El liberalismo creía en los derechos naturales de la ciudadanía, la libertad política, económica e ideológica y la propiedad privada. Aunque inicialmente operaba en la clandestinidad, las revoluciones de 1830 permitieron que algunos liberales llegaran al poder en países como Francia y Bélgica. A mediados de siglo, las ideas liberales se habían impuesto en la mayoría de los países europeos, aboliendo la servidumbre y abriendo las puertas a ideales democráticos más amplios.