The New World Kirkpatrick Model: Level 1: Reaction
The New World Kirkpatrick Model: Level 1: Reaction
Model. Below is an outline of the updated Kirkpatrick Model of training evaluation with the
original definitions and new explanations.
Level 1: Reaction
The degree to which participants find the training favorable, engaging and relevant to their jobs
Customer Satisfaction
The original definition measured only participant satisfaction with the training.
Engagement
The degree to which participants are actively involved in and contributing to the
learning experience
Relevance
The degree to which training participants will have the opportunity to use or apply what
they learned in training on the job
Level 2: Learning
The degree to which participants acquire the intended knowledge, skills, attitude, confidence
and commitment based on their participation in the training
Level 3: Behavior
The degree to which participants apply what they learned during training when they are back
on the job
Level 4: Results
The degree to which targeted outcomes occur as a result of the training and the support and
accountability package
Leading Indicators
Implement this model with a consideration of the Kirkpatrick Foundational Principles for
maximum impact.
Level 1: Reaction
The degree to which participants find the training favorable, engaging and relevant to
their jobs
Level 2: Learning
The degree to which participants acquire the intended knowledge, skills, attitude,
confidence and commitment based on their participation in the training
Level 3: Behavior
The degree to which participants apply what they learned during training when they
are back on the job
Level 4: Results
The degree to which targeted outcomes occur as a result of the training and the
support and accountability package
View the New World Kirkpatrick Model to learn how the Kirkpatrick levels of training evaluation have
been updated and clarified.
Los niveles de evaluación de Kirkpatrick.
Evaluación de la Formación. Cuarta
entrega. 26.06.2012
El primero en abordar científicamente la evaluación de la formación fue Donald L.
Kirkpatrick en 1959. Profesor de la Universidad de Wisconsin, autor, conferenciante,
formador y consultor en el ámbito de la formación y desarrollo profesional, su libro
“Evaluación de Acciones Formativas” es un estándar utilizado por profesionales de todo el
mundo.
Cada nivel es importante y tiene un impacto sobre el nivel siguiente. Según se avanza y se
pasa de un nivel a otro, el proceso se hace más difícil y conlleva más tiempo, pero también
proporciona información más valiosa. Ninguno de los niveles debería pasarse por alto.
Nivel 1: Reacción.
Nivel 2: Aprendizaje.
Nivel 3: Conducta.
Nivel 4: Resultados.
Nivel 1: Reacción.
En este nivel, la evaluación mide cómo reaccionan los participantes ante la acción
formativa, respecto a la formación que acaban de recibir.
Es importante obtener no solo una reacción, sino una reacción positiva, que podría no
asegurar el aprendizaje, aunque una negativa, casi con seguridad, reduce la posibilidad de
que ocurra.
Nivel 2: Aprendizaje.
El aprendizaje se puede definir como la medida en que los participantes cambian sus
actitudes, amplían sus conocimientos y/o mejoran sus capacidades como consecuencia de
una acción formativa.
Las acciones formativas que tratan sobre temas como diversidad o igualdad en la plantilla,
tienen como objetivo principal un cambio de actitudes; las acciones formativas técnicas
pretenden una mejora de las habilidades; y las acciones sobre materias como liderazgo,
motivación y comunicación, pueden aspirar a lograr los tres objetivos.
El nivel de aprendizaje Intenta, pues, medir los conocimientos adquiridos por los alumnos a
lo largo del curso, fundamentalmente a través de pruebas de control.
Nivel 3: Conducta.
Para que se produzca un cambio de conducta es necesario no solo que la persona quiera
cambiar (nivel 1), e incluso que sepa lo que tiene que hacer, cómo y cuándo (nivel 2);
además tiene que trabajar en un clima adecuado, debe tener la oportunidad de cambiar e
incluso debe ver algún incentivo, no necesariamente monetario, en el cambio.
Se trata, por tanto, de un nivel de evaluación mucho más útil a la compañía, puesto que es a
partir de aquí cuando la empresa comienza a obtener resultados de la formación, que si
estaba bien diseñada y adaptada a las necesidades reales de la empresa, tendrá un efecto
rápido sobre la mejora de los resultados empresariales.
En este nivel intentamos medir si la acción formativa tiene un impacto efectivo y eficiente
en la organización. Este es el nivel más complejo de evaluar. Requiere, además, de un
periodo largo para una evaluación correcta, y un seguimiento muy directo de cada uno de
los empleados que recibió la formación. Y además no siempre es posible, salvo convenios
internos de cada empresa que pueden ser fácilmente desmontables por los contrarios a una
determinada acción.
Y sin embargo es muy importante porque habitualmente las altas direcciones de las
compañías entienden muy bien el concepto de resultados económicos, pero no siempre –
especialmente en tiempos de crisis- otros resultados más asociados al largo plazo, como la
motivación, el compromiso, la implicación de la plantilla en la evolución de la empresa. Y
en estos aspectos de la actitud de las personas, la formación tiene mucho que aportar,
aunque sus resultados a corto se pueden medir con mucha dificultad en términos de
aportación directa y positiva a la cuenta de resultados (también aquí sería aplicable la
máxima de que si una empresa quiere ser sostenible en el tiempo, nunca la búsqueda de
resultados a corto debería perjudicar la obtención de resultados recurrentes, de resultados a
largo plazo).
Los resultados finales pueden consistir en: aumento de la producción, mejora de la calidad,
menores costes, reducción de la frecuencia y/o gravedad de los accidentes, incrementos de
las ventas, reducción de la rotación de la plantilla, aumento de la productividad, mayores
beneficios, etc.. Este tipo de resultados son la razón por la que planteamos acciones
formativas, por lo que los objetivos finales de cada acción deben estar definidos en estos
términos.
No siempre, por tanto, según Kirkpatrick, es posible medir en términos monetarios los
resultados de las acciones formativas. Es el caso, por ejemplo, de programas de formación
en temas como liderazgo, comunicación, motivación, gestión del tiempo, delegación, toma
de decisiones o gestión del cambio. Podemos establecer y evaluar la conducta seleccionada,
pero los resultados finales tienen que medirse en términos de mejora de la moral y otros
términos no financieros. Se espera que una moral alta o una mejoría en el clima laboral
producirán resultados tangibles, pero es muy arriesgada la asociación directa.
Pero esto no siempre es fácil y la mayoría de las veces quedan sin contestar porque las
evidencias que encontramos solo aportan indicios como máximo, y no una prueba clara de
que los resultados se deben en exclusiva a la acción formativa. Frecuentemente debemos
quedarnos con esos indicios.
Naturalmente, podemos analizar los resultados en términos absolutos, pero durante el
periodo de la acción formativa y en el entorno de la empresa ocurren muchas cosas, muchos
cambios, que esa es la situación normal de las empresas hoy: vivimos en el cambio
constante impulsado por la tecnología, la evolución de las inquietudes sociales, la acción de
los movimientos ciudadanos y su rápida transmisión a través de los instrumentos asociados
a las tecnologías de la información, la innovación, la globalización, la competencia
creciente entre las empresas, etc..