Entre 1750 y 1900, la arquitectura europea pasó por una notable diversificación estilística con movimientos como el neoclasicismo, neogótico y historicismo, influenciados por la revolución industrial y un enfoque en la funcionalidad. Este periodo destacó por la recuperación de estilos antiguos y la innovación en técnicas y materiales, reflejando la búsqueda de identidad nacional y expresividad personal de los arquitectos. Ejemplos significativos incluyen el Panteón de París, la Catedral de Colonia y la Torre Eiffel, que representan la fusión de tradición y modernidad.