La revolución industrial, que comenzó en Inglaterra a fines del siglo XVIII, transformó una economía agrícola en una industrial, dando lugar a significativos cambios sociales y económicos, incluyendo el surgimiento de nuevas clases sociales. Este proceso fue impulsado por innovaciones tecnológicas como la máquina de vapor y la mecanización, lo que llevó a un aumento en la producción y al desarrollo de industrias clave como la textil y la siderúrgica. Posteriormente, la segunda revolución industrial, que inició en 1873, diversificó aún más la producción y mejoró el uso de la energía, alterando nuevamente la dinámica económica y social global.