Entre 1954 y 1976, la economía mexicana experimentó un crecimiento promedio del PIB del 6.8%, pero enfrentó una crisis en 1982 debido a factores externos como la caída de los precios del petróleo y el aumento de las tasas de interés. Las políticas de ajuste implementadas entre 1983 y 1987 lograron un superávit económico, aunque el crecimiento real fue nulo y los salarios reales disminuyeron. A pesar de la mejora en las finanzas públicas, surgieron nuevos problemas inflacionarios, lo que llevó a la necesidad de una estrategia de estabilización en los años posteriores.