La psicología humanista emergió en las décadas de 1950 y 1960 como un enfoque alternativo a las corrientes predominantes, centrándose en la dignidad humana y el crecimiento personal. Pioneros como Abraham Maslow y Carl Rogers promovieron una concepción holística del ser humano, destacando la autodeterminación y la autorrealización. Este enfoque se fundamentó en un contexto histórico de crisis y transformación cultural, proponiendo una terapia centrada en el cliente que valoraba la relación terapeuta-paciente.