En 2025, los consumidores enfrentarán un mundo marcado por la polarización política y la inseguridad, impulsada por la inteligencia artificial y la sensación de aislamiento. Las marcas deberán adaptarse a una creciente demanda de personalización y confianza, mientras los ciudadanos buscan formas de evadirse de una realidad hostil. A su vez, la disminución de la atención y el deseo de experiencias significativas reflejan un cambio en las actitudes hacia el compromiso y la interacción social.