Daniel estudia diligentemente los escritos del profeta Jeremías, quien predijo que el pueblo de Judá pasaría setenta años en el exilio en Babilonia. Al acercarse el fin de los setenta años, Daniel ora a Dios en ayuno, suplicando por misericordia para su pueblo. Durante su oración, Daniel reconoce que el pueblo ha pecado y desobedecido a Dios, mereciendo el castigo del exilio. Pide a Dios que perdone a su pueblo y que muestre favor hacia Jerusalén.