La basílica de San Vital en Rávena fue encargada en 527 d.C. por el arzobispo Ecclesio y financiada por el banquero Juliano Argentario. Es famosa por sus mosaicos encargados por el arzobispo Maximiano entre 546-556 d.C. que representan escenas religiosas e imágenes de Justiniano y Teodora realizando ofrendas. La basílica tiene planta centralizada de forma octogonal decorada con mármoles, mosaicos y frescos que narran pasajes bíblicos.