumento en el del mismo Cervantes, siendo así que, tal y como lo tenía planificado, porque lo había anunciado previamente, llevaría a su protagonista a unas Justas (premios) a Zaragoza, sin embargo como Avellaneda llevó el suyo a esta ciudad, Cervantes cambió el itinerario a Don Quijote y lo desvió a Barcelona (ciudad en la que finalmente fue derrotado y devuelto ya vencido a su pueblo manchego) y aquí introduce Cervantes otro cambio más haciendo que su personaje muera para que nunca más pudiera ser imitado ni hubiera ya terceras partes con él Podemos concluir que la lectura detallada del capítulo LIX y del prólogo de este Quijote de 1615 así como las disputas literarias entre los autores Cervantes- Avellaneda significaron profundos cambios en una obra cumbre de la literatura española de todos los tiempos y que a veces la aparición de obras apócrifas ayuda a engrandecer al original. Es una reflexión que debemos hacer en esta conmemora- ción del IV centenario de “la segunda parte del ingenioso cavallero Don Quixote de la Mancha” por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su primera parte, como así consta en la portada de la edición hecha en Madrid en 1615 por el impresor Juan de la Cuesta y que se vendía en “casa de Francisco de Robles, librero del Rey N.S” ANTONIO DEL ARCO MARTÍNEZ
  • 37. 36 Todo era luz en su andadura, preciada luz con que la mente sueña el desencantamiento de la amada y la esencia impoluta de los seres. Porque de la verdad la luz persigue, al ser tal el deseo que tenía de sacar mentiroso a aquel que, en Aragón, Avellaneda, apócrifo, una segunda parte de otro falso Quijote le naciera, no quiso el Caballero pasar por Zaragoza. Era una luz mayor la que buscaba por el amor, su esencia y la ternura. Ramilletes de mar para el encanto que desde su cerebro pretendía. Entregado al poder de su nobleza camina, y el encuentro casual con el que más es para “frade” que para bandolero, Roque Guinart, le sobrestima; el humanismo emprende alas en la acción solidaria del hallazgo. Se hace más luz la entrega. Estaba convencido que el remedio se hallaba junto al mar, mar que hasta entonces nunca conocieran. Pasan, desde los llanos y las cumbres, a la playa tan larga y espaciosa, que parecióle harto más grande que las lagunas de Ruidera que allá en La Mancha habían visto. Parábola del viaje de Don Quijote a Barcelona
  • 38. 37 El mar alegre y la jocunda tierra, el aire claro y omnímoda la playa, le agigantan su fe. Ya no le importa si la brisa quebranta primaveras o se acerca un invierno por su sangre. Don Antonio Moreno advierte la locura genial de Don Quijote. El encanto, por desencanto, irrazonado: zahorí, la cabeza, vaticina empresas no del todo luminosas. La luz estaba en Barcelona. Pero también la sombra. Aquí se crea el fin de la utopía. Sobre esta playa, el falso Caballero de la Blanca Luna destruye con su lanza las dunas de los sueños. La palabra empeñada y el Hidalgo vencido, cumplirá su promesa: será su casa el claustro y espera su sentido; dolor será la senda, ya mordida por punzantes y tórridas aulagas. “Dios perdone el agravio que habéis hecho, señor Sansón Carrasco -sentencia el anfitrión- , aunque fuérades, como decís, del lugar mesmo del loco más genial que dio la historia. Y si no fuese contra caridad, ojalá nunca sane Don Quijote, porque con su salud no solamente perderemos sus gracias sino las de Sancho, su escudero, y cualquiera dellas puede volver a alegrar hasta el mismo desconsuelo”. Que Dios perdone su victoria. Vale. NICOLÁS DEL HIERRO
  • 39. “El Quijote en naipes”. Pilar del Campo Puerta
  • 40. 39 JAVIER LOSTALÉ Qué bello amanecer sin disputa el de quien nombra el mundo velado en su propia sabiduría para así toda música escuchar con su oído siempre nuevo, pues posee la inocencia del total encendimiento. Como alba acude siempre a levantar lo desposeído hasta que crezca un sueño que en alguien se multiplique. Callado se apaga a la puerta de su jardín para que brille intacta la rosa de todos, y canta luego la dicha plena de ser en lo que no le pertenece. En sombra despierta cuanto ama, y cuanto recibe lo convierte en pulso. Claridad se le torna siempre la lenta compañía de unos pasos. Qué bello amanecer de sumas para arder en un corazón solo. Humildad
  • 41. 40 Escucha este lamento de lobo malherido, esta dormida lluvia encima de los bosques, la abreviación del aire en tu garganta. Así podrás sentir el principio del miedo al final de las ruinas. Habla con esa voz que sabe a humo y a la bruma tangible que emerge cada tarde en que te quedas a solas con tu nombre. Ya verás que la voz se crece ante la nada cuando se expande y templa entre los dientes el árido temblor de cada grito. Descubre cómo lloran los caimanes, cómo la luna incendia la quietud de sus ojos y la noche te deja una huella de sangre en los pantanos. Mira cómo se vuelven tus palabras de golpe hacia el abismo y desde abajo surge el último estertor de los cuadernos. Encadena a tus sílabas la tinta más oscura de las lágrimas, deja que tu cabeza encuentre ese lugar propicio entre los brazos: alguien dirá que es hora de escribirle epitafios a los sueños. Escucha atentamente los ruidos de la calle, ese sordo rumor de la intemperie y del viento que huye tras las ramas. Así podrás notar el otoño absoluto que amarillea el cielo de tu árbol, aquel que ha resistido tantas veces la tala de su tronco. Consejos para sobrellevar tristezas
  • 42. 41 Sabes que aún hay tiempo para hacer de tu piel origen de la piedra, para dejar monedas oxidadas a cambio del café que estaba helado y coserle al bolsillo la manera que tienes de esconder tus pañuelos. Quizás como Penélope deshagas tus telares, pero los nuevos hilos tejerán otra vez el funeral dolor de la memoria. Observa cómo el frío desmorona la luz en la tormenta, cómo convoca el lodo en tus zapatos y arrebata el azufre quemado de tu antorcha. Y no temas mirar al hermoso cadáver de la infancia. Será mejor que pienses que no has perdido el fuego en tus rescoldos, que no habitas del todo la tristeza. No la dejes de lado, no la ignores: por ella encontrarás el camino más breve para explicar la vida. CRISTINA COCCA Verbo Azul Premio Círculo de Bellas Artes 2014
  • 43. 42 JUAN DE MOLINA Te miro, río Grande, espejo de los días, y me llega el amigo de los años primeros: la barca encadenada al fresno de la orilla, la tentadora barca sin remos ni barquero. Dos jóvenes ardientes, émulos de Caronte, que convierten en remos el temblor de sus manos, sueñan con las muchachas, las prematuras novias que, anhelando el verano, en el pueblo quedaron. Entre la fronda umbría por la vencida tarde, bajaba de Alcolea un murmullo cansado de pretérito tiempo, de lejanas revueltas, de ideas liberales, de sables oxidados. Por restos de la oliva, sus aguas eran tintas y, a la vez, transparentes, ¡qué misterioso arcano! Fue inevitable, entonces, evocar la victoria –las aguas ya bermejas- del general Serrano. Era en la primavera, ya próximo el estío, atados a la orilla por barca sin remero, ganados por el río, en lírico silencio, sueñan, adolescentes, dos muchachos inquietos. El agua los acuna con su cadencia blanda; de la ciudad omeya apenas llega el eco de un patio de naranjos y un templo de oraciones, de suras y casidas el rumor de unos versos. Presagiando el saludo de la dorada torre, fluye el río sin prisas, lejos de sus comienzos, buscando va el abrazo de la ciudad costera donde madura el vino y el mar es ancho sueño. Guadalquivir eterno, ¡qué tarde en la memoria!: el discurrir del río con su caudal sereno, dos jóvenes amigos y una barca cautiva, ¡qué gozo ya indeleble prendido del recuerdo! Córdoba adolescente
  • 44. 43 GRACIELA ZÁRATE CARRIÓ Como si se tratase de la daga más filosa de óxido, se me inserta el país que elegí estando ciega. Se ensaña con la fuerza que arrebata en cada poro y fécula de pueblo. No les es suficiente con quitárnoslo todo, ahora quieren que enferme y me tumbe rendida, que los niños no coman, los jóvenes no estudien. Yo sé que valgo flor y valgo espuma y hasta el mar les reclama que se haga justicia y sé que somos muchos, que no ardo solitaria de rencor y temblores mal nacidos. No saben lo que hacen cuando avanzan cargándose a la masa que acuartela al único tesoro, nuestro pueblo. Quedará sólo tierra: un páramo desértico de audacia que abortaron, mientras se hicieron ricos. Capital
  • 46. 45 JOSÉ MARÍA HERRANZ CONTRERAS Premio Certamen de Poesía Círculo de Bellas Artes de Madrid, 2012 Somos los eternos olvidados de las cunetas, un disparo triste recuerda nuestro origen. Los espectadores aplauden con desgana, no tuvieron suficiente sangre ni tortura. El espectro de Lorca amordazado se levanta, Luis Cernuda intenta inútilmente fundir deseo y realidad mientras Aleixandre languidece sin poder besar el pecho [desnudo de su amor. Los espectadores tapan sus oídos con cera para no escuchar el dolor de los poetas. Nadie se interesa por nosotros, nuestros asesinos nos gobiernan y bendicen. Aburridos los espectadores quieren una revolución, pero una revolución bancaria. Sin palabras para describirnos, no interesamos a nadie. El vicio burgués decolora nuestras manos, nuestra anomalía no es revolucionaria, sólo queremos amar y nos dicen que ya tenemos prostíbulos y cines clandestinos. La sociedad no está preparada para reconocernos, ni siquiera las bombas explotan por nosotros. Nadie reconoce el cadáver semidesnudo hallado en el parque, no saldrá en los periódicos. Nadie quiere hablar porque no existimos, sin víctimas no hay violencia. Me avergüenza este país de muertos, crucifijos y silencio. La amnesia nos hermana con los eternos olvidados de las [cunetas. Eufóricos espectadores celebran su libertad de expresión borrando el pasado, mirando con esperanza su futuro, pero mi expresión se reduce al anonimato y al silencio porque nuestro amor y nuestros cuerpos son invisibles. Somos los protagonistas invisibles, los eternos olvidados de las tapias de los cementerios. Y ahora comprendo que nunca podré amar, nadie soñará nunca con mi cuerpo. El dolor de los poetas (1936-1977)
  • 47. Sin título. Cristina F. Zambrano
  • 48. 47 LOLA FRANCO Enero 2011 La soledad de aquellos versos que no escribo me arañan sin piedad el alma y la memoria En la quietud del aire me hiere el susurro del pétalo dormido que lentamente ofrece al sol la piel inmaculada de una rosa La luz de los recuerdos me hunde en el olvido del beso que palpita, insurgente en los labios que buscan otra boca En la noche, el oscuro clamor del cielo me reclama algún jirón de plata que acune entre sus brazos el fulgor palpitante de la aurora Y el corazón ungido en lágrimas de un mar abierto en mil caminos le otorga al viento -caprichoso y fugaz- las más bellas palabras del verso que no escribo…
  • 49. 48 MARIANA FERIDE Verbo Azul Cosas efímeras me rodean. Las aparto con bondad y firmeza, con un gesto limpio y asumido. La gloria pertenece al héroe. La fama, a las estrellas. Las madrugadas me encuentran buscando tierras para sembrar amor: la semilla de dios. Ser esponja, almacén temporal, no me interesa. Tierra fértil es lo que pretendo de mi mente. La pira me espera, feliz y preparada para este tormento. Arder
  • 50. 49 ANA BELLA LÓPEZ BIEDMA Verbo Azul Amanecí sin credo y sin espinas. Los lunes no son días para escribir poemas aunque suene la música al otro lado de las puertas rotas y siga siendo sábado. Sobrevivo en los charcos como un reflejo huraño que ya no se parece al rumor de las hojas, al estío, que ya no se parece al pan o al hambre. Se me ha roto París tan mansamente que debo de haber muerto antes de ahora. Llevo la noche de Madrid adentro, con ese olor a vómitos y orines y tantos vasos solos. Ya ves, amor, alguna vez me tumbo en la chaise longue de tu melancolía y entono la canción de los borrachos al borde de tu copa. Soy el último hielo de tus labios. Y sé que tú me ves. Se está rompiendo el sol entre mis ojos. Pretérito aperfecto
  • 51. Sin título. Cristina F. Zambrano
  • 52. 51 ANA GARRIDO PADILLA Verbo Azul Una lámpara inmóvil, su costumbre, la semilla de un árbol, una sombra cualquiera en las inmediaciones del cielo de la tarde. Y luego esta tristeza que se queda, como un fuego extinguido, dibujada en las cosas, visible todavía contra su transparencia. Sobre la mesa, a oscuras, el vino de la ofrenda y esta luz sosegada. Ya lo sabemos todo de la sed.
  • 53. 52 JUAN JOSÉ ALCOLEA JIMÉNEZ Verbo Azul Eran las cuatro. El sol acuchillaba cada sombra con terca precisión de cirujano y el aire, como un muerto transparente, gemía en el tizón del pavimento. La vi llegar. Iba despacio. Con ese deambular con que se mueven aquellos que no buscan techo alguno o tienen ya sus muertes ocupadas. El lacio pelo tapaba las heridas de su rostro y un viejo traje colgaba del armario de sus huesos. Hay siempre un signo que indica en qué parada nos quedamos, o el hambre en qué llegar a donde nunca. No me miró. Barría lentamente con los ojos los huecos que dejaban en la acera las caras aburridas de los coches. Como si hubiera perdido el testimonio de la vida en ese arcén que muerden los bordillos o el lienzo capicúa de las losas. De pronto se inclinó; fueron sus dedos voraces comisuras que buscaban los restos de un cigarro muerdecido. Pude ofrecerle limosna de guardar, o cien paquetes que fueran acabándola a diario. Pero no quise. Hubiera herido la vieja dignidad que aún le quedaba. Encuesta para un cobarde
  • 54. 53 El día del fin del mundo La segunda rutina de la jornada era mirar por la ventana. Se quedaba en el salón hasta que su vecina salía a recoger el periódico. El repartidor de la prensa, un chico en bicicleta, sonaba el timbre al embocar la calle San Carlos y la vecina salía. Antes de desaparecer ella se demoraba en algún titular, ahí, entre la verja y la puerta entreabierta. Luego no la veía más hasta la mañana siguiente. No se puede decir que la extrañara o algo por el estilo. No recordaba haber conocido una chica tan bella, aunque desde la altura que la contemplaba no podría dar el fiel de sus rasgos. Su observación solo era una rutina y la belleza que suponía era más en la sutileza de sus movimientos que en la certeza de conocer su rostro. Nuestro hombre, con un vaso de agua entre las manos, miraba por esa mis- ma ventana la noche en que vio caer un meteorito. Algo sucedió en casa de la chica, un chasquido, una luz encendida de repente, y él, al pasar la vista del meteorito a la casa de su vecina, se le antojó un deseo estúpido. Fue solo un pensamiento sua- ve y dulzón; y en fin, un deseo cualquiera porque estaba cansado y no tenía ganas de levantarse temprano al otro día para verla de nuevo salir a recoger el periódico y ese gesto de saludar al chico que a él se le antojaba para sí. Fue un deseo, casi un segundo y luego lo olvidó. Es probable que su aspiración haya sido malinterpretada, ya sea por la rapi- dez con que lo expuso o por no estar él plenamente decidido. Lo primero a la ma- ñana siguiente fue sentirse un poco mareado, y aunque nunca lo supo, fue a causa de la ausencia de testosteronas. Él se había convertido en su vecina. Al principio vio que había ciertas ventajas estéticas, pero después sintió nostalgia de la forma de orinar, lo cual era su primera y más vieja rutina; o la dificultad para arreglarse el copioso cabello que ahora tenía. Así, por las nostalgias, se preguntó qué había sido de él. Es la duda esperada cuando se recuerdan los cuerpos desaparecidos. Y como en todos estos pensamientos se le hizo un poco tarde, tuvo que correr para llegar a la ventana cuando sonó el timbre de la bicicleta del chico que repartía el periódico. Al asomarse vio que era el jardinero de su edificio quien pedaleaba por San Carlos y nada certero distribuía la prensa. En lugar de ella, el chico de los pe- riódicos salió en paños menores de la casona y en el jardinero que esperaba tras la verja de su edificio se reconocía la calvicie que antes había sido suya. Vaya embrollo en el que me he metido, pensó momentos después, mientras leía el periódico. Según las noticias había enfriamiento global. Luego de la escena de la chica y el periódico, rara vez volvía a mirar por la ventana si no era de noche y estaba aburrido, pero aquella mañana lo hizo a eso de las diez. Vio entonces que las colegialas de San Lorenzo piropeaban las deformidades de su cuerpo, ahora vertidas en el jardinero. Por cosas como esta muere la gente y se acaba el mundo, se le ocurrió pensar, aunque con algo de alegría, pues siempre le gustaron estas consideraciones filosóficas. A las diez y veintiuno de ese día ya estaba muerto. Al principio se subió despacio al alfeizar, casi con solemnidad, se podría decir. Se sui- cidó, igual que todos los que se creían tan culpables como él. Se lanzó desnuda por la misma ventana desde donde por algunos meses había observado a esa chica, y tres galaxias arriba el dios que lanza las piedras para ver cómo se encienden contra la atmósfera, al verlo caer, pidió un deseo estúpido. ALEJANDRO CERNUDA Verbo Azul
  • 55. 54 PILAR DEL CAMPO PUERTA Cuando Lucía salió del despacho del Director de Gestión tenía el rostro muy tenso. - ¿Qué te pasa? – pregunté. - Acabo de hacer lo que jamás hubiera pensado. Me asusté. Lucía era mi compañera. Mi amiga. Podría decir que hasta mi amor secreto, pero eso es tan secreto que casi ni me atrevo a mencionarlo. - ¿No habrá sido una locura? –volví a preguntar. - No lo sé. He defendido mi igualdad y punto. - ¿Quieres que hablemos? –me ofrecí - Ahora no –contestó Lucía dejando perder la vista en la pantalla del ordenador. Estuve esperando sus palabras, o mejor dicho las consecuencias. Pasaban los minutos, mudo el teléfono, los únicos sonidos eran alguna tos inquieta y el golpear de los dedos en los teclados, y por movimiento, solo el aire de la respiración conteni- da de las cinco personas que ocupábamos nuestros puestos y que dependíamos del Departamento de Gestión con su Director al frente. Por fin éste salió de su guarida, se dirigió a Lucía y al parecer dijo: “Lo siento”. Pero fue un arrepentimiento tan sordo, que solo ella lo percibió. Sin embargo, los demás quedamos más en suspenso todavía cuando oímos la contestación de ella: “Desnuditos todos somos iguales”. Después supimos que en un arrebato de superioridad, en vez de dar en la mano una documentación a Lucía se la tiró a la cara y al suelo; ella muy digna salió del despacho dejando todo donde había caído. La frase y la decisión de Lucía hicieron que la apreciara más porque había sabi- do cómo poner fin a la superioridad desorbitada del tirano, había dado luz verde a la igualdad de manera justa, sencilla y digna. No ha hecho falta mucho más para que el superior se dé cuenta que la desigual- dad no conduce a nada, porque como bien dijo Lucía, salvo las diferencias lógicas y evidentes, todo el que se crea superior por “el disfraz” tal vez esconda grandes complejos de inferioridad en: inteligencia, humanidad, capacidad creativa, amabili- dad, belleza interna o externa, resolución, decisión, bondad… y quiera hacerse notar “dando la nota”. Desnuditos todos somos iguales, menos Lucía que es única; además tiene una hermosa historia de superación de la que puede estar muy orgullosa, aunque no alardea de ella porque es prudente y sencilla. Me tiene encandilado. A ver si tengo valor y le digo cuánto me gusta. Desnuditos todos somos iguales
  • 56. 55 JOSETO ROMERO, 2015 Verbo Azul Abrazo en Múnich Nos conocimos mucho antes del abrazo, en la Universidad. Terminamos los estudios y Roberto se fue a Alemania. Le tenía entre mis contactos pero con el tiempo ya sólo nos felicitábamos cumpleaños y Navidades. Fue una sorpresa encontrarnos en el hackathon de Múnich. Competíamos por un premio en aquel maratón de programación, pero igualmente corrimos a abrazarnos nada más vernos. Antes de separarnos de nuevo, nuestros teléfonos comenzaron a vibrar. Ambos llevábamos Open T-shirts, las camisetas inteligentes con infinidad de funcionalidades. Entonces no eran tan comunes. “#OpenT-shirts - @AnaCR y @RobertoAC se han abrazado en Múnich” Y, a continuación, un nuevo mensaje: “@AnaCR y @RobertoAC - ABRAZO UN MILLÓN de #OpenT-shirts, ¡enhorabuena!” Salimos de Múnich con un premio. No precisamente el del hackathon, sino un fabuloso viaje. Visitamos veinte ciudades con el compromiso de abrazarnos en cada una de ellas con nuestras camisetas inteligentes. Gracias a un palo selfie dejamos constancia de todos los abrazos viajeros en la red, siempre con algún monumento emblemático de fondo. Por eso en la boda no nos dimos el típico beso.
  • 57. 56 ÁNGEL MUÑOZ Verbo Azul Mientras la cigarra disfrutaba de la plácida tarde estival cantando soleares y fandanguillos, la hormiga se afanaba en almacenar todo lo que podía, y odiaba la alegría de su vecina. Fingiendo naturalidad le dijo: – Ya podrías trabajar un poco más y ahorrar para el día de mañana, me pare- ces un poco irresponsable. – No hay problema, si tú y otros como tú no acabáis expoliando a la naturale- za, ella es mi despensa. No me creo necesidades superfluas y lo que necesito para vivir el campo me lo da con generosidad cada día. –Tendrías tu propio granero bien lleno y solo para ti, eso te daría seguridad. Entonces la cigarra le contestó: –¿Y para que quiero tener más de lo que necesito? Poner mi seguridad en manos de lo que poseo me haría depender de ello y me generaría ansiedad y miedo a perderlo. –Yo guardo mis ahorros en paraísos bien defendidos y que nadie tenía acceso a ellos. – Cuanto más tienes, más energía gastas para mantenerlo –respondió la ci- garra desde su rama – cuando no tienes nada, cuando no estás apegado a nada, la tranquilidad y la libertad corre por tus venas. Yo soy feliz con lo que soy y tú con lo que tienes, esa es la diferencia. – Pero mientras tenga riqueza, tendré poder y seré importante; a mí me te- men y me admiran, en cambio tú apenas cuentas para la sociedad. – Como no me tienen en cuenta, nadie me odia, ni me utiliza, ni me persigue. No sentirse importante es lo primero para poder encontrar la paz. La hormiga, a la que habían educado para trabajar y acumular riqueza, no entendió a la cigarra y pensó que no dejaba de ponerle pegas a todo, posiblemente para justificar su vagancia. Contrariada, se fue a cuidar a los pulgones, con los únicos que era solidaria porque sacaba de ellos un jugoso néctar del que se ali- mentaba. Aparte de a los pulgones, a nadie más ayudaba. La cigarra y la hormiga
  • 58. 57 Ella no tenía ninguna fe en el futuro, había pasado las suficientes decepciones como para no confiar en ningún hombre, pero él se había portado tan amablemen- te que podría ser una excepción, aunque Évin sabía que estas cosas no pasaban a menudo. Cuando él la cedió el paso y la rogó que pasara delante, en la caja del super- mercado, fue de una cortesía extrema. Aunque él tendría como diez años menos que Évin, y no sabía que su verdade- ro nombre era Evarista, a ella no le importó a la hora de hacerse ilusiones, porque contaba con su buena apariencia, y ésta, según la opinión de muchos y muchas, era excelente. Él era un hombre de un atractivo espectacular. El día que se vieron en el gimnasio fue como una confirmación del destino o así le pareció a Évin. Desde aquel momento se saludaban amigablemente, tanto que Evin le invitó a tomar un café en su casa, al domingo siguiente de su encuen- tro. A partir de ahí comenzaron a verse con cierta asiduidad. Las amistades de Évin la increpaban con curiosidad, sobre todo su amiga más íntima, ya que las dos se contaban casi todo lo que les ocurría. Évin, le esbozó a Lola lo acontecido y cómo él y ella habían llegado a intimar tanto. Lola se mostraba recelosa sobre las intenciones de él, hasta que Évin les pre- sentó en una ocasión y desde aquél momento Lola animaba a Évin a que continua- ra con la relación, basándose en la máxima de que “lo que dure ha durado”.Évin, a veces, llamaba a Lola para que se reuniera con ellos a tomar una copa y poder charlar, al mismo tiempo que la satisfacción y enamoramiento de ambos quedara bien latente. Évin notó que Lola empezaba a rechazar las proposiciones de salir los tres, hasta que él un día propuso a Évin traer a un amigo para que hiciera pareja con Lola. A Évin le pareció una idea genial. Hubo varios encuentros los cuatro juntos, hasta que un día Évin tuvo una llamada del amigo de él, hablándola de su preferencia total por ella, no podía remediar la atracción que sentía y quería tener una conversación. Évin no pudo contener su sorpresa, pues le había visto muy entusiasmado con Lola, en las diferentes tardes y noches que coincidieron, y así se lo manifestó. A raíz de esta conversación las citas con él se fueron distanciando, no porque Évin lo pretendiera, sino porque él tenía un nuevo trabajo y viajaba con frecuen- cia. En ocasiones Évin le acompañaba según el lugar al que se desplazara. Él tenía que ausentarse, según Évin le dijo a Lola, una semana o quizás diez días. El amigo de él llamo a Évin pidiéndola salir, ya que estaba fuera su enamorado. A Évin no le pareció mala idea, ella estaba segura de su postura acerca del amigo de él. Queda- ron en ir a cenar y después a una discoteca en las afueras, para tomar algo. No tan triste, pero sí un “figura”
  • 59. 58 La noche transcurrió sin incidentes ni malos rollos sino todo lo contrario, él se mostró amable y muy educado. Al salir de la discoteca y sentados ya en el coche, el amigo de él fue a encender un cigarrillo y comprobó que no tenía el mechero, valioso por lo que representaba según él, de oro y con sus iniciales grabadas, por tanto, tenía que volver a ver si lo encontraba. Mientras Évin esperaba en el coche sentada, vio salir a una pareja muy aca- ramelados, se dirigían hacia un vehículo descapotable aparcado a unos metros de distancia de donde se encontraba Évin. En la oscuridad no se podía distinguir absolutamente nada, solamente lo abrazados que caminaban besándose. Estaba ensimismada contemplando la escena, cuando se abrió la puerta del coche y en- tró el amigo de él, venía contento, había encontrado el encendedor. Introdujo la llave de contacto y arrancó el coche, al encenderse las luces fueron a parar hacia la pareja de amantes, en aquél momento apoyados en el lateral del coche, en posi- ción delicada, las caras de ambos podían distinguirse con dificultad, pero cuando conoces bien a alguien esto facilita reconocerle. Se trataba de dos hombres y uno de ellos muy familiar y querido de Évin y de su acompañante. Ella se llevó la mano a la boca para que su grito no demostrara el estupor que sintió, notó que el coche se ponía en marcha a toda velocidad dirigiéndose directamente hacia la pareja. Évin miró al amigo de él y comprobó cómo sus dientes apretados componían una mueca mortal en su cara. MARISA GONZÁLEZ
  • 60. 59 CONCHA GARCÍA DE LOS ARCOS Verbo azul No creo que esto me pase sólo a mí, pero me estoy empezando a cansar. La paciencia tiene un límite y la mía, que creo es mucha, pues también. Yo sé que ellos están aquí, que viven entre nosotros y que tienen derecho, como todos, a sus ideas y costumbres, pero en mi opinión, o al menos en lo que a mí me afecta, se están pasando. A lo mejor no todos, pero sí el que me ha tocado en suerte. Es que me esconde las cosas. He hecho ensayos, hasta mapas de donde guar- do los objetos, pero no hay manera, se los lleva y luego aparecen en cualquier parte, si es que aparecen: desde hace años busco unos pendientes, que le debieron de gustar, y que, a lo mejor, todavía lleva colgados de las orejas. Se come los calcetines: cuando lleno la lavadora tengo buen cuidado en in- troducirlos bien emparejados, bueno pues no hay forma, siempre falta alguno. Desde niña sé que los mengues, los duendes andaluces descendientes de los yiins que trajeron los árabes, viven en nuestras casas y que solo hacen pequeñas travesuras como: agriar la leche, apagar el fuego, cortar el agua caliente cuando te duchas, y eso: esconder cosas. Y también sé que es peor enfrentarse a ellos y que no conviene enfurecerlos. Pero es que ahora al mío le ha dado por quitar la señal de la tele, justo cuando mejor está la serie, y además mi marido dice que no está seguro de que no hayan tenido algo que ver con los resultados de los últimos partidos entre El Barsa y El Real Madrid… Y claro, yo me pregunto: ¿No se les podría aplicar la ley de extranjería alegan- do que sus antepasados vinieron de África? Lo consulté a un amigo policía y me miró como si estuviera mal de la cabeza. Pero, de verdad, ¿a ustedes no les pasa lo mismo? Es que si nos juntáramos y pudiéramos crear una asociación de damnifica- dos, quizá aprovechando la xenofobia imperante… ¡Ya está bien!
  • 61. 60 EVA BARRO GARCÍA Verbo Azul – ¿Cómo puedes aceptar a ese chico, sin oficio ni beneficio? La abuela preguntaba, entre enojada y sorprendida. Dijo la niña, entonces, entre dolida y desafiante: – ¿Fuiste feliz tú, con el abuelo? Se quedaron mudas ambas. La joven recordaba las atrevidas caricias del gua- po y atlético novio, tras la sutil conversación con la que se habían entendido: – ¡Uff! – ¡Qué fuerte! –– había contestado ella; las mujeres, ya se sabe, tienen más capacidad lingüística. La anciana rememoraba cómo se había dejado engañar muchos años atrás: – Mira que es feo. Si por lo menos fuera alto… – Pues ahí donde le ves, va a ser ingeniero. Su familia tiene minas. La señora desvió su atención hacia el lujo que la rodeaba, y sonrió recordando los esfuerzos del abuelo, capaz de aprenderse a Rubén Darío, a Gustavo Adolfo y a Neruda para conquistarla, que también habían influido, no todo fueron las minas de carbón. La muchacha consultó en su móvil la llegada de un críptico mensaje. – ¡Ayyyy! Por lo menos dominaba el castellano… y era todo más bonito. Rugió una moto en la acera. La nieta echó una ojeada a través del visillo y soltó un “uaaaaauuuuu” antes de lanzarse a la puerta. La abuela atisbó también tras el encaje y reconoció que el motorista tenía planta, pero se expresaba a fuerza de impacientes acelerones. – Eh, abuela, que en el Caribe también hablan español. – Ya, como aquí. Pero entre él y tú os estáis cargando el idioma. – Y el abuelo de su padre, o algo así, era de Asturias, como el tuyo. – Sí, pero entonces la gente… las palabras… Las dos comprendieron que la felicidad es tan sólo una idea. La anciana se preguntaba si aquel cuerpazo mulato provendría de un verso en boca del histórico emígrate asturiano; la niña empezó a valorar, mientras se acomodaba a la cintura del novio, la posibilidad de que él hilvanara algo más que un ok. Generaciones
  • 62. 61 Antes era abogado. Tenía un buen trabajo en una firma prestigiosa con dele- gación en Málaga y se barajaba mi nombre para ser nuevo socio. Mi último asunto era de mucho dinero, una demanda millonaria contra una firma de automóviles en la que nuestro cliente reclamaba la titularidad de una patente. Sería por abril, un sábado por la mañana después de una semana de mucho trabajo, cuando decidí darme una vuelta por un mercadillo de libros que habían puesto en la Plaza de la Merced. Me gustan los libros y las sorpresas que a veces puedes encontrarte en los mercadillos y las librerías de libros antiguos o descata- logados. No era un mercadillo especializado, había lo típico de estos puestos: co- lecciones incompletas de las que han anunciado por televisión, clásicos en formato barato, revistas de pasatiempos y poco más. Algo apartado, haciendo esquina, separado de los demás, había una caseta peculiar, pequeña y de madera barnizada. Una joven delgada, bajita, elegante, de media melena rubia perfectamente recortada y alisada, se alejaba del puesto des- pués de cruzar algunas palabras con el librero. “Es de las que confundirías con un playmobil en una noche gamberra” pensé mientras me acercaba a echar un vistazo. Eran libros antiguos, muchos de encuadernación holandesa, otros de piel decorada en oro, alguno con estampado en tela, había varias Biblias, una edición de Los miserables de 1890 en cinco volúmenes grabados, cosas así. El dueño es- taba agachado, calentándose las manos en una estufa de gas, no tenía muy buen aspecto. – ¿Puedo? – Dije señalando un pequeño libro de cuero negro que me había llamado la atención. – Sí, todo se puede tocar, teniendo cuidado todo se puede tocar.- Dijo incor- porándose. Era un tomo en cuarto menor, encuadernado en plena piel, con el lomo liso y unos extraños símbolos en la tapa estampados en seco. – Es cabra.- Dijo el vendedor. – ¿Cómo? – Es piel de cabra. – Ah -dije- No pone el título. – No es necesario, es el libro de su futuro- Dijo, mirando al suelo fijamente. – ¿En serio?- Dije sonriendo mientras lo ojeaba. Faltaban, como arrancadas al azar, algunas hojas- pues está en blanco. – Claro, no es suyo aún. – ¿Quiere decir que si adquiero el libro se escribirá sólo? – Bromeé. – No lo sé, es su futuro. – ¿Cuánto vale? – La broma empezaba a gustarme. – Bueno, en un primer trato le cobraré un euro, el precio vendrá después. – ¿Después? ¿En un segundo trato? – Sí, lo que diga el libro. – ¿Intenta decirme que el libro va decir cuánto vale? Libro antiguo
  • 63. 62 – Puede. – ¿Y si no lo dice? ¿Y si no dice absolutamente nada? – Pues entonces tendrá un bonito libro por un euro. ¿No es un buen negocio? – Tenga – Saqué una moneda y se la di. El vendedor me dio una bolsa de papel marrón para guardarlo. – Trato hecho, señor – Me dijo. – Gracias, que le vayan bien el día- Le respondí. – Hasta la vista- Escuché que me decía cuando ya estaba vuelto de espaldas. Las semanas siguientes fueron intensas, viajes, reuniones, comidas de tra- bajo. El libro descansaba olvidado en una de las estanterías del salón. En el ama- necer del 20 de mayo comenzó todo. Un ruido seco me sacó de la cama, venía del salón. La luz estaba encendida. En el suelo estaba el libro, abierto por la mitad. En la página derecha una sola palabra: Pregúntame Justo en ese momento me desperté. Fui directo a la estantería del salón, todo estaba en orden. Cogí el libro y volví a ojearlo. Hacia el final, en una de las páginas había unos extraños símbolos, alguna escritura antigua, algo que no aprecié el día del mercadillo. Se me fue toda la mañana buscando por Internet. Parecía un juego de palabras con una especie de escritura abjad de origen fenicio, una escritura ca- rente de vocales donde a cada símbolo le corresponde una consonante. Hacia las cinco de la tarde, aún en pijama y sin haber comido, saqué esto: prdrs l trbj mntrs dscfrs st crtj Decidí descansar un rato, fui al baño, luego entré en el dormitorio. Allí estaba mi móvil con varias llamadas perdidas y un montón de mensajes. Corrí al ordena- dor y abrí el correo, varios mails entraron, todos del trabajo. Había estado ausen- te, aislado de todo, obsesionado en aquellos símbolos. No había ido a trabajar, ni a la vista del juicio de la patente que justo ese día se celebraba. Habían tenido que mandar a un compañero a sustituirme de urgencia. El asunto había ido mal y el cliente pedía mi cabeza. Entonces entendí la frase. Perderás el trabajo mientras descifras este acertijo No podía ser cierto lo que me estaba ocurriendo. Me quedé mirando el libro. Después de un buen rato lo cogí y me lo puse en las rodillas. Decidí examinarlo a fondo e intentar encontrar una explicación. Pasé varias páginas de aquel fino pa- pel. Una gota de sangre reventó contra la página en blanco, después otra. Estaba sangrando por la nariz. Me pareció ver unas letras debajo del rojo y extendí con el dedo la sangre sobre el papel. Allí estaba la frase, no hacía falta descifrarla: Perderás la salud El maldito libro no predecía mi futuro, lo dictaba. Me llevé las manos a la cabeza y dejé caer el libro al suelo mientras la sangre seguía saliendo y su goteo golpeaba el pantalón de mi pijama. – Dime, como puedo librarme de ti – Le estaba hablando al libro, era algo que no podía creer. Me sentí ridículo. Puede que esa no fuera la forma apropiada. Busque un lápiz, en la cocina encontré el que uso para anotar las compras. Me tiré al suelo y escribí en la misma hoja manchada de sangre: ¿Qué puedo hacer para cambiar mi futuro? Tiré el lápiz y me tapé la nariz con un pañuelo de papel, tumbado en el suelo
  • 64. 63 JOSÉ LUÍS HINOJOSA Verbo Azul mirando los libros y los discos de mis estanterías. Entonces me vino a la cabeza el librero, él ya sabía todo esto y sabía que volveríamos a vernos. No tenía que pre- guntar nada, la respuesta siempre había estado en el libro. Lo cogí y busqué. Allí estaba, en la guarda de la contracubierta, escrito a lápiz con letra muy pequeña: Cuesta de Moyano Alguien dijo que el futuro no es lo que va a pasar sino lo que vamos a hacer. Lo que yo hice fue coger el libro, subirme al coche e irme a Madrid. No me fue difícil encontrarlo en la cuesta de los libreros, volvía a ser el último puesto. – Es complicado hacerse un hueco aquí.- Le dije. – Tengo mis contactos- Respondió- Llevo tiempo esperándole. – He estado ocupado- Dije, conteniéndome las ganas de partirle la cara. – ¿Trae el libro? Tenemos que hacer el segundo trato. – Sí, dígame cómo puedo acabar con esto. – Tendrás que hacer lo mismo que he hecho yo, lo mismo que otros muchos han hecho antes que nosotros durante muchos años. Tienes que comprarme la caseta y vender el libro. – Dime cuánto quieres. Me dijo una cifra muy elevada, pero no imposible. – Es mucho dinero, tendré que vender mi casa, puede que el coche también. – Nada que los demás no hayamos hecho antes. Elige bien a quien se lo pasas, yo me fijé en tus zapatos, eran zapatos de rico. Malvendí mis propiedades, a la semana tenía el dinero, se lo entregué metido en un sobre. – No lo ofrezcas, tienen que elegirlo. Arranca las páginas que has usado y borra lo que yo escribí a lápiz, el próximo lugar debes escogerlo tú- Me dijo des- pués de unos cuantos consejos- ¡Suerte con tu nuevo trabajo!- Me gritó de lejos mientras se iba. Ahora soy vendedor de libros antiguos, tengo uno muy especial esperando comprador.
  • 65. 64 ELENA NAVARRO Verbo Azul Te miraba mientras mantenías tus ojos frente a los míos. Me acercaba mien- tras caminabas hacia mí. Te observaba como repetías mis gestos. Pero al intentar acariciarte, la frialdad de un espejo abofeteó mi presente. Relato corto Rincón de Ámsterdam. Juan José Alcolea
  • 66. 65 Aquella a la que amo es tímida y silenciosa, pero me observa con una mirada profunda e interminable en la que me he sentido varias veces atrapado con la mis- ma grata impotencia que experimentaría quien culmina con éxito un ambicioso proyecto y está obligado a explicarlo una y otra vez o quien adquiere un cuadro fascinante y se queda encerrado con él durante días. El sentimiento que predomi- na en mí cuando estoy a su lado o cada vez que pienso en ella es el de haber conse- guido algo grande. Antes de conocerla, me sentía a menudo como una carga para mí mismo y, aún con más frecuencia, un obstáculo para mis propias necesidades y deseos. Lo que me definía principalmente era mi capacidad para un hundimien- to contenido, no excesivo, pero hundimiento al fin y al cabo, y lamentablemente cuando uno está cayendo se pierde la capacidad para otras tareas mejores y, sobre todo, para una experiencia como la que estoy relatando. De ahí mi sorpresa y mi fascinación ante la situación que surgió después de conocerla: de pronto, dejé de caer sin que afortunadamente eso significara que hubiera dejado de vivir. Sigo desde luego sufriendo a causa de mi complejidad, pero mi mirada se mezcla a dia- rio con una tendencia distinta que me separa del suelo y del vértigo para hacerme considerar otras cosas, como la existencia misma de mis sentimientos de amor y las preguntas llenas de fascinación que me hago acerca de lo que, en la mujer que amo, causa en mí un impacto tan grande. Cuando me sonríe, tiemblo suavemente dentro de mí sin dejar de son- reírla yo también y en el momento en que la deseo, se me pasa por la cabeza la loca idea de que la intensidad de ese deseo tiene un auténtico poder de transformación. Hace unos días, al ver que ella se quedaba dormida a mi lado, no tardé en caer yo también en el sueño, algo completamente natural y que ocurre tantas veces en tantas parejas, pero en mi caso esa experiencia tan simple devino algo imprevisi- ble ya que durante el sueño me llegaban uno a uno todos los gestos y movimientos de su cuerpo y el sonido de su respiración y todo sucedía prácticamente como si yo la estuviera mirando despierto. Tumbado de lado y con la cabeza incorporada para apoyarla sobre mi mano, la observaba al igual que lo haría en la vigilia y por tanto como si tuviera los ojos abiertos. Creo que la conciencia de estar viviendo una circunstancia tan especial y el desdoblamiento que sugería hacía que perci- biera su cuerpo con un interés aún mayor del habitual y que la originalidad que mi sentimiento amoroso había aportado ya a mi vida se incrementara hasta devenir una transformación radical de toda mi experiencia, incluido el sueño, la vigilia, su cuerpo, mi capacidad de percepción. Fue ella quien se despertó primero y yo lo hice momentos después, aun- que no fue eso lo que ella me dijo. Abrí los ojos y me encontré con los suyos y de nuevo quedé embrujado por su mirada. Fue una gran sorpresa oírla decir: «¿por qué me miras así?» «Te miro como siempre, le dije. Ya sabes que hay algo en tu mirada que me llega muy hondo. Es solo eso». «¿Por qué entonces te has pasado mirándome toda la noche?», me preguntó. Me quedé tan sorprendido que enmu- decí durante unos momentos. Su expresión reflejaba la extrañeza que habían ex- Amor en la complejidad del sueño
  • 67. 66 RAMÓN DE LA VEGA Verbo Azul Bélgica presado sus palabras. Finalmente dije: «pero ¿cómo lo sabes si tú estabas dormi- da?». «Yo no dormía, te estaba espiando a ti». Con perplejidad le dije. «¿Y no has visto que yo estaba dormido?». Esperó unos momentos y dijo: «no he visto nada, tenía los ojos cerrados, pero me basta con oírte. Cuando dormimos o estamos despiertos, nuestros movimientos y los ruidos que hacemos son completamente distintos y yo sé que no estabas dormido». Ante esas palabras, no sé bien por qué, empecé a sentir una inquietud profunda. Todo era sumamente extraño empezan- do por el hecho de que, como ella decía, hubiera estado toda la noche espiándome aunque con los ojos cerrados mientras que yo supuestamente estaba despierto y la observaba, a pesar de que yo estaba seguro de haber estado dormido. Reconozco sin embargo que en el sueño imaginaba que la observaba. Me sorprendió comprobar que una simple noche como aquella hubie- se dado lugar a algo tan complejo entre dos personas. Traté de explicarle que lo que yo le decía era verdad, pero se mostraba desconfiada cuando en realidad era yo quien debía estarlo. Al fin y al cabo, ¿qué certeza podía tener yo de que había estado toda la noche despierta y pendiente de mí? Y si era tal como ella afirmaba, ¿por qué lo había hecho? Creo que si alguna definición es necesaria para el amor, debe ser esta: el sentimiento que engrandece lo que habitualmente se estima pe- queño y, al mismo tiempo, resta, reduce o empequeñece el impacto de hechos que la vanidad o el orgullo hacen concebir como demasiado grandes. Cuando uno está enamorado, tiende a agrandar cada instante compartido con la persona que ama y sin embargo empequeñece las contrariedades que pueda implicar su carácter. Desde aquel día me esfuerzo en disimular los momentos en que la ob- servo, que son muchos, e intento que ella no note nada, así que tiendo mucho más a recrearla en mis pensamientos y retomo una y otra vez mis recuerdos de ella y les doy muchas vueltas esforzándome por detenerme sobre todo en los pequeños detalles. Siento que es una manera de estar presente a través de la imaginación de lo que vivo y sólo me queda la duda de si eso pudiera perjudicarme, pero si yo amo la realidad es por ella, así que también aprenderé a amar la imaginación a través de ella.
  • 68. 67 Camina lento por el tiempo catalán. Entre los callejones del barrio Gótico el clarinete del músico callejero sopla con la nostalgia del hambre un aire antiguo. Del muro de catedral, justo en la Plaza San Iu, surge un asiento para dar descanso a su alma desesperada por la extrema velocidad cibernética. Se pone a contemplar la pesada puerta y las gárgolas del edificio frontero. La música, el aire, el sol que desciende resbalando por entre las piedras pardas de un lado del callejón, para entregarle el rostro blanco como el corazón de la almendra de una bella mujer, imagen de la Virgen descendida en el monte Carmelo, de mi- rada evocadora con el color de la miel. Ya no hay ruido de motores, el humo de los vehículos se ha desvanecido, todo permanece en santa paz, sabiéndose acompañado por ese mirar castaño virginal. El empedrado lo lleva por entre los callejones, empujado por el viento del clari- nete que se va desvaneciendo para dar paso al Romance Anónimo surgido de las maderas de una guitarra, en su rasgueo cadencioso frente al Palacio de los Virre- yes, mientras el reloj campanea la una, en medio de la locura de amor que vive de espaldas al mundo real. Pero ¿qué es lo real sino aquello que anida en el corazón? El corazón, la vida, el amor. No hay nada de mayor realidad como eso que la amada inspira, el casto mirar del fruto del castaño, bajo dos arcos de azabache perfectamente delineados en un vitral que deja pasar la luz para fijar la imagen venerada en el fondo del recinto sagrado, a pesar del paso del tiempo, eterno como el ser y la esencia de la vida, donde ambos se unen en un baile perpetuo que los eleva a Dios. El Romance Anónimo surge del conocimiento entre los dos, pues de otra forma es imposible vivirlo con el ritmo que une las almas. Camina con el tiempo, el viento le lleva dentro del espíritu de la reconquista al cristalino correr de la fontana de Aranjuez el cual, lejos de aquí, los moros se encargaron de embellecer para el futuro goce de los cristianos. Atrás han quedado el acueducto y el muro romano por el callejón del Obis- po; las tapias del jardín de la catedral. Allá arriba, en el puente sostenido por los ángeles entre esbeltas columnas y claros ojivales, soportan su presencia amada, engalanado con una rosa purpúrea su oscuro y austero peinado catalán, entre el cielo y la tierra. Concierto renaciente A Carmen, mi querida Princesita.
  • 69. 68 PHILLIP BRUBECK GAMBOA Verbo Azul Méjico Se detiene, no quiere seguir adelante, sabe que si avanza por allá, a la Rambla, todo se desvanece, no hay opción, debe guardarlo detrás, con celo, donde nadie se percate, ahí, en su interior permanecen las notas del clarinete y la guitarra en un concierto renaciente que lo une con Dios y con su amada. Debe seguir con el ritmo del ruido global, sus pasos lo llevan al hotel, atrás deja el Mediterráneo y a Colón señalando hacia su tierra natal; pero el hechizo de Barcelona permanece en su corazón, y allá en la otra dirección, al otro lado del Atlántico, se mantiene perfectamente unido al de su amada en aquella tierra la cual el genovés vislumbró y el extremeño conquistó para la gloria de Dios, para el amor de ambos, al rasgueo de la guitarra de sones moriscos, sonidos mestizos de los hispanos, mestizos como el alma de su raza de bronce y, en fin, de los nuevos tiempos donde las sangres se mezclan y desaparecen las naciones en el orbe uni- ficado, que es uno conforme a la voluntad divina, en un renacimiento del amor, en un renacimiento de la humanidad, la fe, acompañado eternamente por la divina, etérea y siempre real presencia de su querida princesita. Barcelona, 28 de noviembre de 2006.
  • 70. 69 Como salido de “Las mil y una noches”, el poe- ta palestino-¬español Mahmud Sohb, escribe poesía inspirada por las musas de las dunas de arena, por lo que acabó por convertirse en jardinero poético del desierto, con sus poemas sinfonías, de palabras escritas en los penta- gramas de la arena del desierto, dibujadas en la propia arena. Mahmud Sohb ajardina los co- razones desérticos con semillas de plantas y flores poéticas. Cuando el jardinero poético del desierto re- cita, el eco de su voz atraviesa los mares de arena, entonces los genios liberados de las lámparas maravillosas, acuden a los desiertos para regocijarse escuchando los poemas en el eco que transporta la voz de Mahmud Sohb. Mahmud Sohb catedrático emérito de Cul- tura Árabe en la Universidad Complutense de Madrid, sin haber ido a la escuela... es su mayor mérito, llegar a lo máximo sin pasar por ninguna escuela. Todos los estudios los hizo de modo autodidacta. Nació en Nazaret en 1936, por lo que es más nazareno que Jesús, ya que Jesús nació en Belén. Su nacimiento lo cuenta así: “Nací en Galilea, en Safad, el pue- blo más alto de toda Palestina. Mi padre era árabe beduino, un gran jinete, tenía caballos y ganado. Mi madre era Kurda, descendiente de Saladino (...) de niño, me quedé ciego por mucho tiempo, y, en el desierto, me convertí en poeta escuchando los cantos de los pas- tores...”. Está claro que hasta su prosa es poética. Su familia se tuvo que trasladar de Palestina a Damasco, Siria, en 1948, cuando se creó en el territorio palestino el Estado de Israel. Dotado para la poesía, es uno de los poetas más admirado en su lengua. En el año 1965 vino a Madrid, tras haber pasado como pro- fesor por distintas Universidades Árabes. En Madrid logró el doctorado con la calificación de Sobresaliente, nada mal para un estudiante autodidacta. En el año 1976 fue homenajeado en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid, por los Embajadores de Naciones Árabes acreditadas en España. Ya entonces “Jardinero poético del desierto” Jardineros del lenguaje. Mahmud Sohb
  • 71. 70 proclamaba: “La lengua árabe es como la no- che, la castellana como la amada. Con ésta me atrevo a cometer amorosas locuras...”. Mahmud Sohb, pertenece a esa casta casi extinguida de humanos que viven a golpes de sensibilidad, valorando más el color de las flo- res que el de los billetes. El espiritual Palespa- ñol acariciando las cuentas de uno de sus masbaha con los que nombra los 99 nombres de Alá, hace ejercicios con los dedos que le mueven su sangre de poeta. Lo que le mantie- ne siempre con aspecto saludable y de artista. En las tertulias literarias a veces hablan to- dos a la vez menos Mahmud Sohb. Gerardo Diego le preguntó una vez: –¿Usted por qué no habla como los demás? –Yo, como soy musulmán, allí me enseñaron a escuchar. Gerardo Diego le dijo, que fuera a su casa a escuchar y le dio, en su domicilio, un concierto de piano. Mahmud Sohb, fue a la presentación de un li- bro de Carlos Bousoño al Pub Oliver. Cuando llegó Mahmud, el acto estaba empezado y se encontró con todos los presentes identificán- dose sexualmente, unos diciendo que eran ho- mosexuales, otros bisexuales, los que asegu- raban ser heteros. A Mahmud le preguntaron, y él contestó: – Yo soy moral. Pero, no le creyeron, argumentando que sien- do poeta árabe, eso no era posible. Entonces Mahmud argumentó: – Bueno, soy bisexual, pero sólo con mi mujer. Luego le preguntaron a Claudio Rodríguez que contestó: – Yo soy impotente. En la recepción que le dio Franco Sadan Hu- seín, el traductor fue Mahmud. Teniendo al Generalísimo enfrente, se le acercó y le dijo al oído: Generalísimo, yo soy palestino. Franco entonces le dio un abrazo. Una vez terminada la recepción, la entrevista con el Caudillo, Sadan le preguntó al poeta: – Mahmud, ¿por qué Franco te ha abrazado a ti y a mi no?... Éste árabe, ya madrileño, es el hipócrita más reclamado en los foros culturales. Sería capaz de hacerle la pelota a su verdugo en el cadal- so. Eso sí, la sensibilidad le caracteriza en cada acto, en cada poema, en cada manifies- to. Sentenciando, por ejemplo: “Parece una simpleza decirlo como principio, pero es así; el hombre está ante las cosas y las mira, y puede mirarlas de una manera pasiva o negativa; de la primera forma puede surgir el amor, de la segunda el odio. Y el amor se sublima cuando el objetivo del amor es el hombre mismo”... Invito a cualquiera, para que disfrute, que cuando vaya a un desierto, como hacen los genios liberados de las lámparas maravillosas, se deleite escuchando a través del eco, los poemas ajardinados de belleza, del jardinero poético del desierto Mahmud Sohb. JOSÉ BÁRCENA Verbo Azul
  • 72. 71 Libros recibidos Casi como un favor, un amigo hace llegar a mis manos este libro de poemas, versos de agua y candiles limpios, entrañables y se- renos a golpes de corazón, con el que Hortensia inicia sus caminos oficiales en los que unas y otros se confirman como poetas. Nada más cierto, en poesía, que poder sorprenderte con facilidad cuando menos lo esperas. Y este es el caso. No podía ser de otra forma viniendo de mi amigo. Evidente es para mí que éstos no son los primeros poemas VERSÍCULOS DEL AGUA. Hortensia Higuero Peinado. Premio Pedro Marcelino Quintana. de Hortensia. Con este libro, y desde la intimidad de sus silencios, la poeta transita los mares del alma con un detenimiento inteligente, alumbrados por los viejos candiles que llenan de luz sus días y noches. Magnífica su confesión vital en el primer poema (He aquí los versos negros...) que descifra todo el devenir poético que acontece a partir de él. Apoyada generalmente en poemas breves y ágiles, hundiendo hasta el fondo de sus dioses las manos y desmenuzándolos con los dedos, la palabra vivifica momentos de gloria y anocheceres sin lunas. No busca desordenar la intimidad en sus dos ciudades básicas, la urbana, tan reconocible y lugareña, y la íntima, insinuada e insinuante. Y no son duendes de jardín los que mueven los hilos tejedores de su versión lírica. Aguas, soledad y amor son sus dioses, compañeros que conforman el tiempo y las horas de Hortensia junto a los espejos de la palabra para encontrarse frente al amor y junto a él. Yo estoy convencido de que son versos de amor, amor enamorado y enamorador, a pesar de los disfraces técnicos con los que lo viste para resguardar el secreto de su privacidad. Solo en su nombre va enumerando todas las ramas del bosque de la vida. Y se disfraza agua. Agua que se sabe y agua que se entrega. Toda de agua para el mar de sus poemas.”Tomame con ese noventa por ciento de agua que soy” es una declaración de amor que surge desde el más profundo y verdadero de los manantiales hasta los labios mismos de a quien van dirigidos. Y no tengo muy claro si la razón primigenia es el agua o el candil. Pueden ser coincidentes. Pero si uno presta atención, no podrá sustraerse al encanto de los aciertos poéticos que la poeta desmiga entre los versos. Se asiste, sin esfuerzo, a una plácida lectura, no exenta de sorpresas líricas. Las dos páginas finales, “Morir no es suficiente” y “He dejado escrito” son un ejemplo perfecto y generoso de cómo redondear y cerrar un libro de poemas. Me encanta, Hortensia. El libro está escrito en versos libres, de métrica dispar, pero mantiene un ritmo sonoro y musical muy agradable. La desigualdad de su medida no desdice y tienen la comodidad de una elaboración pensada en los lectores. Un magnífico libro. Uniforme y abierto. Las opciones para una correcta interpretación, sin perder el argumento central, son abundantes. Con su lectura yo he recordado la dulzura poé- tica, el sabor de los pájaros y esa chispa inicial que incendia el recorrido de los libros de poemas. Gracias, poeta, por hacérmelo así y por este regalo gratificante y delicioso. Isidro Sánchez Brun
  • 73. 72 “La luz como esperanza” Para su autor el pasado es lo que nutre la vida, “... palabras donde solo va quedando/la ceniza que canta lo que ha ardido”… Hay palabra, hay fuego, hay rescoldos. Entonces nos habla de esperanza. Y nos ofrece un futuro con la certeza de que siempre vivirá la luz. Esta LOS DONES DE LA LUZ. Manuel Cortijo. Prólogo de Rocío Alarcón. Colección Alcalima. Edita Lastura. luz como sonido, como tacto, como el sabor ácido y dulce del sentimiento, toda la luz también como ceguera aunque los ojos estén muy abiertos para recibir el don. Y me pregunto si ese don tiene carácter espiritual, religioso o mental, pero yo creo que nos habla de ese don que es la vida. “Si se hiere la luz, si se abandona,/si llegara a apagarse,/ya no será posible/volver a respirarla.”.Y si no se puede respirar la luz, no existiría la vida. Este libro te atrapa como si fuera una sutil tela de araña, sutiles y sin embargo, fuertes sus hilos, porque habla del ser humano, del mismo poeta creador de la palabra, de nosotros mis- mos, de todos. Nos salva pero a la vez nos encadena. Nos cierra alguna puerta pero abre de par en par las ventanas. Susurra y otras veces grita para aclarar que existimos. Habla de pérdidas y hallazgos y de ese corazón que se instala en la punta de los dedos para escribir lo que vivimos. En la primera parte, “INSTANTE DE LA LUZ”, hay una poesía liberadora pero que a la vez esclaviza porque, a través de ella o por sus medios, el poeta intenta buscarse a sí mismo y quizás busca a la vez negarse como si no quisiera enfrentarse a una realidad que no desea, porque tampoco desea modificar su identidad y quiere hablar, hablar hasta que la palabra tenga razón de ser, ser la única palabra que signifique algo tangible, algo que forme parte corporal del pensamiento. Y así llegamos a la segunda parte que se llama “PALABRAS PARA SER” y utiliza al lector como cómplice para que le ayude a sujetar el tiempo, para evitar que pase, para lograr detenerlo. Y quiere que el lector comprenda que pueda ser este poeta el mismo o alguien diferente, que lo vea tanto por fuera como por dentro. ¿O quizás le pide que interiorice la luz o la haga inmensa? ¿Quizás le aconseja creer que está inacabada o que solo manifiesta su resplan- dor o le asegura por fin que la luz está ya hecha para siempre? El poeta habla en una rotunda primera persona, esa rotundidad del “yo” para afirmar que existe la persona como también existe la luz sin tener que dar explicaciones de su existencia, sin dilemas, sin interrogantes. Simplemente encontrarla, fusionarla con el poema, hacerla viva y car- nal, escrita y pronunciada. Que sea solo una carne, una voz, una mirada. Un solo pensamiento y dos manos que la escriben: esa mano corporal del mecanismo que coge la pluma y la mano que ilumina la poesía que la alienta. Poesía hecha con el alma, con una técnica que raya en la perfección y que le otorga esa cualidad de hacerla nuestra, de identificarnos, de iniciar también nuestras propias búsquedas, nuestros encuentros. Y entonces comprobar que, por este libro, el poeta, Manuel Cortijo, nos ha enseñado a comprender que la palabra, el hombre y la luz son la misma cosa. Cristina Cocca
  • 74. 73 La joven y emergente editorial Lastura nos ofrece una cuida- dísima selección de la obra poética de Elvira Daudet. Antología poé- tica (1959-2012) (Lastura, 2014) es el título del volumen que abarca, como decimos, poemas de los libros El primer mensaje, Crónicas de una tristeza, El don desapacible, Terrenal y marina, Laberinto carnal y Cuaderno del delirio. Contra lo que pudiera pensarse, este carácter compilatorio no resta un ápice de unidad al libro. A pesar de no haber sido revisitada - los poemas no han sufrido oficio de reescritura - y de la evidente evolución cronológica, se trata de una obra coherente, certera, unívoca; la voz de Elvira Daudet llega alta, poderosa, absolutamente cercana y reconocible. Precedido por unas palabras previas, de acompañamiento, en las que la propia autora nos sitúa en el tiempo y en la intención de cada obra, el poemario (permítaseme la licencia, ya he hablado de la impresión unitaria del conjunto) crece, camina por sí mismo en un ejercicio cuasi heroico de suicida sinceridad. Y es que Elvira Daudet no sabe escribir de otra manera, no quiere escribir de otra manera; todo en su manera de enfrentarse a la palabra respira honestidad y certeza. A través de sus ojos, de su mano, asistimos a una realidad íntima y convulsa - la suya - que se nos muestra tal y como es, desnuda, sin artificios, con todo lo que de suyo tiene el ser humano. “Si me vais a juzgar, tened en cuenta / que mi vida nunca fue cosa mía” - escribe, y es nuestro el privilegio de su sombra, la herida de la luz que descompone su luz como del rayo. Esta antología poética es casi un viaje iniciático, un itinerario vital desde el desgarro en el que somos, de alguna forma, a un tiempo espectadores y protagonistas. Es el dolor del hombre el que nos grita desde todos los versos, el dolor hecho espejo, cauterio, vida, pero tam- bién esa misma vida que sigue latiendo y celebrándose en cada soledad y en cada sueño, en cada abandono y cada permanencia. “Y al grito de libertad me hice mujer, a golpes / siguiendo la costumbre de mi casta”. Poesía desgarrada y en arraigo, en pie contra el temblor y la injusticia; poesía, al cabo, de la desolación y la inocencia, de la sed y las esperas. Heredera de su vocación periodística, es la de Elvira Daudet una voz testimonial, combativa, de denuncia. Sus poemas, a menudo “un arma cargada de futuro”, se formulan a modo de revulsivo, de acicate. “El tiempo que vivimos no es fácil de entender ni se parece / al futuro soñado; es un caos que avanza a la hecatombe / con las velas al viento desplegadas”. Es este, pues, un libro imprescindible, una apuesta por una poética cabal y compro- metida que nos busca “con el aire limpísimo a la espalda”, que crece así, como el silencio, “hasta ocuparlo todo”. Ana Garrido ANTOLOGÍA POÉTICA (1959-2012)
  • 75. 74 Cristina Cocca obtuvo con Claroscuro para escribir un cuadro (Huerga y Fierro, 2014) el XII Premio Nacional de Poesía “Ciega de Manzanares”. Libro de absoluto recogimiento, el poemario viene a ra- tificar a su autora entre lo más granado de la poesía contemporánea. Dividido en tres partes, con un poema prólogo y otro final a modo de corolario, Claroscuro para escribir un cuadro es fundamen- talmente un canto al amor. El amor, entendido como motor y desen- cadenante de la palabra poética, como supremo hacedor de todas las cosas, es fermento y deseo, consumación y esperanza, “ingobernable pájaro de otoño” al fondo de la lluvia. Y es que nada escapa al vuelo de sus hojas, a la sombra cautiva de su desesperan- za. Imágenes brillantes, poderosas, junto a un lenguaje intencionadamente próximo, cer- cano, delimitan un conjunto de desbordante lirismo, un prisma poliédrico en verso blanco en el que de nuevo la luz, esa luz tan cara a la poética de la autora, pone voz y sentidos en las cosas. “Y se derrumbará / la luz sobre tu cuerpo, calladamente oscura / la noche entre mis lámparas”. Pero no nos engañemos, Claroscuro para escribir un cuadro parte de una revelación, de un des- cubrimiento íntimo del color, de sus matices, de la última certeza de la noche. Pintura y poesía se dan la mano en una amalgama cuasi mística alrededor de la memoria, detrás de las esperas, al otro lado de todos los espejos. “Pero un día llegó / la luz a mi pintura / sentí su olor candente entre mis manos / dejé que me abrazara por dentro de los ojos / y logró despoblar todas las sombras”. Garante del silencio, la palabra de Cristina Cocca participa, en un riesgo meditado, de una suerte de desbordamiento que se da y se precipita en sí mismo, que acaricia y desgarra en recreación constante, absoluta. La palabra como unidad, como asidero, como medida última de todos los abrazos; palabra río, caudal, transparencia, indagación y escorzo. Pese a todo, pese a su reiterada propensión al exceso, este Claroscuro para escribir un cuadro es también, de alguna manera, un ejercicio de contención, un juego de atisbos y sugerencias en metáforas vibrantes, sutilísimas. “Hay crespones de luna / al fondo de los lagos”. Estamos, pues, ante un universo de contrarios, un vértigo de luces y de sombras que se quiebra en su manera de darse, de ofrecerse. Deslumbramiento, sí, pero también oscuridad y mansedumbre. “Es esta luz tangible y rumorosa / que agavilla los sueños en un haz de violetas / y deshoja el otoño”, este dolor dulcísimo de acantos que por momentos recuerda a Juan de Ye- pes o a Degas en la mejor tradición poética del 27. Luego vendrá el asombro con su abismo, con sus ojos cerrados, “el trazo ingobernable de la espuma” “y aquel deshielo azul de cada lágrima”. Ana Garrido CLAROSCURO PARA ESCRIBIR UN CUADRO.
  • 76. 75 En Zaguán de paso, Antología poética 1980 - 1990 y uno (Las- tura, 2014) Isidro Sánchez Brun recoge una amplia selección de su obra poética publicada. Junto a un último bloque de inéditos, Los tiem- pos náufragos, el volumen reúne poemas de los títulos De siempre la esperanza, Ese cercano tacto tan distante, Mujer de otoño en rojo y Toda mi posesión del alba. La palabra de Isidro Sánchez llega con vocación de ama- necida, con una clara intención de permanencia. Nada sobra ni falta; los poemas son siempre edificios perfectos que arrastran de principio a fin con una musicalidad absoluta fruto del minucioso trabajo de construcción métrica y de la aparente facilidad de sus metáforas. Desde una primerísima poesía social - inolvidable el poema Soñando a Gladis - su poética llega a la soledad y al abandono, al amor como materia perdurable pero también efímera, a la luminosidad de los cuartos cerrados. Y es que nada escapa a su mirada de poeta, todo es, en él, susceptible de convertirse en poema, en belleza. “Te encontrarás cansado, pero el verso / nos llevará en sus brazos / hasta el rincón remoto / donde dibuja el humo sus azules” - escribe - y el mar se pone en pie para mirarlo. Y es que el verso es en él cauce y caudal, donación y perte- nencia, palabra salvífica que derriba el silencio con toda la infinitud de su paisaje. El poeta parte de una tradición clásica, que conoce de primera mano, para revisitarla, para recrearla con mimbres nuevos en un hermosísimo ejercicio de transparencia. Verso blanco, cadencioso, elegante junto a arriesgados giros lingüísticos; “la desnudez gramatical de la espe- ranza” para una poesía cincelada con precisión de orfebre en la esquiva quietud de los espejos. Mención aparte merece la última sección del libro, donde Sánchez Brun nos ofrece una visión particularísima de la poesía en la que actualmente se ocupa. Los poemas participan de nuevo de la misma perfección formal que nunca han abandonado, de la misma coherencia estética y formal, pero advertimos en ellos, si cabe, una mayor preocupación por la cadencia y la metáfora desnuda, absoluta. El yo poético se trasciende, se descifra para universalizarse - e pluribus unum - en todos los senderos de la sangre. Libro esencial, pues, aunque también difícil en lo que tiene de muestrario de un corpus mucho más amplio, este Zaguán de paso para devolvernos la voz, no suficientemente reconoci- da, de un poeta “rabiosamente humano”, necesario, de un hombre veraz que no se esconde para herirse de vida y de palabra. Luego vendrá la noche con sus lluvias y sus diez mandamientos, “esa ruta hacia el norte” al fondo del rescate. “Y el último poema nuestro abrazo”. Ana Garrido ZAGUÁN DE PASO.
  • 77. 76 Con el subtítulo de Suite para dos llega a las librerías el último libro de Francisco Caro, Plural de sed (Lastura, 2015). Ya desde el título encontramos una intencionada búsqueda de complicidad con el lector, un juego metapoético que ilumina y deslumbra, que acaricia y desgarra a partes iguales. Algo alejado de la desnudez y la esencialidad a las que nos tiene acostumbrados, Plural de sed es una obra atípica dentro de la producción de su autor; heredera directa y coetánea en sus primeras pinceladas de Salvo de ti, recupera una poética mucho más intimista, mucho más cercana al tacto de las cosas, a su que- hacer, a su riesgo. Una poética, empero, universal e inmanente. El poeta se entrega, se escribe, se desangra de frente hacia la luz o hacia el olvido. Y es que este es, sobre todo, un viaje alrede- dor del amor, un tránsito vibrante a través de su misterio. Amor y deseo, personificados ambos, caminan juntos hacia su consumación, hacia su absoluto. Estructurado en cinco partes, cinco estancias musicales, habitables, precedidas por un poema prólogo, toda una declaración de intenciones, el poemario se abre paso, certifica una historia de encuentros y desencuentros, una piel manuscrita al otro lado de todos las hogueras. “Quise arena la noche / huella, lecho, / que de nosotros hable / la hermosura”. Versos ágiles, breves, metáforas arriesgadas, físicamente reconocibles, cierto tono sutil recorrido por una fértil sensualidad; todo en este libro sobrecoge por lo que tiene de cierto, de tangible. No importa si lo que describe es veraz o imaginado, si hay en él más de realidad o de fingimiento. Sea como fuere, lo cierto es que es, que crece y arrastra como una letanía, que sacude de golpe todos nuestros cimientos. Con todo, pese a todas esas diferencias de las que hemos hablado y que le confieren su identidad última, se advierte también en este Plural de sed, como no podía ser de otra ma- nera, un exquisito cuidado del lenguaje, seña de identidad del poeta. La palabra encuentra en él su mayor valedor, su lugar exacto e insustituible en el poema. Nada falta, nada estorba a la emoción, al significado. Música, cadencia e imagen se dan la mano para lograr un corpus poético gozosamente humano, vital, necesario. Consecuencia perfecta de su mismo regreso, este Plural de sed se perfila como una de las obras más lúcidas de Francisco Caro dentro de su sobradamente reconocida carrera, uno de sus títulos más sugestivos y sugerentes que por sí mismo podría asegurarle - si no lo tuviese per se - un lugar preeminente en la poesía contemporánea. Desde Verbo Azul saludamos con gozo esta nueva entrega poética de nuestro compañero Francisco Caro, este nuevo temblor de la memoria al fondo del paisaje. Fuera queda la noche y su epitafio, la herida de las horas, el sol en su equilibrio. “Nadie sabe que estamos / aquí, salvo la vida”. Ana Garrido PLURAL DE SED. Francisco Caro.
  • 78. 77 A estas alturas no se puede poner en duda la Poesía de Eladio Cabañero, como tampoco se puede pasar por alto la importancia de la misma a nivel nacional ni regional. Lo que sí era necesario y a todas luces urgente era rescatarla del olvido en que por diversas circunstan- cias –muy bien explicadas en la presentación– se encontraba en la actualidad. A esta labor se han aplicado tanto la B.A.M. en una rigurosa edición en su Colección General, como la minu- ciosa e impagable labor de investigación y selección de Pedro A. González Moreno, manchego también de pro y que estuvo ungido por la amistad del antologado poeta. En su labor de selección de poemas ha seguido la secuencia temporal de la primitiva aparición de los pocos pero acendrados libros que nos dejó Eladio; en este aspecto creemos que su acierto ha sido total. Pero donde queda reflejado de manera evidente la finura y encaje de su trabajo de acercamiento al poeta es en el método elegido para adentrarse en la personalidad humana y poética a través de su completa geografía vital. Empieza Pedro por adentrarnos en la voz del poeta como primera instancia en este primer acercamiento haciendo hincapié sobre todo en tres facetas: Su autenticidad, su enorme cálida humanidad y su compromiso de trascender el yo y vincularlo a una salvadora solidaridad salvadora. Más tarde hace un estudio pormenorizado sobre la ubicación de Eladio en una posible generación poética a través de un pormenorizado estudio de las opiniones y ensayos antológicos en los que está incluido, y en los que por otro lados, extrañamente, no lo está; incide en su estu- dio en que, en gran medida, “el lugar en donde” nació y sobre el que mucho escribió el poeta, La Mancha, es la muy posible causa del desapego de algunas de la antologías al uso. En un tercer paso, se acerca el introductor al poeta a través de un repaso de todas y cada una de sus obras, en donde la nostalgia del niño que no pudo ser y la experiencia de la soledad son dos de los motivos sobre los que gira este capítulo. De la importancia del paisaje en su manera de intuir lo poético es el siguiente paso. En esta parte nos apunta Pedro que en la poética de Eladio más que utilizar él al paisaje, el paisaje se sirve de él para mostrar su esplendor. También la importancia del otoño como manera de manejar el tiempo y la vivencia. Por último habla del hombre, aquel que conoció en su infancia por un libro antes de conocerlo personalmente que eso suele pasar muy a menudo entre los poetas. Por resaltar una frase de entre todas las posibles dice Pedro que “hay hombres tan grandes que no caben dentro de su propio pellejo”. Ese es el caso y con esto acabamos. Nuestra enhorabuena a la B.A.M. por su enorme labor de rescate y al antólogo por su enorme dedicación y acierto. Juan José Alcolea. PALABRA COMPARTIDA. (Antología Poética de Eladio Cabañero). Biblioteca de autores manchegos. Diputación provin- cial. Introducción y selección Pedro Antonio González Moreno.
  • 79. 78 La Universidad de La Laguna ha editado en una edición unifi- cada los premios literarios de 2014. Entre dichos premios el obtenido por nuestra compañera de Verbo Azul, Ana Garrido Padilla. Es una pena que por el ya endémico problema de la crisis, la citada entidad no haya podido hacer, como hasta ahora se ha venido haciendo, en una específica edición el poemario que tratamos. Digo esto por el agravio comparativo para nuestra autora con los anteriores premiados, y por- que “De la consumación y otros itinerarios” es sin lugar a dudas uno de los títulos de ese certa- men que más calidad y elucidación poética ha aportado a su ya apretada historia. En mi anterior acercamiento a la obra de Ana Garrido, yo me había permitido la libertad de poner en duda la posibilidad de que está poeta pudiera superar el listón marcado por el libro que entonces reseñaba, “Noticia del asombro”. Craso error por mi parte para deleite de los que esta singularidad literaria amamos. En esta nueva entrega poética, la palabra, que antes era casi el motivo en sí misma en un ejercicio metapoético de altísimo vuelo, aquí, sin perder un ápice de su transmutadora capacidad lírica, se abaja más a los límites de lo puramente humano, de lo dentramente sentido en su terrenal clausura. El libro está, en un principio, secuenciado en dos motivos diferentes, que, aunque a veces se pueden intercambiar, rigen dos lecturas y casi dos formas de manejo formal distintos. La primera parte es un homenaje al tantas veces denostado poeta granadino Luis Rosales, y los poemas están elaborados en casi todos los casos a partir de una cita del mismo y tratan de recuperar su sombra “Aquí, mientras la noche recupera de pronto/el tacto de los días,/…Me parece distinta esta ternura/que se instala en las cosas,/esta dulce erosión que se detiene/al fondo del paisaje.” También la fragilidad del tiempo y del azar “Porque todo es azar/y nadie sabe el día exacto de la siega,/y, tal vez, nunca más serán imprescindibles/las voces /que describan nuestros nombres/ni el tacto /en nuestros charcos de la lluvia.” pero sobre todo es la búsqueda de la razón del poema, su pulsación íntima ”Y es en esa búsqueda, /en ese magisterio/de su in- capacidad de razón última,/de infidelidad a su propio lenguaje, /en donde el poeta encuentra las claves/de su unívoca forma/de enfrentarse al misterio.” y la esperanza siempre como alternativa “Y siempre arder de sed/porque aunque el tiempo /es siempre realidad y lo sabemos,/hay ecos de esperanza en los escombros/y restos de algún Dios en las encinas//furtivo /a las denuncias de la noche”. La segunda parte, intitulada “Del animal que huye” elabora, tomando como símbolo el dolor de Penélope –en tantas mujeres irredento–, ante la inasistencia, inexistencia de su amado, su destino y la soledad “NUNCA SUPE a qué huelen los mares clandestinos,/ni el sabor de la luz en las tormentas./Nunca tuve noticia de la sombra,/ni memoria del agua/más allá de sus lími- tes” o “ESTA CIUDAD es parte de su propia tristeza,…/Por más que la miremos,/el agua queda siempre al otro lado/como un balcón tendido/al norte de las islas.” o también en “(Por encima del agua,/el dolor se ha acostado sobre un muro)”. Y todo el poemario transitado de imágenes y personificaciones: ”LA TARDE DUELE a veces como un /hombre, /como un amanecer vuelto de espaldas/…Duele a solas, despacio/en los rincones,/con esa esclavitud con que los niños/aprenden de memoria las mentiras”, enume- raciones “Era noviembre / y el grito de los cisnes/y la casa./Era la piel/y la palabra sola” y todo un lujo de recursos poéticos susceptibles de ser utilizados como paradigma en un manual de lenguaje poético. Para terminar, nuestro agradecimiento a la autora por este nuevo acercamiento a nues- tra terrenal hechura, y nuestro deseo de que “ De la consumación y otros itinerarios” pueda ser recogido en un futuro libro unitario que pueda facilitar su lectura y delectación entre los amantes de la poesía. Juan José Alcolea DE LA CONSUMACIÓN Y OTROS ITINERARIOS. Ana Garrido Padilla. XVI Premio internacional de poesía “Luís Feria”.
  • 80. · Cocina casera · · Desayunos · · Tapas · · Menús diarios · · Meriendas · · Comidas de grupo · · Celebraciones · enCasa CastillaLaMancha Reservas: 91 522 05 11 Calle de la Paz, 4, 1º, 28012, Madrid (junto a la Puerta del Sol)
  • 81. Indice de autores y textos publicados JORGE JUSTO PADRÓN. Lar de lo cotidiano ..................................................5 MARÍA LUISA MORA. Caja de Pandora .......................................................... 6 JOSE MANUEL FERNÁNDEZ FEBLES ...........................................................7 ANGELINA GATELL. Imagen .......................................................................... 8 CELIA BAUTISTA. Anuncios por palabras....................................................... 9 FRANCISCO CARO. La vida no da más, seguramente ................................... 11 NIEVES ÁLVAREZ MARTÍN. Moradas de luz ................................................13 RAFAEL ESCOBAR. Ausencias después .........................................................14 RUBÉN MARTÍN DÍAZ. Insecto .....................................................................15 TERESA DE JESÚS RODRÍGUEZ LARA. Amamos sin saber........................16 ANTONIO RODRÍGUEZ. Única ......................................................................17 CECILIA ORTEGA. Curso intensivo de realidad.............................................18 CASPER DE JONG. Diario andaluz (Lied voor Lorca) ...................................19 CASPER DE JONG. Diario andaluz (Canto a Federico) ................................ 20 FERNANDO FIESTAS. El silencio varado.......................................................21 PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO. La mano izquierda de Cervantes ........... 23 TANO GARCÍA-PAGE. Lepanto...................................................................... 26 MANUEL CORTIJO. El poeta recuerda la aventura de Don Quijote..............27 JOSÉ LUÍS MORALES. Espejismo cervantino............................................... 28 ENCARNA MARTÍNEZ OLIVERAS. Lo que queda de los sueños................. 29 HORTENSIA HIGUERO. De tus primeras sílabas......................................... 30 FRANCISCO JIMÉNEZ CARRETERO. Epistolario quijotesco ......................31 ISIDRO SÁNCHEZ BRUN. Las dos manos del dios....................................... 32 MARY-SANTOS CABALLERO MURILLO. Quijote ....................................... 33 ANTONIO DEL ARCO MARTÍNEZ. 400 años de venturosas andanzas....... 34 NICOLÁS DEL HIERRO. Parábola del viaje de Don Quijote a Barcelona..... 36 JAVIER LOSTALÉ. Humildad ........................................................................ 39 CRISTINA COCCA. Consejos para sobrellevar tristezas ................................40 JUAN DE MOLINA. Córdoba adolescente ..................................................... 42 GRACIELA ZÁRATE CARRIÓ. Capital........................................................... 43 JOSÉ MARÍA HERRAMZ CONTRERAS. El dolor de los poetas................... 45 LOLA FRANCO. La soledad .............................................................................47 MARIANA FERIDE. Arder ............................................................................. 48 ANA BELLA LÓPEZ BIEDMA. Pretérito aperfecto........................................ 49 ANA GARRIDO PADILLA. Una lámpara inmóvil...........................................51 JUAN JOSÉ ALCOLEA JIMÉNEZ. Encuesta para un cobarde...................... 52 ALEJANDRO CERNUDA. El día del fin del mundo ...................................... 53 PILAR DEL CAMPO PUERTA. Desnuditos todos somos iguales.................. 54 JOSETO ROMERO. Abrazo en Múnich...........................................................55 ÁNGEL MUÑÓZ. La cigarra y la hormiga ..................................................... 56 MARISA GONZÁLEZ. No tan triste, pero sí una “figura” .............................. 56 CONCHA GARCÍA DE LOS ARCOS. ¡Ya está bien! ....................................... 59 EVA BARRO GARCÍA. Generaciones .............................................................60 JOSÉ LUÍS HINOJOSA. Libro antiguo ...........................................................61 ELENA NAVARRO. Relato corto ................................................................... 64 RAMÓN DE LA VEGA. Amor en la complejidad del sueño .......................... 65 PHILLIP BRUBECK GAMBOA. Concierto renaciente....................................67 JOSÉ BÁRCENA. Jardineros del lenguaje...................................................... 69 Libros recibidos ................................................................................................71